La recientísima muerte de J. Le Goff (1924-2014), uno de los grandes medievalistas franceses de la generación ligada a la señera revista Annales d’histoire économique et sociale, creada en 1929 por Marc Bloch e Lucien Febvre, me trae a la cabeza mi interés por ese confuso periodo histórico al que el estudioso francés dedicó tantas hermosas páginas. Acercarse a la Edad Media, por lo menos desde las obras literarias, como es mi caso, supone confirmar lo que hace poco recordaba J. C. Mainer en su estupenda Historia mínima de la literatura española (Colegio de México-Turner, 2014); a saber, que la aprensión que llevó a los humanistas del último tercio del S. XV a referirse al ese periodo con una denominación despectiva (“[tempora] media tempestatis” -tiempos medios de tormenta-, Flavio Biondo dixit en 1469) hacía poca justicia con quienes fueron en muy buena partes nuestros semblables, nos frères. Este desprecio debe quizá ser interpretado como el reflejo de una voluntad de distinción que minimiza lo común y exagera lo diverso en relación a aquello de lo que desea alejarse. “Ni la Edad Media fue una materia histórica homogénea y siempre idéntica a sí misma, ni la humanidad permaneció atónita y fiel a bárbaras costumbres, ni el legado del mundo romano se perdió del todo. Sobrevivió cristianizado y deturpado, mezclado con leyendas y supersticiones, admirado siempre, pero considerado como pecaminoso por su origen pagano. Se perdió la madurez filosófica que alcanzó el mundo clásico y una parte de su caudal de conocimientos generales. Pero la tecnología (agraria y artesana) que conocemos, la mayoría de las ciencias prácticas y muchos descubrimientos útiles se fraguaron el la Edad Media. Y mucho del legado de la antigüedad perduró en monasterios y escritorios…(Mainer, ibid, p. 30-31).
En ese sentido, si la corriente de continuidad con el pasado medieval permite volver la vista hacia ese periodo para contemplarlo con mayor sintonía, por otro lado, Le Goff venía a proponer una periodización de la historia distinta a aquella que planteaba una cesura entre lo medieval y el nacimiento en torno a 1400 de los ideales que acabarían conformando el mundo moderno. Fruto de los conceptos de la historia que parten de Braudel, Le Goff ponía de manifiesto la necesidad de recurrir a duraciones más largas a las aceptadas generalmente.
Le Goff pertenece a ese selecto grupo de historiadores franceses (Duby, Le Roy Ladurie) que han contribuido a conformar una imagen más rica y cabal de lo medieval, a desdibujar las fronteras que lo separaban de nosotros, descubriéndonos cómo aquellos hombres cifraban en su imaginario sus creencias, miedos y anhelos y mostrandonos que los mecanismos de los que nacían esas configuraciones perviven todavía entre nosotros. Pero, al tiempo, estos grandes estudiosos también han puesto de manifiesto la diferencia existente entre el hombre actual y nuestros semejantes medievales. Esa es la mejor manera de conocernos, descubrir lo que lo nos acerca y lo que nos separa, el ámbito común y la particularidad.
Fuente de las imágenes
No hay comentarios:
Publicar un comentario