Más allá de que hoy sea el National Dogs Day, cualquier ocasión es buena para recordar a Coetzee y a los perros.
El testimonio es de uno de mis escritores preferidos, J. M Coetzee. Los perros aparecen con bastante frecuencia en sus textos y a veces juegan un papel de cierta importancia, como en Desgracia.
En este caso, se trata del primer volumen de sus memorias, Infancia, un texto de rara intensidad y al tiempo distanciamiento. Son una memorias excepcionales, quizá más hermosas que el segundo volumen, Juventud, y cuando digo hermosas incluyo entre los atributos de la hermosura la verdad, el dolor, la decepción, todo aquello que existe, porque el artista debe dar voz a cuanto vive, fundirse con la totalidad de las cosas en busca de su esencia. Era el ideal de Rilke, acostarse junto al leproso, oír su latido, como Francisco de Asís en la versión de Rossellini. Coetzee no desdeña ningún tema, ningún personaje. Al final de Elisabeth Costello, otra de sus novelas, el el personaje protagonista, trasunto del escritor, hace un examen de conciencia sobre su capacidad para oír la voz del otro y transmitirla. En ello le va la salvación.
Un rasgo particular de Infancia es que es una autobiografía narrada en tercera persona, algo que, al mismo tiempo, aleja de los acontecimientos y equilibra el punto de vista. Yo diría que tanto del lector como del escritor.
Coetzee con los tres volúmenes de sus memorias, Infancia, Juventud y Verano, a través de eso que ha sido llamado “autrebiografía”, ha construido un proyecto no muy distante en sus planteamientos al que F. de Azúa acometíó con Autobiografía sin vida y Autobiografía de papel. Pero mientras que Azúa ha querido, en un marco unizersalizador, generacionalizar su experiencia, eliminando la carga estrictamente personal de sus vivencias, para así darles una dimensión más amplia, Coetzee, por el contrario, ha jugado a autoreferencializarse sobre el escenario de forma neobrecthiana, con la particularidad de que sus peripecias se convierten en ejemplo de los vericuetos a través de los cuales se construye la personalidad. Sus memorias son el epítome del buen o mal relato que nos hacemos a nosotros mismos y a los demás (si es que las dos entidades son dos cosas tan distintas) de la experiencia. Coetzee logra en definitiva un exquisito equilibrio entre la autenticidad y la relatividad de cualquier narración, un difícilt y necesariamente irónico equilibrio entre la historia y la memoria histórica, dos cosas difícilmente compatibles.
Título: Infancia Autor: J. M. Coetzee Editorial: DeBolsillo , 2004Precio: Unos 7 € Páginas: 191Trad. Juan Bonilla
El original en inglés, Boyhood, es de 1997.
El texto original: