Frecuentemente a continuación se hacía el "Homenaje a Echegaray". Lo anunciaba Federico diciendo ¡Homenaje a Echegaray! y todos enrollábamos las servilletas y las situábamos a la altura de la frente y Federico decía "no llores hija que esta mancha es mancha que limpia" y al punto todos soltábamos el extremo que sosteníamos y las servilletas caían como un telón y quedábamos un momento con las caras tapadas y todo lo hacíamos con la mayor seriedad y sin más comentarios nos poníamos a comer. Las gentes que estaban en el comedor se quedaban perplejos ante tan curiosa representación. Recuerdo del Teatro Universitario LA BARRACA, Jacinto Higueras Cátedra
Ya sé que no debo antropomorfizar a mi perro, que solo es una persona no humana y nada más, como me recuerda a menudo mi hija, dispuesta a no darle de beber agua del bidé ni pechuga de pavo ni queso entre horas ni unticos de salsa en la mesa, como si por ser él otra cosa distinta de nosotros la severidad estuviera más justificada. También sé que extraer lecciones morales del comportamiento de un animal es cosa errónea, porque según mi formación tomista, el bicho carece de libertad y, por tanto, de mérito. Si no hay mala tentación no puede haber merecimiento. Pero es que hay noticias de las que circulan por internet y a menudo aparecen en los telediarios, que cada vez parecen más una mezcla de revista de variedades y reportajes de fenómenos de feria, que resultan ser fábulas morales, cuentecillos bábrico esópicos sobre las nuevas familias. En el cine, quien mejor ha sabido tratar el tema de las tensiones entre la afinidades electivas y las de la sangre, quizá haya sido C. Eastwood. No hay película suya en la que no haya un canto a la superioridad de lo electivo sobre lo sanguíneo, aunque, en realidad, el director americano da el do de pecho cuando presenta conflictos entre esos dos polos de atracción, a menudo divergentes. No puedo evitar leer historias como la que se presenta en estos dos videos en esa clave. Se trata de una hembra de perro dálmata que parece haber adoptado a un cordero lleno de manchas que había sido rechazado por mamá cordero, procreadora de un rebaño inmaculado. Claro que, quizá la lectura correcta de la anécdota es la contraria, o sea, que la dálmata se ha hecho cargo del bebé porque se parece a los cachorros de su estirpe, más que por otro tipo de convergencias.
En fin, la historia viene al pelo para recordar el título de una obra de teatro de Echegaray que Lorca utilizaba como expresión, seguramente para referirse a acciones que podrían ser consideradas criticables según la moral tradicional, pero que vistas con ojos más libres, están llenas de virtud.
Otras entradas sobre el tema:
- Amores dispares: Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará.
- Il cagnolino rampante. Paternidades putativas. Clint Eastwood y una gallina.- Hay afinidades electivas que o te matan o te hacen feliz.