“A Dick le encanta robar. Le produce emoción; es una enfermedad. Yo también robo, pero sólo si no tengo dinero para pagar. Dick, aunque llevara cien dólares en el bolsillo, robaría una barrita e chicle” (A sangre fría, Capote Truman, Anagrama, 2009, p. 367)
En los buscadores aparecen como versiones screener, de screen, pantalla, claro. Son las copias ilegales de las películas que han sido grabadas durante su proyección en las salas. Suelen ser de baja calidad, porque contienen ruidos del resto de los espectadores, toses, carraspeos, latas de cerveza que se abren. Y es que el pirata que las graba tiene que fingir ser un espectador común para que no le descubran. Imagino que si la película le gusta hasta acabará por desatender su trabajo. En la mayoría de los cines, antes de la proyección del film, se advierte de que esas prácticas son constitutivas de delito y pueden acarrear serias condenas de hasta… Imagino, por ello, que habrá ya quien se dedica a grabar no por estricta necesidad, sino por afición, por la emoción que produce la posibilidad de ser pillado –lo cual no deja de ser otro tipo de necesidad. Yo he hecho fotos en alguna exposición de arte sin saber si estaba permitido o no. Me pregunto si me había ahorrado la pregunta al celador para aumentar la emoción y disfrutar del valor añadido de exclusividad de la imagen. A algunos grafiteros sólo les pone trabajar en condiciones de alto riesgo de ser detenidos y alto riesgo de accidente, a veces, también. He oído que los grandes almacenes encarecen sus productos un 2 o 3 por cien en base al lucro cesante debido a los hurtos. ¿Estará ya ocurriendo lo mismo con el precio de las entradas al cine? Mientras veía un vez una copia de El buen pastor (R. de Niro, 2006) empecé a oír un ruido de fondo. Pensé que era debido a imperfecciones del archivo, pero la cosa seguía y como la peli empezaba a languidecer noté que el ruido cada vez me interesaba más y que tenía algo de familiar. Como iba subiendo de volumen muy, pero que muy lentamente pude distinguir una especie de suspiro que cobraba hondura. No dilato más el escaso suspense. Era un ronquido de alguien que se había quedado sopa, quizá en screener mismo, durante la sesión. Y bien pensado, tenía bastante razón, porque la peli empieza con fuerza, pero poco a poco se esbafa hasta perderla. Sería quizá que el screener estaba sentado al lado de un crítico pasional, como, por ejemplo, Boyero o que una emoción ilícita tan larga como un peli entera es demasiado para el cuerpo.
He aquí una foto de una pantalla que evoca las cabezas que a veces se ven en las versiones screener.