sábado, 13 de marzo de 2010
Rincón de los reportajes. Crónica disparatada de una hermosa sesión de ikebana.
Sakimichite/Koreyori tsubaki/Kitana kere (Takahama Kyooshi)
(La camelia,/plenamente florecida,/es ya fea)
Con lo más granado del Gotha políglota europeo se celebró en los salones nobles de la E.O.I1Z una sesión de ikebana, flor viva, presidida por la emperatriz Sonoko, venida directamente desde su residencia de invierno en Zaragoza.
Los participantes pertenecían todos ellos a prestigiosos departamentos en los que se ejerce a diario el magisterio en el arte del buen enseñar y, a ratos, mal vivir.
La mayor parte de las princesas participantes iban ataviadas de manera muy discreta, aunque, eso sí, a tono con las flores que, poco después, les servirían para confeccionar sus ramos de viva flor. Cabe solo destacar una magnífica blusa atigrada, en disonancia con el carácter de la portadora, y, por su espectacularidad, una preciosa falda gris de lana, ornada con unos alamares que a fuer de bien confeccionados parecían arabescos. No les digo quién la llevaba, porque sé que nuestras lectoras ya lo habrán adivinado. También deslumbraban unos jeans de los que quitan el hipo, primero a quien se los tiene que poner, porque debe contener la respiración, y después a los que tienen el gusto de ver cómo lucen por los anchos pasillos de nuestra demora.
Foto: Zánganos junto a la abeja reina.
Entre los varones presentes en el acto, se contaban dos representantes de la rama zángana del Dpto. de español peninsular, uno de ellos venido para la ocasión desde su prolongado retiro especulativo en una dacha junto a la Huerva. El otro, y entro ya en el detalle de la reunión, fingió durante toda la sesión de bana ike (tanto monta, monta tanto)que estaba obligado a ausentarse por un compromiso ineludible. Se dice en los altos mentideros que es habitual en su familia desde hace hace más de diez siglos esa inclinación a excusar su presencia en el mejor momento de cada ocasión y con el motivo más peregrino. Si no supiéramos que, en realidad, lo hace para cumplir con sus innumerables compromisos benéficos y osteopáticos, pensaríamos que le disgusta el prolongado trato humano. Disculpas como la de tener que ir a recoger el carrito que había dejado en la frutería son casi una falta de respeto para sus colegas. En especial, porque sabemos de su inveterado aborrecimiento de la fruta. Sin embargo, no nos privó, por fortuna, de su presencia hasta después de que la emperatriz Sonoko hubiera alterado completamente la disposición, el tamaño, y, por qué no decirlo, el sentido filosófico profundo de su composición floral. Un par de toques sirvieron para japonesizar lo que él había hecho desde su madrileñismo.
Foto: Bajo la atenta mirada de Sonoko y de María Victorovna, que dibuja misteriosos gestos con los dedos, Andrés rehace por completo su obra.
Quizá por ello, por un prurito de orgullo tan contrario a la disolución del yo que pretende el ikebana básico, el interfecto no quiso llevarse a casa las flores con las que había perpetrado su intento de atentado ikebánico y, muy finamente, se marchó diciendo que se contentaba con el grato recuerdo de nuestra compañía.
El ikebana básico, que es el que hemos practicado, se resume en una fórmula matemática que aparentemente resulta de fácil compresión si se lee sobre una pizarra blanca. Su trasunto práctico, sin embargo, no es tan sencillo, ya sea por la terminología, ya por la impericia de los alumnos, tan poco acostumbrados al trabajo físico.
Qué delicia contemplar cómo manos tan poco dadas a eso que los trabajadores manuales llamar “hacer fuerza” se aplicaban una y otra vez a cortar tallos, pincharlos en un peligroso arnés cuyo nombre es kenzan, después volverlos a cortar, inclinarlos 45 grados, tal vez corregir otros 9 o 10 grados, para finalmente intentar en vano extraerlos del mordisco de pitbull del arnés.
Foto: Utensilios básicos. A ellos debe añadirse el kenzan, soporte para los tallos
Por cierto, al final de la sesión, algunos de los participantes adquirieron al precio de 20 euros ejemplares de dicho instrumento. Esta periodista fue testigo de cómo ante la pregunta sobre la utilidad que iban a darle, pocos segundo después de haber efectuado el pago no supieron qué contestar.
Foto: Con le mani sbucci le cipolle,
me le sento addosso sulla pelle,
e accarezzi il gatto con le mani,
con le mani, se vuoi, puoi dirmi di si. (Zucchero Fornaciari)
Foto: La delicadeza en el trato del material delata al buen profesor. Todos los cortes deben hacerse en contacto con el agua, de ahí la profusión de vasos blancos.
Foto: Otro de los participantes, de espaldas. En su coronilla está cultivando un espacio despoblado para una cresta como la de esta obra de ikebana creativo:
Foto: He aquí algunos resultados de la sesión y restos de la batalla:
viernes, 12 de marzo de 2010
La muerte de Delibes en la prensa extranjera al cabo de pocas horas de su muerte: Delibes est mort, is dead, è morto, ist tot… y una anécdota reveladora.
“mas el Azarías no le escuchaba, estrechó aún más el cuenco de sus manos sobre la grajeta agonizante, como si intentara retener su calor, y alzó hacia el señorito Iván una mirada vacia,
¡Se ha muerto! ¡la milana se ha muerto, señorito!”
(Delibes, Miguel, Los santos inocentes, literatura contemporánea, Seix Barral, 1981, p.172)
Francés
Libétarion: http://www.liberation.fr/livres/0101624132-l-ecrivain-espagnol-miguel-delibes-est-mort
20Minutes.fr: http://www.20minutes.fr/article/390564/A-la-Une-Miguel-Delibes-est-mort.php
Italiano
ilmediterraneo.it: http://www.ilmediterraneo.it/it/news/cronaca/e-morto-miguel-delibes-lanima-della-castiglia-0003016
Referencias al artículo de De Prada en el Osservatore Romano: http://notizie.virgilio.it/notizie/politica/2010/03_marzo/12/spagna_su_osservatore_romano_de_prada_commemora_morte_delibes,23366223.html?pmk=rss
Inglés:
Reuters: http://www.reuters.com/article/idUSTRE62B2LM20100312
Euronews: http://www.euronews.net/2010/03/12/spanish-writer-miguel-delibes-dies/
The independent: http://www.independent.co.uk/arts-entertainment/books/news/spanish-writer-miguel-delibes-dies-at-89-1920502.html
Toronto sun: http://www.torontosun.com/entertainment/books/2010/03/12/13205706.html
Alemán:
Zeit: http://www.zeit.de/kultur/literatur/2010-03/spanien-autor-delibes
http://nachrichten.ch.msn.com/wochenrueckblick.aspx?cp-documentid=152534625&page=22
Bild: http://www.bild.de/BILD/news/telegramm/news-ticker,rendertext=11800632.html
Ruso:
Gzt: http://www.gzt.ru/topnews/world/-v-ispanii-skonchalsya-pisatelj-migelj-delibes-/295375.html
http://www.rian.ru/culture/20100312/213731434.html
http://www.lenta.ru/news/2010/03/12/delibes/
Y una anécdota:
Anna Caballé, en Francisco Umbral. El frío de una vida, Madrid, Espasa Hoy, 2004, p. 285 y 381, cuenta lo siguiente:
“Antes del polanquismo, El País fue una eclosión, algo vivo que regeneró la gris sustancia reaccionaria del régimen”, afirma el crítico literario Eduardo Tijeras (…) En un primer momento se pensó en Miguel Delibes para que lo dirigiera, pero este declinó la oferta, pues el cambio de rotativo le exigía trasladar su residencia a Madrid, experiencia ala que el autor de Las Ratas y otras novelas memorables se ha resistido siempre(4)”
(4) La carta de Delibes a Vergés es del 3 de febrero de 1975: “Ortega Spottorno ha venido a ofrecerme la dirección de El País, el nuevo diario liberal que aparecerá –si le dejan- en Madrid. Para mí no tiene esto otro aliciente que la posibilidad de cambiar de vida. Pero ¿en Madrid? Yo hubiera dicho ya que no, pero prefiero antes que me deis vuestra opinión los amigos de siempre. No dejes de hacerlo. (…)
miércoles, 10 de marzo de 2010
Rincón de los reportajes. Batallitas y merchandising taurino. Más perdido que Carracuca sobre la cuestión del toro: bullfighters, bull trainers, bull lovers, bullfigthingphobics, bull-baiting, bull-ring y hasta bull-runnings.
