En la Calle de la Manifestación, a la antigua churrería le ha sido lavada totalmente la cara por unos herederos en armas de Guillermo Brown
Chaos Kids. Against adult facism. Cartel pegado en la fachada.
Una jaimitada de antología:
En la Calle de la Manifestación, a la antigua churrería le ha sido lavada totalmente la cara por unos herederos en armas de Guillermo Brown
Chaos Kids. Against adult facism. Cartel pegado en la fachada.
Una jaimitada de antología:
Apoyar a la selección, en especial a la selección de futbol, se ha convertido en la máxima expresión de afecto por la nación. Pero también existe aquel a quien la música del balón nunca le supo levantar, o quizá sea el tipo de nación que intuye que está detrás de ese apoyo lo que no le motiva. Existe incluso el que apoya al rival, una contraimagen del que, como la mayoría, va con equipo de su país. ¿Qué juicio merecen esos individuos, de qué delito son reos? ¿Por qué se ganan esa mirada que les echan los espectadores de la siguiente escena de La meglio gioventù, si hoy en día no hay caso nada tan sagrado como la propia opinión? ¿Cómo es posible escribir las cosas que escribe J. Carlin sin entrar por un instante en el fondo de la cuestión?
La escena en cuestión, subtitulada en inglés, empieza hacia el minuto uno
La fidelidad al propio equipo, que dura toda la vida, hace pensar que el patriotismo deportivo ha emulado a los patriotismos nacionales, fundados en el antagonismo, incorporando el factor de la territorialidad. El patriotismo del deporte representa, por pretendida ficción (Veblen), el antagonismo puro, vacío, sin contenido alguno, o el patriotismo genérico, indeterminado, que, de rechazo, trasluce la propia gratuidad del patriotismo armado. (R. Sánchez Ferlosio)
Repubblica promueve una votación para elegir la mejor canción del verano entre las canciones del verano de los últimos cuarenta años. Ahí es ná. Una dulce tortura para los oídos. Por suerte, no se puede escuchar más de veinte segundos de cada una de ellas. Bastan para provocar la mezcla de aborrecimiento y seducción que acompaña a melodías semejantes. Ingenio, vulgaridad, clichés, pizcas de gracia, sorprendentes hallazgos, melodías destinadas a morir el primer día de vuelta al trabajo, otras que aún perduran y muchos vagos recuerdos que como nubes de verano parece que van a traer cola, pero suelen estar cargadas con poca agua. Por eso, a veces cinco segundos bastan para pasar a la siguiente.
Por ahora, en la votación va ganando Vamos a la playa.
He aquí un popurrí de fragmentos:
Verano italiano, un estate al mare, sole, cuore, amore and the boogie; la vida es competición in a Barbie world. Voglio stare acceso with the rhythm of the night…Ma che voglia di arrivare al mare, depende, llorando estarás. Give me hope pa mi patilla, ´cause I´m a lady. Un palazzo che brucia in città, así es que vamos a la playa, oh, oh, oh, oh, oh: dormire, salutare, nuotare, troppo bella per sbagliare, Gloria, mancavi tu Ymca, apri la bocca a un guerriero ramaya del faro. E tu fatta di sguardi, pazza idea coltivare la sua rosa finché la barca va.
Nuevos graffitis adornan la ciudad. Estos están en la Plaza se S. Felipe, aunque quizá sea ya C/ Torre Nueva.
Parece ser que todo empezó porque un señora de Turín grabó cómo una mozzarella fresca, al poco de ser abierta, se pitufaba, pasando de su color natural a adquirir el tono que refleja la foto:
No es la primera vez que grandes partidas de mozzarella presentan posibles problemas sanitarios. Ayer, día 20 de junio, produjo la retirada cautelar de 70.000 quesos que, provenientes de un gran establecimiento industrial alemán, se encontraban ya en el Norte de Italia para ser distribuidos por los supermercados.
La sintonía italiana de los pitufos dice cosas como estas:
Los pitufos saben respetar a la naturaleza, vamos, vamos a intentarlo nosotros también…la naturaleza nos lo agradecerá, todo cambiará, nuestra tierra sanará, madre naturaleza siempre piensa en nosotros y todos los pitufos son amigos suyos.
La mozzarella debe ser blanca y delicada. Es un producto que tiene algo de simbólico, un termómetro de la salud y de la pureza de la tierra donde se produce, como los berberechos de las rías gallegas o las cebollas dulces de Fuentes de Ebro. Parafraseando un viejo eslogan publicitario sobre el café, la mozzarella es un placer, y si no es buena, pues vaya un placer… La cuestión de la posible contaminación de la mozzarella campana se puso de actualidad tras la publicación de Gomorra (Mondadori, 2006), libro en el que R. Saviano ponía de actualidad la alta contaminación que sufría la región debida a la acumulación de deshechos industriales ilegales. En Gomorra, por otro lado, Saviano se refiere bastantes veces a la mozzarella. En una de ellas habla de las localidades que se enorgullecen de ser las mejores productoras y de las características que delatan su calidad:
Saviano, Roberto, Gomorra, Viaggio nell´impero economico e nel sogno di dominio della Camora, Milano, Mondadori, 2006, p., 284.
La edición española de bolsillo (Debolsillo, 2010) apareció mucho antes que la italiana.
En otro capítulo, Saviano cuenta cómo un ejecutivo medio bajo de la camorra, Mariano, llevó de regalo a su ídolo, el mismísimo Kalashnikov, no sé si decir el diseñador o el inventor del fusil ametrallador homónimo, un bote lleno de mozzarellas. A Mariano, por su colaboración en un negocio, le habían prometido un mes de vacaciones, “cosí da poter realizzare il sogno di andare in Russia a incontrare M. Kalashnikov; aveva avuto persino garanzie da un uomo delle famiglie russe che aveva giurato di conoscerlo. Mariano avrebbe potuto così incontrarlo, fissarlo negli occhi, toccare le mani che avevavo inventato il potente mitra” (ibid, p., 183). Y a Mariano no se le ocurrió otra cosa que llevarle lo mejor de su tierra, el casertano:
Ibid., p., 193.
Y comieron perdices, pero quién sabe si fueron estomacalmente felices. Lo digo por el vodka, claro.