sábado, 21 de enero de 2012

Muere Vincenzo Consolo

Muere Consolo a 79 años. La web Satisficcion lo recuerda con el bien cincelado incipit de Retablo, una de sus novelas, publicada en 1987, también editada en España (Editorial: Aleph Editores/Páginas: 172/Año: 1995/Precio: 12.62 €/EAN: 9788476691915)

Rosalia. Rosa e lia. Rosa che ha inebriato, rosa che ha confuso, rosa che ha sventato, rosa che ha róso, il mio cervello s'è mangiato. Rosa che non è rosa, rosa che è datura, gelsomino, bàlico e viola; rosa che è pomelia, magnolia, zàgara e cardenia. Poi il tramonto, al vespero, quando nel cielo appare la sfera d'opalina, e l'aere sfervora, cala misericordia di frescura e la brezza del mare valica il cancello del giardino, scorre fra colonnette e palme del chiostro in clausura, coglie, coinvolge, spande odorosi fiati, olezzi distillati, balsami grommosi. Rosa che punto m'ha, ahi!, con la sua spina velenosa in su nel cuore.
Lia che m'ha liato la vita come il cedro o la lumia il dente, liana di tormento, catena di bagno sempiterno, libame oppioso, licore affatturato, letale pozione, lilio dell'inferno che credei divino, lima che sordamente mi corrose l'ossa, limaccia che m'invischiò nelle sue spire, lingua che m'attassò come angue che guizza dal pietrame, lioparda imperiosa, lippo dell'alma mia, liquame nero, pece dov'affogai, ahi!, per mia dannazione. Corona di delizia e di tormento, serpe che addenta la sua coda, serto senza inizio e senza fine, rosario d'estasi, replica viziosa, bujo precipizio, pozzo di sonnolenza, cieco vagolare, vacua notte senza lume, Rosalia, sangue mio, mia nimica, dove sei?
Vincenzo Consolo - Retablo

jueves, 19 de enero de 2012

Kassan es un trasatlántico siempre en el puerto no marítimo de Zaragoza. Un no crucero por el Ebro

Los he visto en Cádiz, atracados en el puerto, pegados al borde como coches aparcados junto a la acera. Son inmensos, brutales, a nada que te acerques un poco ocultan el cielo y te invade la sensación de que estás en la calle de una gran ciudad rodeado de edificios.showNextPhoto() Eso si no fuera por el olor del mar, que no logran esconder. Pero no son tampoco ágiles cuando vuelan, como el albatros de Baudelaire, incluso en medio del mar tienen el aspecto de una espinilla en el azur. Cuanto más lejos mejor, porque en la distancia podrían con suerte pasar inadvertidos, ser tomados por un barco de pesca. Yo que vivo en una urbanización, Kassan, pienso que un crucero es lo más parecido a su transformación en un iceberg errante, con las tiendas de los pasajes y el supermercado Día incluido, claro que allí tendría todo que subir de categoría por lo menos cuatro o cinco pisos. Aunque, bien pensado, hasta en estos falansterios del ocio, pequeñas ciudades felices por decreto, hay semisótanos y viviendas con poca luz, las de los que duermen por debajo del nivel del mar. Supongo que como pasa en las ciudades, sus inquilinos serán los que más visiten los bingos y los billares.

Cuando se acercan a puerto, bajan de la nave grupos de extranjeros, más ancianos cuanto más extemporáneo es el periodo del año para viajar, que se desplazan en grupo por la ciudad, a menudo con gorras o pines que les identifican como cruceristas. Sabes que solo podrás disfrutar de su visita durante un rato y por eso suelen ser pasto de hechos extraordinarios, como robos excelentes, ligues fulgurantes o intempestivas visitas de vendedores de los objetos típicos más insospechados. Esta tendencia a acercarse a puerto (Vid. galería de fotos de Repubblica), a mezclarse moderadamente con los animales de tierra que siguen envueltos en sus rutinas diarias está quizá en el origen de la querencia por ceñirse a la costa que tan cara ha costado al Costa Concordia hace pocos días en Italia. El pase torero del capitán Schettino parece que es frecuente en los cruceros.

showNextPhoto()Fuente

En Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, una especie de versión entre periodística y alucinada de la Divina comedia en clave de Crucero por el Caribe, Foster Wallace despliega su ingenio, por momentos cansino, para retratar el universo variopinto que puebla la nave. Concluye, arrepentido y mucho más lejos que Dante del paraíso y de la sabiduría, que no volvería a apuntarse a otra semejante.  

Foster Wallace, David, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer

Editorial Mondadori
Colección DeBols!llo (2003)
160 páginas
ISBN: 8497592158

 

He aquí un párrafo de malogrado Wallace, que acabó suicidándose, quizá, ahora lo entiendo, como un aviso para navegantes.