Un regalo taurino. Lista de artículos en venta en una tienda situada cerca de la madrileña plaza de las Ventas.
Ando dando vueltas al asunto ya desde hace meses. Nací cerca de la plaza de toros de las Ventas, en Madrid. El portero de mi casa, para sacarse un dinerillo, era acomodador de fin de semana en el coso y, a veces, durante la feria de San Isidro, nos daba alguna entrada de tendido. Había conseguido el puesto a través de otro vecino, D. Rafael Campos de España, conocido crítico taurino. Otras veces, de pequeño, iba a la plaza con mis padres. Recuerdo haber aborrecido el espectáculo, quizá porque no me querían dejar solo en casa y me obligaban a acompañarles. Cuando eran novios, mi padre también llevaba a mi madre a las corridas. Recuerdo haberle oído contar a ella de cuando vio a Manolete, Arruza o Bienvenida. Después, compartí afición con un hermano mío. Durante temporadas asistí a la plaza por San Isidro, la feria de Otoño y hasta muchos domingos al tendido del siete, a protestar, o ver cómo protestaban, sobre todo, los cuatro de turno, cómo a la menor decían “pico”, “pico”, si el matador ponía oblicua la muleta al citar a la res. Vi a Sánchez Ferlosio, I saw his ribbons and his bows, y al erudito americano David Reher. También vi a un toro desnucarse contra el lateral de cemento de una barrera y quedar allí a la espera de una puntilla que no había manera de dar por la postura de aquel cuerpo de más de 500 quilos. Otro día, vi salir al ruedo a un perrillo, creo que durante una Corrida de la Prensa, y vi cómo no había manera de atraparlo, cómo se hizo de noche y tuvieron que encender los focos y pasamos de las dos horas habituales que dura una corrida a más de tres. También vi el mechón blanco del redivivo Antoñete y alguno de sus trincherazos y medias verónicas. Creo que hasta le vi cortar una oreja. Y vi al albatros Rafael de Paula hacer el paseíllo patizambo y al poco convertirse en el bailarín conocido como er pinsé. Le vi, además, salir del ruedo entre almohadillazos, pero también estuve presente cuando, de repente, el toro le gustaba y hacía una chicuelina y la plaza enmudecía y el paso del tiempo se alteraba, más que en Perdidos. Una chicuelina y, todo lo más, la emocionada espera de otra. También a Curro Romero le vi hacer de las suyas ante un público dispuesto a lincharle o a rendirse ante él, pero a no perdonar que el tarro de las esencias se quedara cerrado y el diestro de Camas se fuera de rositas. Y es que, a quién no le gustaría vivir mecido en una de sus verónicas. Y a Manolo Vázquez, magnífico en su austeridad, también le vi. Y a Morenito de Maracay, poniendo banderillas y yo riéndome, para impresionar a mi novia, de aquellos ademanes pintureros. Y vi a Esplá, el erudito, y a un hermano suyo, que me parecía mejor torero.
Después, dejé de ir a los toros. Una de las últimas corridas que vi fue en Ciempozuelos, desde la barrera, porque mi padre tuvo que ir como Médico de pueblo. Se habia jubilado de otro trabajo y pidió el reingreso en aquel cuerpo. Desde la barrera, el espectáculo me acabó de disgustar. Aquel ballet, visto de cerca, se hacía amargo. Después, con el paso del tiempo, creo que en algún momento me sentí declaradamente anti taurino y esperaba la columna anual de Vincent en El País para festejar mi nueva fe. Pero, he de decir que si me caía una entrada entre las manos la aprovechaba y si se trataba de buenos toreros disfrutaba hasta de momentos de solaz durante la lidia.
Al hilo de la polémica suscitada por el debate que está teniendo lugar en el parlamento catalán sobre el tema (http://www.abc.es/20100303/toros-/salvador-boix-levanten-sitio-201003031049.html), me llegó un correo titulado Artistas o asesinos hace unos días. Todo él rezuma maximalismo –ergo simplicidad. Dándole crédito, los toreros no serían otra cosa que un grupo compacto de crueles malhechores y la corrida una actividad en la que se mata por mera diversión, llena de atrocidades y cruel refinamiento, una ciencia de la tortura, en palabras textuales. En el lado contrario, a distancia sideral de la primera postura (aunque mirada la cosa con detenimiento la distancia que separa a unos y otros es la misma que separa a los extremeños), se sitúan los defensores a ultranza de la llamada Fiesta Nacional, entre ellos los que quieren declararla Bien de interés cultural y apelan incluso a la Unesco(http://www.elmundo.es/elmundo/2010/03/05/toros/1267761653.html), como si así el debate quedara ventilado ad aeternum, gracias a una especie de creencia en que lo cultural es carne de dios, intocable, inmarcesible, sagrada, aunque, en verdad, la etiqueta cultural está mas bien ligada a cosas como la letra de aquella canción… “me lo dijo Pérez, que estuvo en Mallorca y vino encantado de todas las cosas que vio por allí”. Se cuenta que un parlamentario inglés tiró a otro un vaso de agua en respuesta a sus comedidos argumentos sobre una cuestión. El agredido, aunque incómodo por lo mojado que había quedado, le contestó: “Bueno, sigo esperando su argumentación”. Creo que las posturas maximalistas descritas son jarros de agua helada lanzados contra el oponente, que dicen más de quien las lanza que de aquello que se trata de dilucidar, porque, en tanto que argumentos, carecen de peso. En cuestiones complejas como esta, en la que hay en juego tantos factores e intereses de todo tipo, legítimos y seguramente alguno también ilegítimo, es en las zonas grises donde radica el quid y no en las zonas extremas, o sea, en las que ocupan, por un lado, los abolicionistas radicales y, en el otro los defensores de las esencias culturales patrias.
Es verdad que el toro de lidia sufre de forma brutal durante la corrida, pero también lo es que en su vida previa vive, podríamos decir, como un señor, libre, con espacio, bien cuidado y alimentado, en compañía de sus congéneres. Es verdad que en cierta medida el sufrimiento del toro es gratuito, si por gratuito entendemos que podríamos prescindir de la corrida sin riesgo para nuestra vida, pero también lo es que podríamos prescindir de todos o la mayor parte de los alimentos que provienen de animales con sistema nervioso central y cuya vida es más desgraciada que la del toro. Es verdad que el toro muere en el ruedo mala manera, pero también lo es que los animales de matadero mueren en especie de centros de exterminio, por decenas de miles todos los días. Como dice Elisabeth Costello, un personaje de Coetzee, quizá su alter ego en estos temas:
Coetzee, J.M., Elisabeth Costello, Barcelona, Debolsillo, 2005, p. 102-103.
Entre los contarios a la corrida los argumentos son poderosos, como, por otro lado, no podía ser menos ante la evidencia del espectáculo. Lo que pasa es que el tono, a menudo, es excesivo y hace pensar que la ilustración de cuya herencia se reclaman herederos tiene tintes iluminados. Es el caso de J. Mosterín en las páginas dedicadas al tema en Vivan los animales (ed. Debolsilo, p. 251-270).
