Conato de nausea desenamorada.
Errejón se escuda en que la única irregularidad en su proceder en relación al contrato de investigación firmado con la Universidad de Málaga consiste en que lo que falta es un papel. Retortijón de estómago me da si lo que falta es un papel para que todo vuelva a estar en regla en un procedimiento de selección en el que ha sido el único concursante ante un juez que pertenece a su mismo partido y del que parece ser que es amigo. Apariencia castosa, subespecie corporativista, es lo que tiene el asunto. Desde luego, desde una perspectiva coherente con la pretensión de transparencia y justicia que propugna Podemos, no se trata de una cuestión semiformal, simplemente de si debió pedir la compatibilidad para realizar las actividades para su partido por las que recibió unos 6.000 euros de si necesitaba trasladarse a Madrid para acceder a la bibliografía que no le era accesible desde Málaga. Se trata de que se ha aprovechado de los mecanismos que ofrece el sistema para su beneficio. Claro que en un país de blesas, ratos y barcenas, lo de Errejón es una minucia, pero es que la codicia parece cuadrar con las trayectoria de individuos semejantes a Blesa, Rato y Barcenas, mientras que el número dos de Podemos no puede eludir una ejecutoria intachable, bajo riesgo de que en caso contrario despierte una desilusión proporcional al enamoramiento que ha provocado en miles de personas. Si, él, que dijo, él, que repitió, él, que acusó, condenó, resulta que ahora dice que lo que falta es una papel. Pues, no, lo que falta es que asuma su sintomático error y que formule una crítica a todo el procedimiento que esta detrás de la concesión del contrato y si me apuran, también al marco de funcionamiento en el que se mueven muchos de los líderes de la formacíón, es decir, la universidad. Seguramente, casos semejantes al suyo los habrá por decenas, ninguno tan doloroso, incluso para uno como yo que siempre le encontró un poco repelente niño Vicente.