“Yo creo bastante en la eficacia de la impertinencia, sobre todo en la de determinadas opiniones impertinentes… En cierto modo esas opiniones son, por impertinentes, las más útiles, las más atractivas. Si las opiniones se matizan, pues se vulgarizan, y entonces caen en el lugar común. En cierto modo, la opinión radical puede hacer daño, pero no deja de ser un extremo del campo de la opinión, lo linda… Una opinión tajante es más atractiva que una opinión mesurada. Me gusta ir por el mundo con ideas radicales. Ya que uno no puede radicalizarse en la vida pública, sí al menos en la vida privada.”
Benet, Juan, Ensayos de incertidumbre, edición de Ignacio Echevarría, Barcelona, Debolsillo, p. 477.
Qué empalagosa o, mejor dicho, qué insulsa resulta la naturaleza de las fotos de naturaleza. Cuando veo una montaña suiza, un glaciar argentino, un desierto africano usado como salvapantallas desconfío del propietario del ordenador, sobre cuyo gusto ya no me cabe ninguna expectativa halagüeña. La naturaleza del niño son las hormigas con las que juega en el parque, los mosquitos que le pican, el periquito que le regaló su tía. La del adolescente urbano de mi edad, es la naturaleza vista en alguna excursión a la sierra, algún verano en la playa, y la de los descampados, lagartijas nerviosas, algún pájaro de nombre desconocido, una cuantas ranas, los pavos reales de la Fuente del berro, los monos lúbricos y el maloliente oso polar del parque de fieras de El Retiro. Quizá, también, los gusanos de seda alimentados con hojas de morera que se obtenían a base de pedradas a las ramas. Después, vino la del cine, las grandes praderas de las películas del oeste, siempre con alguna serpiente inoportuna, Jeremiah Johnson y, un poco más tarde, Dersu Uzala. Pero nunca acabé de apreciar la de la televisión, la de los documentales, que siempre me pareció maquillada en exceso, como vestida para la ocasión. Hace poco, mi perro se metió en el estanque de un parque en pos de unos patos, a los que nunca iba a poder alcanzar, porque en cuanto se acercaba a ellos, levantaban el vuelo unos metros, y vuelta a empezar, hasta que se hartaban y se marchaban definitivamente. De repente, a una señora, en lugar de contemplar el interesante espectáculo, no se le ocurre otra cosa que llamarme la atención, pedirme que tenga cuidado, porque se asustan los patos. Así dijo, se asustan los patos. Miré al suelo, callé, y maldije a National Geographic y sus nobles comentaristas, responsables de ese amor diferido, de lonh, hacia una naturaleza inventada, que no es más que una absurda idea, sacada del mediocre folletín con que la tele ha conseguido suplantar a la realidad.
Las fotos se pueden descargar como salvapantallas si clicas en el enlace de de National Geographic Italia:
La foto de la naturaleza solo se salva si recuerda a algo, a la curiosa vecina del piso de abajo:
Fotografía de Elizabeth Plugovoy
Una ardilla a dos patas como un ser humano.
O evoca un cuadro del romanticismo alemán:
Fotografía de Michelle Valberg
Navegando por las costas de Pond Inlet, Nunavut, en Canada, encontramos este iceberg increíblemente viejo y hermoso. La luz mágica, la simplicidad y la belleza del iceberg es lo que más me gustó
O, como los cuadros, aparentemente idílicos, de Gauguin, despierta más tristeza que alegría, porque, a nada que te fijes, aparece la botella de agua mineral, vestigio del mal, presente también en la mirada de las aborígenes de los Mares del sur.
Fotografía de Thomas Zsebok
Playa de Goa, Grecia
O tiene algún raro hermoso detalle, como ese sensual sol de poniente:
Fotografía di Camille Walker
Un hombre mientras hace una gigantesca burbuja de jabón al atardecer en la isla de Balboa, California.
O te hace verte a ti mismo a algunas horas del día:
Fotografía de Ben Bronselaer
Un grupo de monos estaban jugando entre los árboles, saltando de un tronco al otro. Conseguí tomar la imagen de este ejemplar suspendido en el aire a media altura.
Foto del autor. Las telarañas del Little Palace (Actur, Zaragoza), una mañana de lluvia, a la luz de la sirena de un volquete de las obras del tranvía. Pasaba por allí, no más.
Born a poor young country boy--Mother Nature's son
All day long I'm sitting singing songs for everyone.
Sit beside a mountain stream--see her waters rise
Listen to the pretty sound of music as she flies.
Find me in my field of grass--Mother Nature's son
Swaying daisies sing a lazy song beneath the sun.
Mother Nature's son.