Texto de presentación de Ricardo Duerto
Soldado Isla
Soldado experto en tareas de camuflaje y tirador de élite, que dispara con arma a grandes distancias y desde un lugar oculto, a objetivos seleccionados. Hasta aquí la definición de francotirador.
Si dijéramos que el francotirador Antonio ejerce de isla recreativa en mitad de un lugar del Cinca Medio cuyo nombre no consigo olvidar, podría parecer un fácil guiño a su apellido. Mar adentro, es cierto que hay algo de resistente farero en ese artista al frente de un estudio de diseño gráfico en un lugar llamado Monzón, hasta el punto de que alguna vez deja escapar un “¡Monzón Power!” con un atisbo de orgullosa, periférica y merecida disidencia.
Desde dos décadas antes de su cartel para las Fiestas del Pilar 2014, ya eran reconocibles sus fogonazos gráficos, pegados en las lunas de los escaparates, o en los muros derribados de la Azucarera. Cuando me daba por preguntar por su autoría a los lugareños, los carteles más seductores me conducían a él. Hasta hoy, en que emergen sus pintadas en las paredes de la residencia que construyeron enfrente de la vieja fábrica de azúcar. Algo tenían esas imágenes -algo tienen- que se disfrutan a la primera, y a la segunda te enganchan para ya no soltarte. Sin conocernos, yo tenía la extraña certeza de reconocernos, de que habíamos visitado las mismas películas y hasta bailado idénticas canciones, incluso tal vez a la misma hora o en el mismo garito.
Trabajar a diario como dibujante incluye necesarios momentos de aislamiento o ensimismamiento, pero recreando el imaginario colectivo uno puede tender multitud de lazos, bucles y puentes, para saber que tampoco en la ficción vagamos tan solos, y que somos muchos a repartir la herencia. En las obras de Antonio Isla se divisan infinitos campos: literatura, cómic, cine, pintura, música, teatro, fotografía…, como pasillos comunicantes de una misma mansión, enorme y habitada. Y hay en ella pasarelas y escaleras de caracol que ascienden hacia otras épocas y lugares, porque el arte otorga ese don. Como el de colaborar a que el recuerdo o la evocación personales agranden la memoria colectiva en una potente fuente de común conocimiento artístico.
En ese compartido archipiélago emocional, miro sus obras y adivino escudos maoríes en las piraguas del Ésera, me inundan tsunamis japoneses a lomos de una feria del libro, veo chimeneas convertidas en bolillos de encaje, distingo a Escarlata O’Hara vestida de jotera e imagino a Obélix por la calle Joaquín Costa en un día de fiesta. Sobre esa balsa de Medusa navegan sin rumbo por el río Sosa la mona Chita y Tintín, la familia Ulises, el Capitán Trueno, Alí Babá y Peter Pan; como en una alegre danza donde celebrar la vida. Donde nos lleva la imaginación, poco o nada cuesta ser uno más.
Confundido entre esa plebe, es como consigo hacer más llevadera mi relación con una sociedad cada vez más ceremoniosa, donde, entre gente ya de por sí enferma de importancia y de solemnidad, habitan artistas con un ego del tamaño de una catedral barroca. No es su caso. El arte pop nos vino bien para oxigenar las enciclopedias, para desacralizar las mayúsculas de las Bellas Artes sin por ello renegar de ellas. En el arte de Isla confluyen alcaldes negros y obispos raperos, sin renunciar a la pegada disparatada de El Bosco ni a la elegancia de un lienzo de Vermeer.
Aunque su hermano Miguel ya nos había presentado, no fue hasta junio de 2014 cuando Isla dejó de ser para mí como el avatar sin rostro, de camisa blanca y sombrero negro, de su página web. Tras un correo para felicitarlo por el cartel e invitarlo a exponer en el Paredondelarte, la negociación fue cordial y directa. Y nos dejamos caer en su red. La social no, la otra. La personal de los amigos comunes, de carne y hueso, con los que compartes una merienda o una subida al Turbón. Y esa pegajosa tela de araña sí que atrapa, porque tras ese avatar y su mapa de imágenes artísticas o logotipos corporativos, hay un tipo que se hace querer, lo cual no es poco, y una geografía humana plagada de afectos, besazos, besetes y besicos. ¡Azúcar!
El cartel de las fiestas del Pilar fue respaldado y elegido por primera vez por una votación popular y, cómo no, supongo que por lo mismo, no ha estado exento de cierta polémica, como si la Monna Lisa fuera intocable o como si el Equipo Crónica jamás hubiera existido. España, aparta de mí este cáliz. En la recopilación de sus trabajos, el mismo Isla etiqueta sus otros carteles (no ganadores) no como carteles presentados a concurso, sino como “carteles perdedores”. Por eso, la mejor lección de ética y estética no han sido las desaforadas críticas sobre si ese beso ya había sido dado, sino la reacción de Antonio Isla, con esa media sonrisa que se te pone con más de treinta años en el mismo oficio. Diciendo como entre dientes algo así como que vendrán otras guerras como aquellas y perderán los mismos.
