sábado, 7 de agosto de 2010

Aldabas de Cádiz. Segunda serie: Animales (II). Peces y ánades.

Clica aquí para ver la Primera serie: Deterioradas o ausentes.

Clica aquí para ver la Segunda serie. Animales (I): Leones, elefantes y caballos.

Clica aquí para ver la Tercera serie: Manos (I).

Clica aquí para ver la Tercera serie: Manos (II).

Clica aquí para ver la Cuarta serie (I): Formas casi sin motivo (I).

Clica aquí para ver la Cuarta serie (I): Formas casi sin motivo (II).

Clica aquí para ver la Cuarta serie (I): Formas casi sin motivo (III)

Clica aquí para ver la Cuarta serie (I): Formas casi sin motivo (IV).

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Dice que por saber qué hacen los pescados,/ cómo vivían los chicos entre los más granados,/ en gran cuba de vidrio con bordes bien cerrados,/ metiose Alejandro con dos de sus criados. (Libro de Alexandre)

No parecen precisamente peces de la bahía, de los que a veces se pueden comprar en la calle Sopranis a algún pescador que los lleva en un cubo de plástico. Tienen más bien aspecto de provenir de estanques orientales o de los abismos de mares soñados. Quien colocaba en su portón estos ejemplares que recuerdan a los tatuajes japoneses tenía poco donde elegir o pretendía alejarse del terruño y de las marismas, quizá también cambiar de época, para presentarse al visitante como un viajero soñador y curioso, abierto a otros vientos, a otros mares. En el restaurante-chiringuito Francisco, en Conil, hay un retablillo de azulejos de los que tanto proliferan en Cádiz con imágenes sacras, pero en este caso con reproducciones de los pescados que aparecen en el menú, urtas, lenguados, caballas, doradas, lubinas, salmonetes, corvinas, pero ninguno tan feo como los de estos llamadores que invitan a llamar con los nudillos mientras se mira de reojo al bicho grutesco.

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Por lo que se refiere al ganso o cisne, que antes sólo cantaba para morir, es relativamente frecuente en la iconografía de la ciudad. Resulta, desde luego, un detalle de buen gusto que para usarlos como llamadores no haya que cogerlos del cuello, sino del pecho, aunque ya de por sí la idea de agarrarlos anule parte de la ensoñación entre romántica y decadente (Venus y Leda, en versión burguesa) que evocan.

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Sirvan las siguientes fotos de los apoyabrazos de los bancos públicos de la Plaza de S. Antonio y de una fuente de la Alameda de Apodaca para recodar otras apariciones del sacro pájaro.

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Quizá el escenario esté completo con los azulejos de portal que aparecen a continuación y que creo recordar pertenecen a una de las casas cuyos llamadores representan a los cisnes:

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