jueves, 9 de octubre de 2014

La marca celtiberia: la culpa, de los soldados; el mérito, de los oficiales. Todo bajo descontrol.

Han tardado un poco, quizá por el fin de semana mediante, en elaborar el argumentario del contraataque, un discurso exculpatorio llamado a convertirse en la verdad  que debe primar en los medios de comunicación afectos. Sonríen, derrochan suficiencia, hacen llamadas a la calma, recuerdan una y otra vez la excelencia de nuestro sistema de salud pública…y todo suena a respuestas automáticas que se activan al apretar un botón. Faltan gestos que delaten compromiso, calor, preocupación. A lo más que llegan, cuando la evidencia desborda los márgenes de lo inaceptable, es a decir que habrá que…, que hasta que no se sepa con seguridad si…, que está en curso un proceso para… Bueno, eso los un poco dotados del don de la palabrería , porque la ministra solo dispone de un par de grabaciones que repite incluso cuando no vienen al caso.

Pero era previsible que la culpa fuera del más débil, que la cadena se soltara por el eslabón menos sólido, que la enfermera o auxiliar acabara siendo la culpable. Seguramente, quien la ha acusado de mentir, de engañar, matice próximamente sus palabras para decir que no se la puede culpar de un descuido, que no fue intencionado, que quizá ni siquiera se dio cuenta, pero por lo pronto,  la semilla de la maledicencia está sembrada. Poco importa la antología multilateral de disfunciones, descuidos, desatenciones, insuficiencias, poco importan la quejas sobre la falta de preparación, de formación para atender casos semejantes, poco importa que uno de los médicos haya declarado que las mangas del traje con el que debía entrar a la habitación de la enferma contagiada le quedaban cortas. Mucho presumir de obligaciones, de sistemas, de capacidad para afrontar los riesgos (“casi nulos”) y después el traje que está corto. Exceso de pretensión y falta de capacidad, trajes pequeños, ese podría ser un resumen en clave de emblema de toda esta historia.

Parece que A. Mato fue nombrada  ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad por lo bien que se había portado con su Señor, al que había sido fiel en la adversidad. Su Señor da la impresión, en efecto, de concebir sus potestades al estilo del antiguo régimen. Premia con feudos a los más leales a su persona, más allá de méritos o experiencia contrastados. Cuando, por las razones que sea, queda patente la inadecuación del beneficiado para cumplir de forma digna su cometido, el señor hace caso omiso del sentido común al que a menudo apela. Antes bien, sigue aferrado a su estilo ancien régime, a su comportamiento señorial, en el peor sentido del adjetivo, el ligado a la arbitrariedad y la prepotencia. Él es quien da y quien quita y si no le da la gana no quita, porque ello redundaría en una pérdida de imagen, algo que no puede permitirse. Es él quien puede ser generoso o implacable si le peta, no si se lo pide la gente. Ya sabemos que no pidió un rescate bancario, sino un crédito a muy bajos intereses.

Que cómo vivo yo todo esto. Pues con la convicción de que esta señora no está a la altura del cargo, que un cargo como el suyo conlleva responsabilidades, además de privilegios, y que si no se anteponen las primeras a los segundos, se está faltando a la dignidad debida a un cargo público, si público, no privado, porque no se trata de una emprendedora, sino de la ministra del ramo. Y lo que me queda es una vez más la sensación de estar siendo tratado no como un ciudadano, sino como un súbdito, estilo ancien régime.

miércoles, 8 de octubre de 2014

El colmo de los colmos de una ministra de Sanidad. La marca celtiberia.

(Fuente de algunos de los colmos)

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- El colmo de un constructor: Llamarse Armando Paredes.

- El colmo de una jardinera: Llamarse Rosa y ser una persona bien plantada.

- El colmo del carpintero: Llamarse Armando Esteban Quito.

- El colmo de una electricista: Llamarse Luz y poner de nombre Candela a su hija.

- El colmo de un cirujano maxilofacial: Apellidarse Risueño.

- El colmo de un podólogo: Apellidarse Callizo.

- El colmo de una dentista: Llamarse Cindy Entes.

- El colmo de los colmos de una ministra de Sanidad: Apellidarse así.

Camas, qué lugares tan gratos para…(2)

Camas, qué lugares tan gratos para…(1)

el desnudo…”es una forma de arte inventada por los griegos en el S. V, de la misma forma que la opera es una forma de arte inventada en Italia en el S. XVII. La conclusión resulta, desde luego, demasiado brusca; pero tiene el mérito de poner de relieve que el desnudo no es un tema del arte, sino una forma de arte” (Kenneth Clark, El desnudo. El estudio de la forma ideal, Alianza froma)

Viendo estos cuerpos desnudos resulta más fácil de entender que  bastantes de nuestras lenguas vecinas tiendan a utilizar preposiciones distintas para indicar que un objeto inanimado o animadísimo, como es el caso, está situado sobre otro  (on, sur, su), o que se encuentra en el interior (in, dans, in). Hay veces en las que la realidad se merece ese tipo de distinciones preposicionales. Desde luego, si estuviesen metidas en la cama, estas señoras no tendrían la misma aura, por decirlo finamente.

Por lo demás, la cama entendida como expositor cobra verdadero pulso erótico si las sábanas están desechas, los cojines desordenados o por los suelos. Si no, falta el temblor de la carne triste o cautivadora, el pálpito de esos tonos perlados, de esas mujeres transparentes, como la princesa Micomicona, a la que se le veía pasar el vino  por la garganta (oh, añoradas lecturas adolescentes en catalán, buscando grafías distintas para la misma preposición) o iluminadas por dentro, como las condenadas prostitutas del este de las que habla R. Chirbes en En la orilla.

Lo curioso es que las modelos de estos cuadros tienen el aire de haber sido soñadas, aunque antes hayan sido (entre)vistas y es que, cuando la cosa sale bien, no hay como uno mismo para recrear, extender, potenciar, contagiar  lo vivido. De eso trata el arte,  de la ampliación de la experiencia. Y los consumidores habituales como yo buscamos disfrutar más, dejarnos influir más hondamente con lo no vivido, con lo imposible de vivir, con lo que pertenece a la memoria de otros pero se funde con la nuestra y nos deja pensativos, a vueltas con un nosotros que no acabamos de entender.  Los desnudos clásicos son, en cualquier caso, pintura de género, que, como indica la cita de Clark que encabeza el texto, tiene que ver más con la transfiguración de un ideal que con la mera representación de un cuerpo. La contingencia de las telas que aparecen reproducidas la ponen sobre todo las sábanas. Aunque, para qué vamos a engañarnos, también un poco los cuerpos que despiertan el deseo. El tema de las relaciones entre lo ideal y lo carnal se las trae, como es sabido y, ante la desazón que me produce, lo dejo para mi vejez avanzada.

Por cierto, la idea de que estos desnudos son imaginarios incluso por lo que se refiere a su ejecución, en lo que se refiere a la Maja desnuda de Goyaya, la tuvo J. Berger. Según él, nadie posó para la Maja desnuda: “Goya construyó la segunda pintura a partir de la primera. Con la visión de la Maja vestida ante él, la desnudó en su imaginación y traspasó al lienzo el fruto de su imaginación. Atengámonos a las pruebas” (1). Dejo la lectura de las pruebas para quien esté interesado. A mí me importaba la idea.

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(1) Berger, John, El sentido de la vista, Alianza editorial, 1990, p. 90

(Fuente de las fotos y de los pies de página)

Nudo sdraiato, di Amedeo Modigliani (1918)
Il letto è un dettaglio necessario, un pretesto per allungare la figura traboccante di sensualità e sublimare la realtà, in questo famoso nudo di Modigliani

Venere di Urbino, di Tiziano (1538)
Spogliata di tutti i riferimenti mitologici (e non solo) questa Venere è simbolo di una sensualità che il letto, disfatto, contribuisce ad accrescere

Maja Desnuda, di Francisco Goya (1800)
Considerata “oscena” dal Tribunale dell’Inquisizione in Spagna, l’opera rimarrà occultata al pubblico fino all’inizio del XX sec.

Olympia, Edouard Manet (1863)
Il letto, disfatto, su cui giace la prostituta Olympia rimanda parodicamente ai letti della Venere di Urbino, di Tiziano, e alla Maja Desnuda di Goya

Paolina Borghese come Venere vincitrice, di Antonio Canova (1808)
Una delle sculture più celebri del genio del neoclassicismo, Antonio Canova, oggi custodita nella Galleria Borghese, a Roma. Letto e cuscini, ricavati dallo stesso marmo con cui è scolpito il corpo della donna (la bellissima Paolina Bonaparte, sorella di Napoleone e moglie del principe Camillo Borghese), conferisconosublime armonia all’insieme

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