Kumiko Fujimura (Osaka, Japón, 1958) reside en España desde 1990 y concretamente en la capital aragonesa desde hace 13 años. Este hecho explica que haya sido en nuestro país donde ha desarrollado su principal labor creativa y que sus obras se hayan expuesto, sobre todo, en ciudades como Zaragoza, Madrid, Barcelona, Teruel, Valencia y Lérida, aunque también han viajado a La Habana, París o, por supuesto, Tokio y Osaka.
Es en el tratamiento del movimiento, donde radica la verdadera originalidad y el profundo valor del trabajo de Fujimura pues su plasmación en el lienzo nace de una simbiosis perfecta entre la cultura de su país de origen y del de adopción: En mi trabajo intento unir la delicadeza de Japón y la fuerza de España – afirma la propia artista.
Así, en su obra encontramos, por un lado, los ecos de la mejor pintura a la tinta china o sumi-e, técnica ancestral que Fujimura conoce profundamente y practica aunque en su caso alejada de cualquier connotación zen o religiosa. Esta influencia se hace palpable en sus creaciones gracias a elementos como la aparente rapidez de ejecución, la controlada intensidad del trazo, el dominio del recorrido del pincel -obtenido a base de la repetición infinita de cada motivo-, la plasmación del instante, la espontaneidad, la búsqueda equilibrada de los espacios vacíos o la eliminación de todo lo innecesario y superfluo. Fujimura lleva hasta sus últimas consecuencias todos estos valores, construyendo unas imágenes leves y sencillas que remiten a un estado de paz interior y de silencio que insinúan más que concretan, que sugirieren más que imponen...
(…) Fue en España donde conoció y empezó a utilizar la técnica del acrílico, empleada como base para todas las obras de la exposición que ahora nos ocupa. Sin embargo, Fujimura lejos de adoptar sin más este procedimiento pictórico, ha sabido combinarlo con la tinta china, adaptándolo a sus necesidades plásticas al permitirle trabajar con gran velocidad y captar con mayor naturalidad los gestos de las figuras, así como también alcanzar un marcado contraste –casi monocromo como sería habitual en el sumi-e- entre las figuras y los fondos, aunque empleando, sobre todo, el lienzo como soporte en lugar del papel.
Laura CLAVERÍA GARCÍA Resumen de: Revista Número 10 | Panorama de Arte | Exposiciones | Kumiko Fujimura. Movimiento y silencio. http://www.aacadigital.com
Hay cosas que se llevan decididamente mal, como la suciedad y el mar, las vallas publicitarias y los campos de trigo, los políticos y los coches de lujo. Otras son aparentemente contradictorias, pero en el contraste reside su belleza, el sol de invierno, los claros de luna, el amor y el tiempo. La pintura de Kumiko Fujimura se coloca en el punto extremo de dos fuerzas contradictorias y logra ser lo que busca cuando se produce el precario equilibrio entre ellas. Son el trazo único, definitivo, ese que quería automatizar Matisse, y la casualidad, el azar, entendido como la parte de indeterminación que se produce al emprender cualquier acción, más si es pictórica y se basa en la mancha, la tonalidad difuminada, el contorno vacilante. Máximo cuidado en la ejecución, pero al tiempo un desafío insobornable a lo impredecible; conciencia, pues, de su poder creador, pero también humilde abandono a lo contingente: modestia y orgullo, puro equilibrio, pintura pintada que no pierde de vista la figuración, vida vivida.
Javier Brox
Kumiko Fujimura era artista antes de que nos conociéramos.
Su vida en España, en Madrid concretamente, y sus estudios de Bellas Artes le dieron ya un conocimiento profundo de la cultura y la vida españolas.
Cuando nos conocimos, ella siempre pensó que era afortunada por poder estudiar a fondo el español y poder profundizar en un idioma que ya conocía. Sin embargo, los afortunados fuimos todos aquellos que la conocimos: ciertamente el español no es un idioma fácil, pero su talento y entrega en lides lingüísticas también dieron muy buenos resultados.
Recuerdo que un día nos trajo a clase unos cuadros que había pintado –eran óleos, pero también había siluetas y movimientos- y le acompañaba su hija, que en aquel momento vestía de uniforme colegial. Y recuerdo que nos preguntamos si acaso Kumiko podría dejar de ser una artista en algún momento de su existencia.
Visto lo visto, es fácil colegir que no.
Andrés Guerrero