Foire du Trône, l'Avenir dévoilé, 1948 Photo Marcel Bovis © Donation Marcel Bovis, Ministère de la culture (Médiathèque de l'architecture et du patrimoine) Diffusion RMN (Fuente de la foto)
Et moi dans mon coin (versión francesa):
Él te observa con el rabillo del ojo / Tú te pones nerviosa en tu sillón (¡de casta!)
Lui il t'observe / Du coin de l'œil / Toi tu t'énerves / Dans ton fauteuil
Ed io tra di voi (versión italiana):
Y yo en medio de vosotros, aunque no hable / ya he visto todo lo que pasa / y yo en medio de vosotros / me doy cuenta de que el final ya está aquí.
Ed io tra di voi se non parlo mai
ho visto già tutto quanto
ed io tra di voi capisco che ormai
la fine di tutto é qui.
And I In My Chair (versión inglesa):
Tú, vas y te pones te pones a hablar como un loro / Y el tío gitano va y te canta una serenata / A ti se te sube un poco a la cabeza / Y te ríes demasiado / Y yo, ahí sentado / Aunque casi no oigo /estoy a punto de echarme a llorar
You, now you chatter a bit too much/ He, like a gypsy, he serenades/ You, you grow tipsy, your laugh cascades/ And I in my chair, 'though I hardly speak/ My heart's on the verge of crying/
Aznavour, el gran crooner de origen armenio y lengua francesa, hoy muy enfermo, compuso esta canción en 1966. Habla de una pareja que se está deshaciendo por la llegada de un extraño, del PP y el Psoe ante la irrupción de Podemos. La voz que canta es la del amante que se siente casi ya postergado al ver en su pareja los síntomas de la atracción hacia el otro. En el caso que nos ocupa, la postura errante del Psoe ante el ascenso de Podemos, por ejemplo.
Un poema lírico en el más puro sentido del término, una voz que canta su propio estupor. Pero Aznavour, como las piezas de cristal de Murano, muy a menudo se pone al borde de la cursilería, quizá el mejor territorio para la música popular sentimental. Creo que en algún momento, en particular al final, en una parte recitada, pero no transcrita en el texto que reproduzco, se zambulle en el lodazal de la nata montada. Ni que decir tiene que la canción está escrita en primera persona, persona doliente. Esperemos que ninguno de los protagonistas de la política española llegue a estos extremos.
Aún así, la situación descrita se podría extender a la política, a los fichajes deportivos, a cualquier juego de poder con un vencedor, un derrotado y un seducido. Aquí, la dignidad del derrotado reside en su aceptación del dolor, en su capacidad para mirar de cara las señales que anticipan su derrota, esas señales que quien escribió el texto parecía conocer tan bien.