Afirmaciones como las siguientes pecan, en mi opinión, de verborrea lógica y poco ayudan a configurar una imagen realista de la cuestión: “…siguen una faenas de capote…Es el único momento de la fiesta taurina que una persona sensible puede contemplar sin sentir ganas de vomitar” (p. 258); “Los políticos…prefieren seguir la corriente al poderoso grupo de presión de los empresarios taurinos, que mueve miles de millones de pesetas embruteciendo a las masas…” (264); “…el hortera mundo taurino, con su cursileria supersticiosa, su sensibilidad embotada y su retórica ramplona y achulada.” (P. 269).
Es verdad que el momento dulce de la corrida son los quites con el capote y, ahora que me doy cuenta, casi todo aquello a lo que me he referido en mi experiencia como espectador tenía que ver con ello, pero es un exceso augurar que cuando por fin se llegue a la abolición del espectáculo “los picadores, toreros y demás ralea recibirán una beca para que aprendan un oficio con el que ganarse la vida honradamente.” (p. 270). Mosterín acusa a a F. Savater de no estar a la altura de su habitual finura en el tema -sobre la posición de este véase, por ej., http://www.elpais.com/articulo/cultura/abuso/arrogante/elpepicul/20100304elpepicul_3/Tes-, pero se tiene la impresión de que, por momentos, quien adolece de finura es él mismo. No me parece suficiente responder a los a menudo endebles argumentos –“o, más bien, exabruptos” (p. 265)- de los defensores de la fiesta (p. 265-268). Más bien, habría que plantear argumentos de fondo sobre nuestra relación con el medio y sobre el difícil equilibrio entre la crueldad y el ejercicio de la violencia necesaria en relación al desarrollo de la vida humana. Rebatir lo simple no es suficiente si se quiere convencer, además de vencer.
Si se ha de dar un voto de condena pública al espectáculo yo estaría de acuerdo, porque encuentro pocos argumentos positivos a favor de él y bastantes negativos. Entiendo la afición como una especie de vicio privado, no sé si grande o pequeño. No creo que estar afectado por él y estar dispuesto a considerar sus aspectos negativos sean cosas incompatibles. Pero, prohibir, como pretenden las recientes iniciativas, es otra cuestión. No se puede excluir la medida, desde luego. Sin embargo, antes, se debería intentar llegar a un acuerdo maduro, en esa zona gris en la que se mueve la vida adulta, un acuerdo que, como es de rigor, no contentara a nadie, pero que supusiera un esfuerzo por ponderar las razones propias y ajenas, más allá de los intereses de parte, en aras de bien colectivo. Ese sí que debe ser un imperativo ético, tal y como yo lo veo, un imperativo de la actividad política bien entendida.
martes, 9 de marzo de 2010
Rincón de los reportajes. Exposición de M. Barceló. El efecto Pinocho.
En el centro cultural de la Caixa en Madrid (http://obrasocial.lacaixa.es/nuestroscentros/caixaforummadrid/caixaforummadrid_es.html) se está celebrando una exposición retrospectiva sobre M. Barceló, uno de los artistas vivos españoles con mayor proyección (http://www.artespain.com/09-02-2010/exposiciones/miquel-barcelo-en-exposicion-en-caixaforum-madrid).
Una de las salas está reservada a lo que podríamos definir como obras irónicas: unos burros emigrando del sur al norte, como él mismo; tres bustos de Marx, Engels y Lenin que recuerdan a los personajes de Futurama con un toque de estatuaria clásica y otro de la tripulación del buque fantasma de Piratas del Caribe.
Además, la ironía, mezclada con otros elementos, está presente por doquier. Mezclada con un poco de lirismo, por ejemplo, en esta especie de versión erótico mitológica de la misión del pintor, que tanto puede hacer germinar lo real como ensimismarse con su instrumento.
