- Miguel Ángel a la luz de Gayford, iluminado él a su vez por otros estudiosos de la vida de aquel Hércules del arte redivivo (II).
- Miguel Ángel a la luz de Gayford, iluminado él a su vez por otros estudiosos de la vida de aquel Hércules del arte redivivo (III).
- Miguel Ángel a la luz de Gayford, iluminado él a su vez por otros estudiosos de la vida de aquel Hércules del arte redivivo (IV).
Foto de Aurelio Amendola http://www.aurelioamendola.it/
Hace hoy la friolera de 540 años que nació Miguel Ángel. En realidad, si nos atuviéramos al calendario que los florentinos seguían a finales del S. XV, haría una año más. En efecto, en Florencia se seguía entonces un calendario distinto al del resto de los italianos. Se consideraba el momento decisivo el de la Anunciación, el de la fecundación milagrosa, más que el del nacimiento de Jesús en el establo, con bueyes o sin ellos. El año florentino empezaba pues el 25 de marzo, con lo cual el día del nacimiento de M.A. correspondía a 1474 y no a 1475, como ha considerado la historiografía posterior.
La reciente biografía de Gayford contiene informaciones como la anterior. Es un libro ameno, bien documentado, ingenioso por momentos, brillante en la selección de de los contenidos, en el desbroce de datos, cuenta un buen número de elementos interesantes para un lector de mi estirpe, a menudo poco interesado en lo básico, en el contexto histórico, en los aspectos de mayor relumbre, en los pilares del conocimiento académico, pero al que le llaman la atención pequeños detalles, indicios de algún tesoro perdido o por descubrir, retorcidas proyecciones de su propia existencia, de cuya intensidad y motivo desconoce en parte la razón.
He aquí en desorden, siguiendo solo la secuencia en la que aparecen en el libro de Gayford, algunas de esas cosas que llamado me han la atención en su espléndida biografía:
- La ropa del armario de la casa en la que murió indicaba cierto lujo. Incluía gorros de seda negra, uno de ellos de raso, la tela más cara que se fabricaba en Florencia. Entre sus enseres había muchas sábanas, toallas y ropa interior, diecinueve camisas usadas y cinco sin estrenar. (p., 36)
- En un baúl de su domicilio se encontró mucho dinero, “apenas unos cientos de ducados menos que la cantidad que Elena de Toledo…había pagado… por una de las viviendas más grandiosas de Florencia: el Palazzo Pitti”. Sin embargo, M. Ángel comento que “por rico que haya podido ser, siempre he vivido como un pobre”. Y era bastante cierto. (p. 37).
- No solo fue el pintor o escultor más célebre de la historia. Es probable que batiera también el record de riqueza. (p.39)
- Cuando M. A. llevaba ya un mes muerto, según Vasari todas las partes de su cuerpo seguían en perfecto estado y sin oler mal. (p. 40)
- Es probable que el cuerpo de M.A. fuera sometido autopsia, una actividad a la que él mismo se había dedicado con notabilísimo provecho artístico. Una anotación (Pietra errore. Chiarito nella morte) de P. Calcagni, su asistente, a la Vita de Codiivi así parece indicarlo. (p. 45).
- Entre los pobres florentinos había una categoría, la de los poveri vergognosi, formada por miembros de familias adineradas venidas a mucho menos. Durante los primeros años de la vida de M.A., su familia estuvo cerca de pertenecer a ese grupo de pobres vergonzantes. (p. 49)
- Esa delicada situación, unida a la creencia de que su familia pertenecía a una familia distinguida, quizá esté en las base de algunas de sus excentricidades y de su avaricia (Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas). (p. 50)
- Los florentinos seguían un calendario distinto al del resto de los italianos. Para ellos, el momento decisivo era el de la Anunciación, el de la fecundación milagrosa, más que el del nacimiento de Jesús en el establo, con bueyes o sin ellos. El año florentino empezaba pues el 25 de marzo, con lo cual el día del nacimiento de M.A. correspondía a 1474 y no a 1475, como ha considerado la historiografía posterior. (p. 52)
- Seguramente, la noción de homosexualidad no existía en los ambientes sociales en los que vivió M. A. Lo que sí existía era el pecado y el delito de sodomía, punible incluso con pena de muerte. M.A. dijo a Calcagni que había llevado una vida de abstinencia sexual total. Es más, la recomendaba para prolongar la vida…”Si deseas vivir mucho, no te dejes llevar, o déjate llevar lo menos que puedas”. (p. 54).