Me embarqué en un crucero de siete noches por el Caribe a bordo
de un barco que estaba tan limpio y blanco que parecía que lo hubieran
hervido. El color azul de las Antillas occidentales varía entre el azul
de manta infantil y el azul fluorescente: lo mismo que el cielo. Las
temperaturas eran uterinas. El sol parecía regulado de antemano para
nuestra comodidad. La proporción tripulación-pasajeros era de 1,2
tripulantes por cada dos pasajeros. Era un crucero de lujo. Este producto
no es un servicio ni una serie de servicios. Ni siquiera es una semana
de diversión. Es más bien una sensación. Es un producto bona fide: se
supone que esa sensación debe producirse en ustedes: una mezcla de
relajación y estimulación, de indulgencia tranquila y de turismo frenético,
esa mezcla especial de servilismo y condescendencia que se vende bajo las conjugaciones del verbo cuidar. Este verbo salpica los diversos folletos: «Como nunca antes lo han cuidado», «Nuestros jacuzzis y saunas están para cuidarlo», «Deje que lo cuidemos», «Cuídese en los céfiros templados de las Bahamas».

Pero hay algo insoportablemente triste en los cruceros de lujo. A bordo del mío, sobre todo de noche, con toda la diversión organizada, la amabilidad y el ruido del jolgorio, me sentí desesperar. La palabra se ha banalizado ahora por el exceso de uso, pero es una palabra seria y la estoy usando en serio. Para mí, desesperar denota un extraño deseo de muerte combinado con una sensación apabullante de mi propia pequeñez y futilidad que se presenta como miedo a la muerte. Tal vez se parezca a lo que la gente llama terror o angustia. Pero no acaba de ser como esas cosas. Se parece más a querer morirse a fin de evitar la sensación insoportable de darse cuenta de que uno es pequeño, débil, egoísta y, sin ninguna duda posible, se va a morir. Es querer tirarse por la borda. No me parece un accidente que los cruceros de lujo atraigan sobre todo a gente mayor de cincuenta años, para la que su propia mortalidad ya es más que una abstracción”.

Y un sketch cómico con referencias a no pocos detalles de lo ocurrido, entre la sátira, la ironía y la denuncia:

martes, 17 de enero de 2012

¿Es el enemigo? ¿Uds. podrían parar la guerra un momento? Las conversaciones de Schettino, comandante del crucero Costa Concordia con De Falco, la autoridad militar del puerto de Livorno.

Las conversaciones del comandante Schettino con la autoridad militar del puerto de Livorno, que se hizo cargo del salvamento de los pasajeros de la nave naufragada, recuerdan a ese chiste del que se levanta por la mañana y no quiere ir al colegio. Acuciado por una voz femenina, que bien podría ser la de una madre, se muestra reticente a ponerse en marcha, hasta que al final le tienen que recordar que él no puede hacer pirola porque es el director del cole. Si no fuera por lo trágico de la situación uno podría reírse a mandíbula batiente, pero aquí ocurre justo lo contrario que en las películas cómicas, en las que aceptado el pacto de ficción puedes partirte de risa con los accidentes y desgracias. A poca distancia de donde Schettino decía  a Di Falco que se encontraba su lancha estaba muriendo gente.
Pero es que todo en el accidente parece apuntar a una mezcla de vida ficticia, o mejor dicho, impostada, por parte de este comandante, que para hacer la gracieta Felliniana de acercar el crucero al pueblo del que era el jefe de cocinas de su tripulación, puso en suspenso su sentido común.


La escena del trasatlántico de Amarcord

Digo sentido común, porque no sé si también dejó de lado su prudencia marinera. Lo cierto, es que a través de la conversación telefónica se intuye la figura de quien quiere escurrir el bulto aparentando no poder echárselo a las espaldas por causas ajenas a su voluntad.
He aquí el video de una de las conversaciones  mantenidas entre los dos personajes citados, paradigma de dos actitudes opuestas, la del cumplidor y la del incumplidor del deber, y a renglón seguido una  transcripción casi completa de lo dicho:


