viernes, 1 de junio de 2012

Otras tres fotos del coro y un inventario sentimental de voces.

Clica para consultar el programa del recital, el curriculum vitae de la directora y el nombre de los componentes del coro.
Clica para ver las primeras fotos publicadas.
Visto el alto número de visitas a las fotos del recital, publico las que me quedaban, aunque sean muy parecidas. La fotos fueron hechas con el teléfono móvil de M. José Morte. Adorno la entrada con un inventario, ya publicado hace unas semanas, de voces que me han sido muy entrañables en algún momento de mi vida:
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Inventario de voces (resumen de una vida inconclusa):

1. Cuando preguntas, contenida, a través de la puerta, si estoy ahí;
2. La de los arrieros que al atardecer oyó Gil-Albert;
3. Aquella vez que dijo algo, no sé qué, invisible ella en medio de un grupo, supe que había venido, dejé de leer el periódico y fui feliz;
4. Cuando, yo con anginas, tú me tarareabas “A la luz del cigarro voy al molino”; 
5. Mi hija, ronca, de vuelta a casa tras una larga noche de fiesta, que dice, ¡hola papá!;
6. Rapunzel, encerrada en su torre sin puerta ni ventana, enamorada de un príncipe que oye cantar a lo lejos;
7. Desde la cama, a oscuras, la confusa discusión de mis padres. Un portazo al final;
8. Nina Simone, dulcemente áspera,  Love me, love me, say you do!;
9. Bette Midler, dibujando mi deseo adolescente, en Do you wanna dance?;
10. El descubrimiento, ¡oh, sorpresa!, a los 30, de mi odioso retintín, de cura reprochón, gracias a una película que grabamos de Alicia, sin caer en la cuenta de que no solo se estaban grabando las imágenes;
11. Marcia, la protagonista de Némesis, la novela de Ph. Roth, al teléfono, cantando una nana a su novio, enfermo de polio, todavía latente. Una voz, por tanto, que nunca he oído;
12. Mis nombres, latiguillos, latigazos, ¡Javier, papá, hijo, señor, profesor, oiga Vd., no escuchas, no chilles, no hables de una habitación a  otra, si quieres decirme algo ven aquí!;
13. Roco, el perro que una vez cantó una canción de Enya, allá por el 2001, imitándote;
14. Alicia, en plena noche, con un pijama manta amarillo, junto a nuestra cama, de viaje desde su cuna, ¡(A)quí (es)toy!;
15. Yo, que grito, ¡mía!, porque quiero dar un buena volea y quedarme a gusto, bien a gusto;
16. La voz imaginada de Clelia, en La cartuja de Parma;
17. La envidia de la voz de Miguel, ligeramente nasal, tan mal amigo después;
18. Dos actores doblados por el mismo doblador, uno, una gran estrella y el otro, un buen secundario. Darme cuenta de que son el mismo;
19. Ricardo Vázquez Prada, pocos meses antes de morir, en una canción dedicada a su nieta, con la voz más joven que nunca le había oído;
20. Dinio y su acento cubano, ¡Mi amoor!;
21. Melanie, hombre y mujer, en Beautiful people.




Obra de Pedro Portellano en la exposición Inéditos, 2011, La Casa Encendida (Madrid).

miércoles, 30 de mayo de 2012

El paraíso solo existe en el recuerdo

 

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Detalles:

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We were walking in paradise
Never did notice
Blind in the buddha land
Looking for solace
We had been told of a place
Far beyond this vale of tears
We could never have guessed
We were already blessed
There we were, where we are
In the garden

(Up er mai, James Taylor)

martes, 29 de mayo de 2012

Pies fuera. Olvidarse (de) los zapatos o el patuco cuando llega el buen tiempo.

Llega el calor estable y aparecen los pies, desesperados de tanto estar Foto0643ocultos por el frío y la timidez del invierno. Los más comedidos optan por un primer paso antes de atreverse a desnudarlos, empiezan por abandonar el calcetín, pero todavía lo mantienen cubierto con calzado de tela o calado, como si hubieran cambiado el edredón por una colcha de entretiempo, mi-saison. Ayer, en la parada del bus, había una señora con sandalias y medias de cristal, con las uñas pintadas de rosa metálico, todo un espectáculo de indecisión, de timidez pedestre, unas uñas como esas a través de una pantalla de seda son como una mano que se estrecha con guantes.

Antes, al llegar el calor, me fijaba en los escotes, eran el solsticio de verano de mi sensualidad, pero de un tiempo a esta parte, quizá porque, como las Foto1949carnes, también se me ha caído al suelo la mirada,  no veo más que pies en sandalias étnicas, de tirilla, de pulsera, de esparto o de piel, compradas en selectas zapaterías o en los chinos. Los pies que llevan puestos esas sandalias suelen estar muy cuidados y sin durezas, con las uñas pintadas, sean como sean, rebeldes o sumisas, indignadas, socialistas o peperas. Quizá, esos talones lijados, sin atisbo de aquellas dolorosas grietas de hace veinte o Foto2598treinta años, la escasez de juanetes, hoy casi una especie protegida, sean uno de los síntomas más claros del progreso del bienestar en España, porque nada retrata mejor a un pobre que sus manos y sus  pies, convertidos en un escudo coriáceo contra el suelo, más que en un sensible punto de contacto placentero con la tierra. El futuro es incierto, puede ser que vuelvan a florecer los zapateros remendones con sus philips y olor a cola, puede que volvamos a comprender cuánto se puede querer a los zapatitos viejos. Quizá, un salto atrás como ese, sería, en el fondo, un buen síntoma, lo que llaman crecimiento sostenible, moderación en el consumo, el final de los carros repletos de colesterol del Hipercor por navidad o repletos de productos ortodietistas, que también los hay.