Una de las obras que más me han gustado es el cráneo de Pinocho, una pequeña pieza dotada de esa especie de mezcla de ficción y realidad que caracteriza a lo misterioso, llena de la potencia que posee algunas creaciones para expandir la realidad hacia zonas desconocidas que después vuelven como ecos renovados hacia nuestra conciencia:
Si Tutankamón fue embalsamado con el pene erecto, el cráneo de Pinocho debía retratarlo con el apéndice nasal crecido, quizá porque intentó engañar a la muerte, algo que, al fin y al cabo, hasta su severo papá putativo le habría perdonado.
Una equivalencia literaria de lo que intentaba decir yo:
Todorov, Tzvetan, Los aventureros del absoluto, Barcelona, Galaxia Gutenberg Círculo de lectores, 2007, p. 79. Trad. José maría Ridao
El texto del programa de mano de la exposición en inglés:
lunes, 8 de marzo de 2010
domingo, 7 de marzo de 2010
Il cagnolino rampante. Paternidades putativas. Clint Eastwood y una gallina
Cuando he visto las fotos a las que lleva este enlace (http://www.repubblica.it/ambiente/2010/03/04/foto/mabel_la_gallina_che_crede_di_essere_un_cane-2500638/1/index.html?ref=search) he pensado inmediatamente en las películas de Clint Eastwood. No han sido las fotos solo lo que me ha llevado a la asociación. También otras dos cosas la han favorecido: la primera, Invictus, su última peli, que he visto hace dos o tres semanas -el libro en el que está basada en su versión en inglés cuesta, por cierto, menos de la mitad de lo que vale la edición en español; y la segunda, el quiz del Dpto. de inglés, en el que hay una pregunta sobre Harry el sucio. Supongo que también ha influido el hecho de que en las fotos se ve lo que yo creía un gallo, aunque resultó se una gallina. Si lo hubiera sabido desde el principio, quizá no habría pensado en Eastwood.
En el fondo de la asociación se encuentra un tema recurrente en las películas del actor y director americano, el de la paternidad putativa, fundamental en Million Dollar Baby, donde la relación paterno filial que se crea entre el entrenador y la púgil alcanza una intensidad insuperable. El lema que Frankie aplica a Maggie (Mo Cuishle: "mi amor, mi sangre") y cuyo significado le descubre poco antes del trágico final hace pensar en algo así como que las afinidades electivas son los verdaderos lazos naturales entre las personas, más allá de los vínculos de consanguinidad. La paternidad no sería sino un modelo de relación cuyos actores no están predeterminados, sino que se atraen por poderosas razones de otro tipo distinto de los vínculos familiares. Más que “amarás a tu padre”, el modelo que parece proponérsenos es “será tu hijo aquel que ames como tal y te ame como padre”. En ese sentido, es frecuente que en las películas del director americano las relaciones entre padres e hijos o hijas naturales sean desastrosas. Así ocurre en Gran Torino, en donde el padre reniega de los valores y normas de conductas de sus descendientes y también en Million…, donde la hija ausente parece haber repudiado a su progenitor. En Invictus no se trata de repudio, pero sí de la insuficiencia del padre del personaje que encarna Matt Damon, un individuo convencionalmente racista, para convertirse en un modelo personal comparable en grandeza a los valores que Mandela representa. Es un padre insuficiente, otra variante de la frustración consanguínea. Una película en la que esta dialéctica negativa parece superarse parcialmente es Poder absoluto, en la que hay un reencuentro entre la hija y su padre ladrón, en base a la revelación de que las apariencias sociales y del poder pueden esconder una podredumbre tan grande o mayor que la que conlleva la profesión que ejerce el personaje de Eastwood.
A la búsqueda de la imagen de la gallina que adopta a los cachorros de perros he descubierto que, entre las historias enternecedoras sobre animales, episodios como este no son extraños. He aquí una perrita que adoptó a unos tigres; y otro perro que se hizo cargo de unas ardillas:
Un San Roque de una iglesia romana con el perro que le llevaba pan al bosque donde, apestado por ayudar a otros enfermos, se había refugiado.
Según algunas leyendas, fue el mismo perro el que, a base de lametones en las bubas, le curó.