Fuente
De Falco: «Sono De Falco da Livorno, parlo con il comandante?
Schettino: «Sì, buonasera comandante De Falco»
De Falco: «Mi dica il suo nome per favore»
Schettino: «Sono il comandante Schettino, comandante»
De Falco: «Schettino? Ascolti Schettino. Ci sono persone intrappolate a bordo. Adesso lei va con la sua scialuppa sotto la prua della nave lato dritto. C'è una biscaggina. Lei sale su quella biscaggina e va a bordo della nave. Va a bordo e mi riporta quante persone ci sono. Le è chiaro? Io sto registrando questa comunicazione comandante Schettino...».
Schettino: «Comandante le dico una cosa...»
De Falco: «Parli a voce alta. Metta la mano davanti al microfono e parli a voce più alta, chiaro?».
Schettino: «In questo momento la nave è inclinata...».
De Falco: «Ho capito. Ascolti: c'è gente che sta scendendo dalla biscaggina di prua. Lei quella biscaggina la percorre in senso inverso, sale sulla nave e mi dice quante persone e che cosa hanno a bordo. Chiaro? Mi dice se ci sono bambini, donne o persone bisognose di assistenza. E mi dice il numero di ciascuna di queste categorie. E' chiaro?
Guardi Schettino che lei si è salvato forse dal mare ma io la porto... veramente molto male... le faccio passare un'anima di guai. Vada a bordo, cazzo!»
Schettino: «Comandante, per cortesia...»
De Falco: «No, per cortesia... lei adesso prende e va a bordo. Mi assicuri che sta andando a bordo...».
Schettino: «Io sto andando qua con la lancia dei soccorsi, sono qua, non sto andando da nessuna parte, sono qua...»
De Falco: «Che sta facendo comandante?»
Schettino: «Sto qua per coordinare i soccorsi...»
De Falco:
«Che sta coordinando lì? Vada a bordo. Coordini i soccorsi da bordo. Lei si rifiuta?
Schettino: «No no non mi sto rifiutando».
De Falco: «Lei si sta rifiutando di andare a bordo comandante?? Mi dica il motivo per cui non ci va?»
Schettino: «Non ci sto andando perché ci sta l'altra lancia che si è fermata...».
De Falco: «Lei vada a bordo, è un ordine. Lei non deve fare altre valutazioni. Lei ha dichiarato l'abbandono nave, adesso comando io. Lei vada a bordo! E' chiaro? Non mi sente? Vada, mi chiami direttamente da bordo. Ci sta il mio aerosoccorritore lì».
Schettino: «Dove sta il suo soccorritore?»
De Falco: «Il mio soccorritore sta a prua. Avanti. Ci sono già dei cadaveri Schettino».
Schettino: «Quanti cadaveri ci sono?»
De Falco: «Non lo so.. Uno lo so. Uno l'ho sentito. Me lo deve dire lei quanti ce ne sono, Cristo».
Schettino: «Ma si rende conto che è buio e qui non vediamo nulla ...».
De Falco: «E che vuole tornare a casa Schettino? E' buio e vuole tornare a casa? Salga sulla prua della nave tramite la biscaggina e mi dica cosa si può fare, quante persone ci sono e che bisogno hanno. Ora!».
Schettino: «(...) Sono assieme al comandante in seconda».
De Falco: «Salite tutti e due allora. (...) Lei e il suo secondo salite a bordo, ora. E' chiaro?».
Schettino: «Comandà, io voglio salire a bordo, semplicemente che l'altra scialuppa qua... ci sono gli altri soccorritori, si è fermata e si è istallata lì, adesso ho chiamato altri soccorritori...».
De Falco: «Lei è un'ora che mi sta dicendo questo. Adesso va a bordo, va a B-O-R-D-O!. E mi viene subito a dire quante persone ci sono».
Schettino: «Va bene comandante»
De Falco: «Vada, subito!»

Y es que hasta el tono de voz Schettino, bajo arresto domiciliario en este momento,  es el del galán cómico, tragicómico, quiero decir:
Vea, compare, y si encuentra algo mejor, viaje con otra compañía de cruceros en la que los comandantes no se parezcan demasiado a los de las series de televisión, y recuerden a los tripulantes de Aterriza como puedas:


 

domingo, 15 de enero de 2012

Pecios del Costa Concordia. Hoy no me puedo levantar

He pasado una mala noche y todavía estoy acostado. Llegué a casa borracho como una cuba y me he despertado encima del sofá, con la oreja sobre un cenicero. No me atrevo a cambiar de postura, porque no sé qué puede pasar si intento ponerme de pie. Si mi letra es mala se debe a la incomodidad que conlleva escribir así, aunque con la marea alta la almohada ha mejorado algo. Dos de los zapatos están ahí porque me los quité al entrar, antes de encallar. El otro, ya llevaba tiempo desparejado. Cosas del perro, que por cierto, no se ha atrevido ni a despertarme, o no lo ha conseguido.
Leo en mi tableta, regalo de los Reyes, que el dueño del local salió pitando en cuanto empezó el follón. No avisó ni a los camareros de lo que estaba pasando. Parece ser que lo han detenido.
 
Giglio, sulla spiaggia gli oggetti del naufragio