No cabe duda de que el mundo por más que se empeñe la jerarquía eclesiástica no se ha secularizado. Los dioses, semidioses, santos y demás funcionariado de las alturas siguen existiendo, pero son otros, cantantes, actores, artistas, algún político, auténticos santos como Mandela, con su hagiografía y todo (J. Carlin, Invicitus, el libro en el que está basado la película de Eastwood). Su función es parecida a la que tenían las viejas deidades: justificar, censurar, alentar, desaconsejar, consolar. Sus templos, sin embargo, han cambiado. Ahora son los estadios, las galerías de arte, los mítines y sobre todo la televisión e internet, hechos con la materia de los sueños tecnológicos. Siguen existiendo aquellos edificios que llamamos iglesias, pero cada vez más son una atracción turística. Los fieles allí recogidos, ensimismados o rezando en los bancos, son mirados por los turistas culturales como especímenes de una tribu distinta, digna de observación y estudio.
Turistas dudando sobre el mejor momento para asaltar S. Maria ad Martyres, el Pantheon romano.
Otros turistas les observan con sorpresa y quizá envidia.
Restricciones de uso en S. Maria ad Martyres, el Pantheon, Roma. El casco no está incluido entre la indumentaria prohibida.
Prohibiciones indumentarias para hombres y mujeres en otra iglesia.
Los turistas se quedan a menudo alejados de los fieles, pero de aquí a poco, como animales que se van familiarizando con el entorno, se confundirán con ellos, les dirán “le importa apartarse que quiero ver mejor esa crucifixión” o “por favor, rece en silencio, que me distrae”. Los gestores de las iglesias intentan separarlos. Por ejemplo, en La Seo, si se está celebrando la misa, hay un cancerbero que no deja pasar a quien visita el templo por mera curiosidad. Quizá los dos colectivos algún día lleguen a pequeños enfrentamientos, dada la legitimidad de ambos intereses, tanto más teniendo en cuenta el dinero público que media en muchas de las grandes restauraciones.
Con respecto a las reliquias, cabe decir otro tanto. Siguen existiendo, pero son otras, hechas con materiales, los guantes de de M Jackson, las gafas de J. Lennon, libros dedicados, capotes toreros mechones de pelo de Elvis o Bolivar. Entre las reliquias, por supuesto, las hay de más y menos valor. Las mejores, como en el pasado, están expuestas a imitaciones, ya que sirven como reclamo susceptible de ser explotado comercialmente.
El guante original santificado por el la mano del cantante y que se vendio por 230.000 euros.
Baratijas de carnaval jacksonianas. Pero bastaría un toque de su mano para convertirlas en joyas.
Ya uno de los grandes erasmistas españoles, Alfonso de Valdés, en la línea de Calvino, escribía lo siguiente sobre las reliquias en torno a 1530:
(Diálogo de las cosas ocurridas en Roma, citado en Blanco Aguinaga, C., Rodríguez Puértolas, Julio, Zavala, I. M., Ed. Castalia, 1978, Historia social de la literatura española, I, p. 207).
Pero la génesis de la reliquia se basa en la relación desigual entre aquel de quien emana y el que la acepta como tal. Sobre el creador se proyecta un poder mágico proporcional al grado de dificultad de la circunstancia adversa contra la que se busca protección. La reliquia no es más que una batería que almacena esa potente energía que emana del leader o santo, pero debe ser un objeto ligado personalmente a él, aunque a veces pueda bastar con una mera evocación suya, como ponen de manifiesto las siguientes anécdotas sobre Hitler en las que sus imágenes comparten su poder mágico con uno objetos cuyo único valor reside en el carácter sobrehumano trasferido por el dictador. El leader es una suerte de rey Midas que en lugar de convertir en oro lo que toca lo convierte en reliquia
Sala Rose, Rosa, Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, Barcelona, Acantilado, 2003. p., 207 y 208.
Parece ser que Marilyn Monroe fue ingresada en 1954 en un hospital de Florida para someterse a una operación mientras estaba en trámites de divorcio con Joe Di Maggio. Ahora, la hija del médico que se quedó con la radiografía quiere ponerla subasta junto con otros objetos pertenecientes a la actriz en el Casino Planet Hollywood de Las Vegas donde ya se encuentra expuesta junto con otros objetos ligados a la diva(http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=704085&idseccio_PK=1028).
En inglés se llama a veces a este tipo de objeto Memorabilia. Esta es la definición del término que ofrece la wikipedia: Similar to a souvenir, memorabilia (from Latin, for memorable) is an object that is treasured for its memories; however, unlike souvenirs, memorabilia are valued for a connection to a historical, sporting event, culture, entertainment. Such items include cigarette cards, air sickness bags, publicity photographs, posters, entertainment-related merchandise, movie memorabilia, pins and other, often-licensed, items.
La diferencia entre souvenir y memorabilia tiene que ver con el hecho de que el souvenir tiene un aura privada, ligada a la idea que prodríamos resumir en un yo estuve allí, mientras que la memorabilia posee el aura que proviene del cruce entre la “historia” y nosotros, pobres mortales, algo que se podría formular como él estuvo allí o lo tocó o se lo puso, siendo ese él objeto de muestra adoración.
Para que los objetos de los que se habla se conviertan en reliquias paganas basta que hayan estado en contacto con un diosecillo menor. Si se trata de la diosa por excelencia de la fascinación mezclada a la fragilidad, de aquella cuya mirada promete el paraíso, podemos calificar a su imagen torácica como la radiografía santa:
Las prendas por mí mal halladas de Bunbury en un café zaragozano.
Marilyn entre militares.