miércoles, 11 de mayo de 2011

Perros viejos, según Isa Leshko

Red, Chow Mix, Age 14+Red
Chow mix, age 14+      Photograph: Isa Leshko

Blue, Australian Kelpie, Age 19, IBlue
Australian kelpie, age 19   Photograph: Isa Leshko

Kelly, Irish Wolfhound, Age 11Kelly
Irish wolfhound, Age 11     Photograph: Isa Leshko

Fuente: Guardian

Otras fotos de animales viejos y otras series de Isa Leshko

“Quand on aime un chien et qu’ il vous aime, le malheur est dans le manque de synchronisation entre la vie humaine et la vie animale. je me souviens que madame Simone m’avait téléphoné:                       

- Mon chien est mort. Il paraît que vous vous y connaissez. Vous n’airiez pas une adresse, por que je puisse m ‘en procurer un autre?

Elle avait alors quatre-vingt-quinze ans. Quel optimisme! Elle avait peut-être raison puisqu-elle a vécu jusqu’à cent sept ans, certains disent cent dix. Il lui restait donc à peu près la durée d’une existence canine.

Grenier,  Roger, Les larmes d’Ulysse, Gallimard, p. 42.

martes, 10 de mayo de 2011

Germán Díez, según Ricado Duerto

La vieja pócima

En el mundo este del arte hay quien decide imaginar, proyectar, pintar, cocinar o escribir a partir de esferas invisibles, más allá de las nubes, desde la estratosfera, y los hay que son capaces de hacer todo eso, y más, sin viajes espaciales, bajo las mismas suelas de los zapatos y desde la olvidada virtud de la humildad.

Desde las alturas, el valor de los detalles se difumina y pierde, la Tierra es una partícula minúscula y lo más normal es darte algún día de bruces contra el suelo. Con la mirada a ras de tierra, todo se agiganta; y poniendo algo de imaginación hasta es posible levitar.

Si esmeramos nuestra atención, no cuesta reconocerlos. Al artisteo le delata la burbuja en la que vive encriptado, un aura de solemnidad indescifrable. Los artistas llaman a las cosas por su nombre, pan al pan; y, si dicen liebre, te dan liebre. Germán Díez es de estos últimos. De los primeros.

A Germán le basta un palmo de terreno para construir un universo entero. Un decímetro cuadrado le es suficiente para quedarse prendado en el milagro de una tela de araña o embobado con las escamas de la piel de un reptil. Suficiente para descubrir la huella de un gusano en la arena, el excremento de un cérvido o la semilla de un escaramujo.

Para atisbar ese mundo mágico hace falta el candor de los niños, su misma altura. La altura justa para admirar la labor de un hormiguero, contemplar el ala rota de una mosca o captar un fascinante vértigo en la arquitectura de una caracola. Y saber reescribir, con ese viejo alfabeto, la arcana fórmula del arte: el feliz encuentro de una rama quebrada y la antena de un escarabajo sobre la barra de un bar, entre dos copas de un buen vino tinto.

Quedan por conocer los secretos de su mágica pócima, la que mezcla con sabiduría esos básicos ingredientes. Disponer de una receta escrita nunca garantiza la obtención de un buen plato. Tras elegir con ojo la materia prima, es necesario equilibrar la proporción precisa y controlar los tiempos de cocción, tener mano y gracia, dosificar el fuego.

De esa proverbial paciencia de los artesanos y de la milenaria magia de los alquimistas, surge lo que surge. Los colores no enmascaran nada sino que se hacen milagrosa materia a partir de pigmentos, como en las antiguas fraguas. Los volúmenes parecen brotar solos, como esculturas soldadas en la superficie.

Desde hace diez años, Germán libra también otra batalla creativa, al frente de los fogones de La Topera, un bar-restaurante del barrio de San José. Su actividad viene a ser la misma. Por las mañanas elige pausadamente los más insospechados productos en los mejores puestos del mercado. Y todos los mediodías logra darle al puchero un punto singular.

Sobre la barra del bar hay un acuario en el que dan vueltas unos peces de colores. Nadan, longevos y bien alimentados, felices y perplejos, alrededor de una muñeca con aspecto de sirena, de largos cabellos y finos brazos. Su mujer, Dora, nos contó que solo necesitan agua del grifo. Podría parecer una metáfora. Y seguramente lo es.

Esa elegancia de la normalidad para mí es un misterio sin resolver. Desconozco qué se esconde en esa marmita para conseguir elevar el tono de cualquier cosa. Mientras lo descubro, me deleito con el gusto que me dejan sus cuadros en el paladar. El paladar de mis ojos.

RDR

domingo, 8 de mayo de 2011

La exposición del padedondehelarte: Germán Díez (II)

Añado a la primera entrada sobre Germán Díez el texto que le dedica la Gran enciclopedia aragonesa, unas fotos que ha hecho Ricardo Duerto de dos de las obras expuestas en nuestro centro y una foto del león maño de Germán:

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Germán Díez López Contenido disponible: Texto GEA 2003  |  Última actualización realizada el 22/06/2009

(La Almunia de Doña Godina Buscar voz..., Z., 2-IV-1965). Pintor Buscar voz... y escultor Buscar voz... que ha realizado instalaciones. Miembro fundador del Grupo Somatén Albano Buscar voz...,1984 a 1986, de Zaragoza. Si en 1987 tiene una obra casi heredera de Gutiérrez Solana, desde 1988 se interesa por una abstracción con la pintura gobernando por medio de cambiantes texturas, sin olvidar que en el soporte incorpora maderas, pieles, un cristal, lizas..., que colaboran en generar insinuaciones espaciales de gran hondura y pequeños volúmenes. El chorreo y, ocasionalmente, zonas geométricas, así como una especie de ventanas conducentes a espacios en destructiva soledad, colaboran en la riqueza de recursos para sus planteamientos estéticos. Añádase el predominio del negro y de toques rojizos, de sienas y algún blanco tan puro que repele, También se aprecian formas orgánicas que viven mutiladas sin aparente interés por vivir. El caos y la incertidumbre, la más absoluta desesperanza y el reino de la imperfección del vivir matizan una obra que vista en conjunto refleja trasfondos del ser humano, o que le afectan, desde un impresionante tono radical.

Cuando en 1994 obtiene el Primer Premio de Escultura Isabel de Aragón, de Zaragoza, comienza una etapa a través de una obra vinculada íntimamente con la naturaleza vegetal y animal, con el ser humano. Todo se indica, al respecto, por el uso de materiales como huesos, heces, huellas de animales y de seres humanos, tejidos, semillas, de manera que existe una sensación de naturalidad al servicio de la muerte y la putrefacción, de un toque ancestral, de una transformación de los propios materiales, según acontece en la propia naturaleza a través de su ciclo vital implicado a un concepto cíclico.

En su exposición inaugurada en el zaragozano Torreón Fortea, (año 2001), de nuevo asistimos a un conjunto en el que mezcla a la perfección la pintura, la instalación, la iluminación y el catálogo interactivo. La naturaleza y el ser humano marcan ejes directos e indirectos de singular belleza, de marcado control de color por su austeridad. Piedras y calaveras, círculos concéntricos que evocan troncos de árbol seccionados, nos guían al eterno tema de la vida y la muerte. Espacio y tiempo en perfecta interrelación

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El león de Germán: