miércoles, 22 de febrero de 2017

Se reedita Je me souviens, de Perec, traducido ahora por Mercedes Cebrián

Se reedita la caja de exquisitos bombones, una de esas que piensas que te van a durar una semana y te acabas zampando de dos sentadas. Me refiero a Je me souviens, de Perec, traducido ahora por Mercedes Cebrián. La edición de hace unos años estaba traducida por Yolanda Morató. En francés, el libro es accesible a través de bastantes páginas web. Además, el original es de fácil lectura, aunque supongo que a la traductora le habrá dado no pocos problemas.También en Italiano, por lo menos en lo que se refiere a su utilización escolar, las traducciones son accesibles en línea.
La larga letanía de recuerdos, como la llama Vila-Matas en su reseña de ayer en El País, tiene a menudo la fuerza evocadora de lo involuntario, la de esos olores, sabores, detalles, muchos de ellos insignificantes, que nos retrotraen a universos, instantes, situaciones desaparecidas que de repente se adueñan de nosotros. Perec acierta a enumerar qué hay en cada cosa que hace que se recuerde, más allá del estudio o del conocimiento sistemático. Qué hace involuntariamente inolvidable un acontecimiento. Pongo por ejemplo a Kruschev, que yo también recuerdo por sus zapatazos en la tribuna de la ONU, mucho más que por su papel en la batalla de Estalingrado o por ser el archidesestalinizador que quiso desestalinizar lo que estaba irremediablemente archiestalinizado.
Al precedente libro de Joe Brainard (I Rememer, 1970), que también cita Vila-Matas, habría que añadir, por lo menos, la lista de recuerdos que elaboró T. Capote, y que ahora no recuerdo dónde se encuentra, y también Mi ricordo, las memorias de M. Mastroianni, cuya primera parte es deudora tanto de Brainard como de Perec.



Por cierto, de repente me acuerdo de que se puede aprender a contar en francés gracias a Perec:


¡Por cierto, cómo se las habrá apañado la traductora con todo esto!

Ah, se me olvidaba decir una cosa que parece mentira que haya aprendido sólo con el paso de muchos años. A saber, que se recuerda con emoción aquello que se vivió emocionadamente, que Perec acierta a despertar sensaciones, porque sus pequeños bombones son una exquisitez que lleva dentro el licor de guinda de una mirada sorprendida cuya curiosidad no se sacia.

Otras entradas del blog en las que sale Perec a colación:

martes, 21 de febrero de 2017

Dia internacional de la lengua materna. Un mal buen mal día para los petimetres que enseñamos una lengua que no es nuestra lengua materna

Hoy,  21 de febrero, se celebra el día internacional de la lengua materna, según la UNESCO.
Cada dos semanas desaparece una lengua.
Quedan o quedaban el año pasado 70 hablantes de Vilamoviano (Polonia), 35 de Menominee (E.E.U.U.), 5 de Ndai (Camerún) y ninguno de Akkala Sami (Rusia). 

Los que enseñamos una lengua que no es nuestra lengua materna quizá podamos ser conscientes mejor que otros del tiempo sedimentado que vive en su interior, de la visión del mundo que conlleva, de como se adhiere a la realidad,  al tiempo que la conforma. Pero, quizá en mayor grado que los hablantes nativos, también somos náufragos en un océano de duda e ignorancia, y estamos obligados a constantes consultas, desmentidos, rectificaciones, absurdas búsquedas de rasgos distintivos. Lo que en un hablante nativo es un descuido en nosotros huele a desconocimiento. Quizá por eso sabemos, siempre exiliados parciales y un poco culpables, lo que es y lo que no es una verdadera lengua materna, porque tal vez, siendo hijos adoptivos, podemos vivir una lúcida esquizofrenia, el contras entre un  un amor de sangre y uno electivo electivo. Hijos naturales de una madre queríamos ser hijos putativos de otra, acabamos siendo piccoli maestri, petits-maîtres, petimetres que no se sienten del todo a gusto con las ropas que se empeñan en ponerse