sábado, 6 de septiembre de 2014

Las cosas de Nicanor Parra, que ayer cumplió cien años, no más, y la muerte y la doncella, el poeta y la muerte. Cuando la librería americana de París (Shakespeare and company) cierra sus puertas. Reedición de entradas.



La doncella:
¡Lárgate, ah, lárgate!
¡Vete, cruel esqueleto!
¡Soy aún joven, sé amable y vete!
¡Y no me toques!
La muerte:
¡Dame tu mano, dulce y bella criatura!
¡Soy tu amigo y no vengo a castigarte!
¡Confía en mí! ¡No soy cruel!
¡Déjate caer en mis brazos y dormirás plácidamente!
Matthias Claudius 1740-1815

La verdad es que no sé mucho corto que aparece a continuación. Leo que la historia es simple, parecida a una anécdota entre vecinos de rellano, como cuando en Nochebuena te vas a casa deldenfrente porque te has quedado sin limones, te los da, pero a cambio se acuerda de pedirte un poco de perejil. Tan simple como eso, aunque a otro nivel: Spike Jonze, el realizador, conoció a la diseñadora Olympia Le-Tan (los libros del vídeo son, en realidad, los bolsos que diseña ella), y le pidió una tapas bordadas de  El guardián entre el centeno para colgarlas en su casa. La diseñadora aceptó, pero a cambio le pidió una película, que acabó siendo este cortoMourir Auprès de Toi. La primera que lo vi fue en un facebook amigo, deprisa y corriendo, y me pareció enclenque el tratamiento del tema de la visita de la muerte a la doncella, que tiene la lejana referencia del rapto de Perséfone, con la quecomparto el gusto por los granos de granada. El tema, por cierto,  ha dado para un compendio de las artes, música, cine, teatro. También me resultó todo demasiado mono, con demasiados libros mezclados de por medio, un cocktail sin  cuerpo,  a mayor gloria de la diseñadora de bolsos. Pero no deja de tener gracia esa muerte medio boba, que mata sin querer y que sin mérito alguno se liga a la pelirroja.



Algo parecido a la experiencia del corto me pasó con la librería que aparece al principio del corto, La Shakespeare and company, de París. Legendaria donde las haya, aunque no sea la que fundó S. Beach, hay algo en ella de demasiado previsible en su desorden, en la saturación de sus estanterías, en los personajes que la pueblan, como si el efecto turifel, ese que hace imposible que lo excesivamente reproducido en foto pueda ser verdaderamente visto en directo,  afectara incluso a quien no ha visto nunca fotografiado el objeto antes de plantarte frente a él. Basta con haberlo imaginado o soñado. Miro las pocas fotos que hice allí, intentando redescubrir la fuerza de la llamada que me llevó a acercarme, muerto de hambre, agotado de andar por la ciudad, y tan solo en las tulipas verdes sin bombilla de la lámpara encuentro un poco de la magia que me esperaba.





Caigo, sin embargo,  por casualidad de bruces en el estupendo poema de Parra, quizá porque leo que el dueño de la librería hablaba español con acento sudamericano:

EL POETA Y LA MUERTE

A la casa del poeta 
llega la muerte borracha 
ábreme viejo que ando 
buscando una oveja guacha

Estoy enfermo - después 
perdóname vieja lacha

Ábreme viejo cabrón
¿o vai a mohtrar I'hilacha? 
por muy enfermo quehtí 
teníh quiafilame I'hacha

Déjame morir tranquilo 
te digo vieja vizcacha

Mira viejo dehgraciao 
bigoteh e cucaracha 
anteh de morir teníh 
quechame tu güena cacha

La puerta se abrió de golpe: 
Ya - pasa vieja cufufa 
ella que se le empelota 
y el viejo que se lo enchufa

               
de Hojas de parra (Santiago, Ganímedes, 1985)

El poema recitado por N. Parra:


Y a pesar de que me pierdo parte del sabor a causa de mi desconocimiento del español de Chile, me quedo encantado con el trato entre estos dos viejitos. Nada de doncellas seductoras de la muerte, sino la historia canónica, la de la llegada de la guadaña a casa de quien sea y, previo buen rato pasado juntos, despedida definitiva de estos pagos. Será la edad...Hasta el video zarrapastroso que encuentro me gusta.

jueves, 4 de septiembre de 2014

La llamada de placer. Perro espléndido, ¡expulsa a los idólatras!


Chienne splendide, écarte l'idolâtre! (P. Valéry, Le cimetière marin)

Perra espléndida, ¡expulsa a los idólatras! (Trad. J. Guillén)

Ningún verano como aquel. Fue en un pueblo de mar. Dos o tres años tenía y yo no me había hecho aun con él, no lo había aceptado, no transigía con los cambios impuestos por su presencia en mis rutinas, mis manías. Me jodía tener que madrugar como nunca, todos los días, sin excepción.
Ay, pero descubrí una playa casi virgen, sin gente, sin vigilantes, solo con el Atlántico como horizonte, dividido en franjas de tonos azules que acababan fundiéndose con el cielo. El primer día estaba juguetón, me provocaba. Me cogió el bolso y no sé como lo volcó en la orilla. Cayeron las llaves, la cartera, un billete  que llevaba...y no pude atender a todo, los cincuenta euros se los llevó una ola. Llamé por teléfono para desahogarme. Me desgañitaba, me cagaba en todo. Mi voz ronca debía llegar confusa,  una parte se perdía con el viento, sur, levante rolando, poniente, que sé yo. Estaba de mala hostia, pero al otro lado se reían, intentaban calmarme. Y él quería seguir jugando, no entendía de euros, solo de la arena, del agua, de la espléndida mañana, me enseñaba lo que había olvidado, el placer que escondía la playa de Conil de la Frontera, al otro lado del río, a las nueve menos cuarto todavía. Por fin nos bañamos juntos, pero me arañaba, se me pegaba, no me dejaba nadar... y también tardé dos o tres día en aprender, en aceptar que tenía que mover las patas sin parar, en acomodarme a sus jadeos, a su feliz inquietud: salía, entraba, chocaba de pecho con las olas y después se alejaba a nado, con una respiración acompasada y la mirada atenta, se metía demasiado, y yo, como un padre preocupado, empezaba a inquietarme, le llamaba, le advertía, le prometía castigos.
Nunca he sido tan feliz como en el mar de Asturias de pequeño. Uno de los los dolores mayores de mi vida adulta ha sido ver cómo se alejaban aquellos días, aquella playa, aquellas mareas, el Castro batido por las olas, las lapas, las pozas y el riachuelo que se fundía su agua con el agua salada del mar. En la playa de Conil, cuando me volcó el bolso, yo era ya mayor, adulto, había aceptado el final de la infancia, me quería responsable, aceptaba ser un trabajador, padre, marido, leía el periódico, hablaba de política, me preocupaba por las facturas y protestaba en el banco por las comisiones. Para compensar, me permitía ser irónico, exigente, malhumorado a ratos. Él me enseñó a desandar esos caminos, me abrió, como tantas veces ha hecho más adelante, vías de escape. Me dijo, sí, yo me dejaré poner el lazo, entraré en el coche, comeré la comida seca que me das, y te obedeceré de vez en cuando. Tú, por tu parte, tú seguirás trabajando, volviendo a casa por la tarde, tendrás descendencia y lucharás por vivir en pareja, votarás incluso en las elecciones, pedirás aumento de sueldo, comprarás El País casi todos los días de tu vida. Pero ahora estamos aquí, frente al inmenso mar que deja a nuestros pies el aliento de sus olas, el sol nos ciega y el cielo nos hipnotiza, vamos al agua. Tu playa de Asturias es mi futura playa de Conil, comparte conmigo tu recuerdo, que yo comparto contigo mi presente, vuelve a ser feliz.

Un labrador que sabe el camino del mar corre hacia el agua (Fuente):


domingo, 31 de agosto de 2014

Se acaban las vacaciones

 

IMGP4215

Por razones que no vienen al caso, llevo casi todo el verano trabajando, y no creo que a partir de mañana, primer día después de las vacaciones, lo vaya a hacer más. Pero una cosa es trabajar en casa y otra muy distinta tener que sujetarse a horarios impuestos, a actividades rutinarias, a tiempos muertos indeseados, pasar lista, fotocopiar exámenes, dar instrucciones una y otra vez.

Mañana daré un pequeño grito de horror y después, como buen chico cumplidor, me resignaré, cumpliré, intentaré ser amable sin sobreactuar, flexible con las peticiones, etc., pero al llegar a casa, si me quedan las fuerzas, será cuando cuando disfrute de verdad trabajando, preparando clases, intentando poder estar al cabo de pocas semanas a la altura de lo que espero de mí, que la exigencia, como la procesión, va por dentro.