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Pero, me alejo de los pies, esos benditos que nos ponen en contacto con el suelo y que nunca nos dejamos olvidados en casa ajena. Gafas, paraguas, carteras, jerséis, hasta bolsos, sobre todo de hombre, abrigos, teléfonos móviles, todo puede quedarse en el cine, el bar, en casa de la suegra, pero no conozco a nadie al que se le haya olvidado un zapato que llevara puesto y se le hubiese caído o se hubiese quitado para dar recreo a los pies. Por eso, bienaventurados sean los niños y los locos, los únicos que son capaces de volver a casa descalzos, dispuestos a prescindir hasta de las sandalias, los únicos dispuestos a vivir en contacto permanente con el suelo, consigo mismos.

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lunes, 28 de mayo de 2012

C’era una volta in America, Érase una vez en América, Il était une fois en Amérique, Once upon a time in America, de Sergio Leone, con 26 minutos más.

Parece ser que la música de la película, de Ennio Morricone, estaba ya compuesta diez años antes del rodaje y acabó sirviendo para que los actores entendieran mejor el tono de lo que estaban representando. Y es que la showNextPhoto()elaboración del guión duró doce años, el desarrollo de la idea unos veinte y el rodaje doce meses. Todo un despropósito para conseguir una obra excepcional, que justifica toda la vida de un creador, perfecta y comedida en sus numerosas digresiones, de avance lento pero inexorable hacia el único triste final que cabía esperar, el suicidio en un camión de la basura del traidor.

showNextPhoto()Si tuviera que decir de qué trata, diría que de la amistad que nace en la adolescencia y no suele sobrevivir, porque alguno de los de la pandilla es un hijo puta, o está acomplejado, o es envidioso, o es un trepa, de la amistad de gángsteres en ciernes que creían en la lealtad entre ellos como en una religión necesaria. Ah, y del amor. Por cierto, la escena del restaurante, está rodada en Venecia, una de las muchas localizaciones de la película, quizá por eso recuerda tanto a Scott Fitzgerald, pero también un poco a Thomas Mann, o mejor, tanto a Visconti como a la peli de Clayton, The great gatsby, con guión de Coppola.

La versión en dvd que tengo delante dura 220 minutos aprox. Parece ser que el  montaje original duraba diez horas, que pasaron a ser seis después de una primera poda. Esa versión es la que Leone quiso distribuir en dos partes de tres horas cada una. Pero, después, le obligaron a recortar la peli todavía más para el mercado europeo, hasta las tres horas y 49 minutos. La versión 'C'era una volta', le scene inedite a Cannesamericana se quedó en los huesos,  en dos horas y 19 minutos, y además con un montaje cronológico que contrarió a Leone. La versión que se acaba de presentar en Cannes (el festival en el que fue estrenada hace 28 años)restaurada  gracias a la filmoteca de Boloña, a la Fundación presidida por M. Scorsese y  a los herederos y colaboradores de Leone, con 26 minutos más, incluye escenas que Leone debió estar lamentando haber desechado los otros cinco años que vivió después del estreno de su obra.

Scorsese seguramente incluiría C’era una volta in America entre las películas de los directores infiltrados que logran hacer cine personal bajo capa de los dictados de la gran industria cinematográfica, lo mismo que ha intentado él, hasta el extremo, en el caso de Shutther Island. Lo digo por lo que explica en A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies (I, II, III), donde habla de directores integrados, rebeldes y rebeldes que aparentemente se integran, pero en realidad subvierten las técnicas narrativas y el significado profundo de la cinematografía convencional.

(Fuente de las fotos)

Sobre las escenas añadidas:

La entrevista que De Niro concedió a TV5 en ocasión de la presentación de la nueva versión restaurada de la película:

Me pregunto si la versión en seis horas llegará alguna vez a las tiendas a un precio razonable. Hay libros, los más bellos, que duran mucho, que se acercan a las mil páginas o las pasan, pero que siempre da pena acabar, El Quijote, La cartuja de Parma, Guerra y Paz, Vida y destino, Resurrección, Me casé con un comunista, Pastoral americana, La mancha humana –las tres juntas... No hay, sin embargo tantas películas con las que ocurra lo mismo y que duren desmesuradamente. Seis horas de Érase una vez en América, sin duda, despertarán esa pena que solo se produce al final, cuando se ha pasado el tiempo suficiente juntos y muy a gusto.