Artista experto en tareas profesionales de todo tipo (para políticos, constructores, hosteleros, viticultores, cantantes, feriantes y demás clientela), además de hábil diseñador, dispara con lápiz y tinta a más de cien kilómetros de esta Escuela, oculto bajo una fina ironía, a objetivos populares que libremente recrea y selecciona. Hasta aquí Antonio Isla, francotirador. Por sus obras lo conoceréis.
Y que me perdonen los académicos de la lengua, Cervantes, las panteras negras, Amenábar, Antonio Vega, Sisa, César Vallejo, El último de la fila, Celia Cruz, Jorge Drexler, Antonio Isla, el propio Doisneau, el mismo Jesucristo y hasta el barón de Eroles por haberlos citado en este escrito sin nombrarlos hasta ahora ni entrecomillarlos. Bueno, quizá ellos no. A ellos, las gracias. Que me perdonen todos los demás.
RDR
Un besico de amor yo se lo doy a cualquiera
Los besos que me vienen a la cabeza, el de Chagall, el de Klimt, el de Hayez (1), son paréntesis de amor, aíslan a la pareja en una cápsula, crisálida de intimidad que les aleja del devenir colectivo, como si el antes y el después fueran una amenaza al instante supremo del encuentro. Esos besos todavía no están teñidos del mal d’être deux (Mallarmé), evocan un instante de fusión ahistórica. Tanto es así que en las tres telas el contorno de los cuerpos tiende a encerrarlos en una especie de yin yang, forma mágica circular, furtiva en Hayez, festiva en Chagall, quintaesenciada en Klimt. Por el contrario, en El besico de Isla, como en la famosa foto de Doisneau que le sirvió de partida, la fuerza centrípeta que amarra a los mañicos se combina aparentemente de forma feliz con la expansión colectiva de júbilo. Como si de repente, los protagonistas se hubieran dado cuenta de que se disuelven en la fiesta y se hubiesen agarrado para recuperar la conciencia de sus cuerpos. Representa, dicho en pocas palabras, un idilio entre lo personal y lo colectivo que se resuelve en besico, algo torpe, por cierto, como los de los actores del Hollywood clásico, que no se sabe si se besan en los morros, en la barbilla o debajo de la nariz.
Le baiser de l'hôtel de ville, Robert Doisneau, 1950
El beso de Doisneau, popeizado por Isla con notable gracia, celebraba, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la vuelta a la vida, el incipiente desarrollo económico. “En momentos así, la historia personal parece correr con el mismo ritmo –aliento sostenido, zancadas largas, sudor y récord– que la historia universal. Entonces todos somos héroes” (Rodrigo Fresán, Vidas de santos). Hoy no corren tiempos para sentirnos demasiado unidos a los que gobiernan nuestras vidas, menos aun, en mi caso, si se trata de reverdecer mitos tradicionales a través ritos religioso festivos. Casi casi, esos días me iría a los galachos a pasear con mi amada y perro, vestido yo de duende. La fiesta es la fiesta, desde luego, y no se deben desaprovechar las ocasiones, pero me pregunto si, de verdad, hay algo que celebrar con los de arriba. Por eso, procuro descubrir en el trabajo de Isla algo que está presente en casi todas sus producciones, una veta de ironía o desencanto, en el ligero reencuadre de la foto, en el punto de vista, en los detalles y quizá la descubro en que, como en Doisneau, el ojo del observador no participa del beso, lo pilla fríamente, lo observa desde una terraza de Paris, desde un balcón de su casa en Monzón (léase la entrevista que aparece más abajo).
Un libro sobre uno de los príncipes del arte pop se llamaba Tristísimo Warhol (Estrella de Diego, Siruela 1999). También en la imagen de Isla hay algo de cansancio, de duda entre un beso apasionado y otro de aliño, de buenas noches, porque ustedes dirían que los maños van camino de la fiesta o están volviendo a casa ya un poco agotadicos los dos, espumas y cierto pelo.
Javier Brox
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(1)
Marc Chagall, Il compleanno, 1915, olio su cartone, The Museum of Modern Art, New York. Acquired through the Lillie P. Bliss Bequest, 1949 © 2014. Digital image, The Museum of Modern Art, New York/Scala, Firenze
© Chagall ®, by SIAE 2014 (Fuente)
F. Hayez, Il bacio, 1859, olio su tela, Pinacoteca di Brera, Milano(Fuente)
El beso (Der Kuss), Gustav Klimt, 1907-8, Óleo sobre tela , Österreichische Galerie Belvedere (Fuente)
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Entrevista a Antonio isla aparecida en el Diario del AltoAragón el día 12 de julio de 2014.
Toño Isla, diseñador gráfico y autor del cartel del Pilar 2014. Natural de Monzón. Nació el 16 de enero del 1963. Trabaja en su estudio de diseño. Vive en Monzón
“No amar y defender la naturaleza es propio de personas ignorantes o peligrosas”
ECOS
Ya que estamos en días de fútbol: ¿a usted le gustó Naranjito?
Me tiemblan las piernas sólo con recordarlo: no soy yo muy de criticar otros trabajos, pero tenía un sabor rancio y casposo del que se daba cuenta hasta un tipo de Huesca como yo.
¿Y el Cobi de Barcelona-92?
Lo que me gustó fue el descoloque generalizado de la gente que no estábamos preparados para una audacia gráfica así.
“El besico”, el cartel de las Fiestas del Pilar, está inspirado en una foto clásica. ¿Pasa algo?
A mí no. Pero en este país, con la densidad de diseñadores por metro cuadrado, hay opiniones para todos los gustos. Un bonito mosaico verbal que deviene sin duda del exceso de tiempo libre.
¿Qué se dice al abrir los ojos por la mañana?
No digo ni pío. Toda mi energía y concentración va a cosas como encestar en el inodoro, poner la pasta en el cepillo y la mermelada en la tostada y no al revés. Y no faltarle al respeto a los primeros seres humanos con los que me cruzo.
¿A qué político le diría “cuatro cosas” a la cara?
¡No! Soy un conservacionista convencido y respeto todas las formas de vida, incluso escorpiones y babosas. Todos son hijos de Dios.
¿Y con quién compartiría a gusto a unas cañas y un tapeo?
Me encantaría charlar con Lope de Vega o el Bosco (ojo, el pintor; no el Padre fundador). Y me hubiera encantado conocer a Bach y Vermeer. Gente que sigue emocionando a través de los siglos.
Milita en el ecologismo. ¿Enfadado con el mundo?
Sí. La naturaleza en directo y el deporte en HD son los últimos espectáculos que nos quedan, y cada vez hay menos. Vivir en una provincia como Huesca y no amar y defender la naturaleza es propio de personas o ignorantes o peligrosas, o las dos cosas.
Se derriten los glaciares y la Antártida. ¿Estamos locos o qué?
¿Nosotros? ¡No! Hay tipos que tiran de hilos y de capital riesgo, de escaños y de organismos internacionales, que se han hecho el cálculo de que para lo que les queda en el convento…
¿Conoce el antídoto de la pereza?
No sabía que alguien lo buscara. Jo, hay gente para todo.
Cite tres ciudades que le gustaría conocer.
A mí, viajar me estresa mucho. Yo voy a Santander y estoy dos días con ´jet lag´. Pero si me pudiera teletransportar me gustaría ver Anchorage en Alaska, o Auckland en Nueva Zelanda.
¿Qué libro le espera en la mesilla de noche?
Dos. La secuela de Trainspotting, de Irvine Welsh, y “La arquitectura y el poder”, un ensayo. Me los han recomendado mis hijos, y por no hacerles un feo… ahí estoy, entre la heroína y el ladrillo.
Lo del cartel de las Fiestas del Pilar, ¿alimenta el ego?
Claro. El ego de los creativos es voraz. Pero los descreídos somos descreídos para todo y esto del Pilar no es para tanto estrapalucio.
A usted le va el humor. ¿Quién le hace reír?
Faemino y Cansado o el Tricicle. Me gustan las bromas de los viejos sobre su salud y el humor negro de cementerio.
Admira a las personas que…
A las personas lúcidas que saben separar el grano de la paja.
¿Qué frivolidad se permite en los ratos de ocio?
Quedarme quieto es mi deporte favorito y está claramente vinculado a mi ocio. Mi balcón es un sitio estupendo para esta práctica.
¿Votó en las elecciones europeas?
No pude; tenía un entierro.
¿Le apetece decir algo sobre el debate monarquía-república?
Pues no tengo yo este debate como prioritario. No.
De “ésta” (crisis) se sale, dicen. ¿Cómo?
Nos tendremos que acostumbrar a otro paradigma de bienestar y progreso. A expectativas más pobres y miserables. Aunque siempre podemos liar la de dios es cristo. Yo me apunto como líder teórico de la revolución. Con decir que me he comprado una gabardina modelo Durruti (en China, por Internet, las compras por cuatro perras).
En el estudio de Monzón de Antonio Isla (Fotos: Andrés Guerrero)