viernes, 1 de julio de 2016

Houellebecq llora a su perro. Literatura cínica


El san Roque de G. B. Tiepolo que puede verse en el Caixaforum de Zaragoza


Dice Houellebecq en una entrevista que para escribir literatura hay que encontrarse en un estado de semicomprensión de las cosas, que no entender del todo, estar un poco sorprendido por lo que se entiende parcialmente, es un état d'esprit poétique que permite cobrarse la distancia justa sobre lo real Y él, que ha perdido a su adorado can hace no mucho, dice que esa distancia ideal es la misma que mantiene el perro en relación a la agitación que caracteriza a los humanos, un extraño entre nosotros. Valéry ya lo señalaba: "hay algo de humano en su mirada". Y esa humanidad incompleta, que le mantiene ajeno pero semejante (más ajeno que semejante, no lo olvidemos) es la misma que nos caracteriza a nosotros respecto a ellos. También los humanos tenemos mucho de perro, aunque la diferencia sea, en el mejor de los casos, más que notable. por eso, en el juego parcial de espejos que se produce entre el dueño y su animal, hay tantos escorzos reveladores, tantas siluetas que iluminan nuestro interior. Mi perro refleja tanto lo que soy como lo que no soy. La literatura quizá se mueve en ese margen: lo que falta, lo que me sobra, lo que soy.


San Roque sin perro en la Leyenda Dorada: