"Frente a todo ello un hecho permanece, sin embargo, incontrovertible: la representación del cuerpo humano en la pintura y la escultura del Quattrocento (con importantes legados en el siglo anterior y, todavía, fuertes influencias en el siguiente) significa una etapa con atributos estéticos estrictamente propios y diferenciados.
El cuerpo humano es, por antonomasia, la unidad simbólica del Renacimiento. Y ello no solamente porque en él se manifiesta una nueva individualidad, según la indesmentida tesis de Jakob Burckhardt, sino, principalmente, porque en él se materializan tanto las distintas doctrinas teóricas como las múltiples manifestaciones artísticas del Quattrocento. Precisamente lo que otorga homogeneidad al movimiento humanista (que en realidad alberga en su seno muy distintas corrientes filosóficas) es la confianza, inédita desde la Antigüedad, en la integridad física y psicológica del hombre. Idea que, en la primera mitad del siglo XV, germina paralelamente a la revolución estética que, también basada en aquella integridad, tiene lugar en Florencia de la mano de hombres como Masaccio, Masolino, Brunelleschi, Jacopo della Quercia o Donatello".
ARGULLOL, R., El Quattrocento. Arte y cultura en el Renacimiento italiano, Montesinos, Barcelona, 1988., p. 9)
Cada uno de nosotros, en una especie de ejercicio de autocompasión adolescente, suele tener una relación privilegiada con una parte de su cuerpo. No suelen ser órganos internos, a menos que la vocación cirujana sea muy marcada, sino piezas pequeñas del conjunto, como
mi boca, mi nariz, mis ojos, mis manos, mis..., cuyos nombres nos decimos a nosotros mismos con un mayor afecto que cuando nos referimos, por ejemplo, a los codos, al ombligo, las rodillas, los …
En ese sentido, el retrato renacentista presenta a menudo la nariz como protagonista de la cara. Basta echar un vistazo a la
galería de imágenes que reproduce L’Espresso con obras presentes en la exposición que el Met
está dedicando al retrato italiano del siglo XV para darse cuenta. He aquí un collage ilustrativo con prominentes apéndices de hace más de seiscientos años, por lo demás tan frecuentes aún hoy en día en aquel país. He perdido más de dos horas en hacerlo:
No choca en absoluto que siglos más tarde, Paolo Conte,
aficionado poético al detalle revelado, escogiera aquel
naso triste da italiano allegro (esa nariz triste de italiano alegre) para
retratar a Bartali como uno de los prototipos físico-sentimentales al uso entre sus compatriotas.
Parafraseando a Pavese, pero adelantando la edad de la responsabilidad, se podría decir que desde el final de la adolescencia uno debe hacerse cargo de su nariz, asumirla como rasgo que imprimirá carácter en todos los actos de la vida futura. Mal lo tiene en el trato consigo mismo quien no sabe fundirse con ella, para, por supuesto, ignorarla a continuación en su vida cotidiana.
Es lo que hace hizo, por ejemplo, F. Battiato. Narigón italiano donde los haya, cuenta que la forma actual de su apéndice se debe más a la fortuna que a la natura, pues es fruto de un enorme golpe. Tras el porrazo con el poste de una portería de fútbol, Franco quedó inconsciente. Qué ocurrió entonces es algo que no dice en la entrevista de la que saco esta información, pero debió verse sometido a un rito de tránsito entre la chata vulgaridad provinciana
(...guardavo di nascosto i saggi ginnici nel tuo collegio) y la pronunciada inspiración poético musical que le caracterizaría en el futuro, un rito que dejó
como rastro la nueva forma de su apéndice. Otros necesitan de más tiempo para perder su naricita y llegar a tener un buen par, pero a él le bastó menos de una hora para metamorfosearse, y además lo hizo dormido, que es como se crece mejor. En 1988, cuando sacó el disco
Fisiognomica escogió para la portada una foto anterior a su caída del poste, quizá para señalar hasta qué punto el porrazo había marcado un hito en su vida.
Años más tarde, antes de publicar
Caffé de la Paix en 1993, cuando su aspecto se había ya Mahmudahmadineyadizado notablemente, un cirujano le propuso cambiarle la cara, nariz incluída. Cabe pensar que el precio de la reducción del caballete nasal a martillazos, que es como se hacía, incluía pequeños retoques en otras zonas, quizá las orejas, de las que andaba también bien provisto
(Vedo... da
il grado di coscienza nei muscoli del collo e nelle orecchie). La reacción de Battiato, que de quién sabe sospecharía que era emisario el médico, fue de rechazo, pero la idea de cambiar de jeta le hizo gracia y aprovechó los fotomontajes del cirujano con el previsible resultado de la intervención para la portada del disco. Así es como lo cuenta él mismo en declaraciones a
Corriere della Sera:
"Un giorno un noto chirurgo plastico venne da me con un progetto di rifacimento del mio volto, centrato soprattutto sulla riduzione del grande naso. C' era un disegno che mi ritraeva... dopo l' intervento. Provai orrore e non presi in considerazione l' idea di operarmi, pero' questo Battiato apparentemente uguale, ma con qualcosa di diverso che a prima vista non si notava, mi colpi' . Cosi' ho deciso di usare il Battiato col naso ridotto come copertina del prossimo album. Spero che il chirurgo non se n' abbia a male"
No quisiera terminar este canto a la autocompasión y fusión de uno mismo con cualquiera que sea su órgano predilecto, que se convertirá en emblema de su destino, sin recordar que en el mundo
del pop-rock la nariz ha jugado un notable papel.
Piensen si no en las caras de Zappa, Lennon, Dylan, Gaber y tantos otros y díganme qué es lo primero, o tal vez segundo, pero a poca distancia, que ven. Otro pequeño collage puede dar testimonio de ello: