Quizá lo mejor que podría hacer Zapata es aceptar con buen humor que la mejor solución es que dimita. La defensa rabiosa que encuentro en algunos de sus compañeros de partido, que han creado una imagen a imitación del Je suis Charlie en la que Charlie ha sido sustituido por Zapata (Je suis Zapata) adolece de uno de los vicios de Podemos, la defensa a ultranza uno de los nuestros, en la línea del goodfellas, que tanto daño ha hecho a la izquierda. Para que lo que se pregona sea creíble, aceptable, verdadero, la dosis de autoexigencia debe superar a la de la exigencia al otro. Podemos debería preocuparse tanto o más que por la viga en el ojo ajeno, algo cuya existencia parece clara, por la paja en el propio.
Zapata ha pedido disculpas y bien está; ha aducido el huidizo contexto y seguramente es un factor importante en la cuestión. Lástima que pierda contexto en cuando se lanza un mensaje. La vida juega pasadas de este tipo. A la hora de producirse en las llamadas redes, debería haber sido más prudente. Estoy convencido de que este señor no es ni antisemita. Personalmente, con comillas o no, creo que el pulso me hubiera fallado al escribir cosas semejantes en un sitio como Twitter. Pero cada uno sabe de sí mismo.
Al final, todo se reduce a una cuestión práctica, porque, si se esencializa el debate, hay poderosos argumentos de parte de los detractores, tantos como otros igualmente poderosos de parte de los defensores. Me gusta pensar que si Zapata quería sondear los límites de lo que se puede en clave de humor negro, quizá debería, como hacen los grandes cómicos, haber empezado por reírse de sí mismo, de su marco cultural, de sus colegas. Tal vez, en lugar de la animalada sobre los judíos, podría habérsele ocurrido una sobre los niños palestinos, pongamos por caso. Los suyos, ¿lo habrían entendido como un chiste o para eso hacen falta verdaderas dotes cómicas?
En cualquier caso, Intentando de nuevo desencializar la cuestión, no querer ver que en la política institucional del Ayuntamiento, es decir, en el proyecto colectivo de la candidatura elegida, su permanencia va a ser fuente de problemas, es tener la vista corta.
Reproduzco a continuación una vieja entrada sobre los chistes racistas y en general sobre el humor:
Chistes racistas. Tres tristes tópicos nada menos que de Tolstoi. Cruce de citas y una anécdota.
Tolstoi, León, Guerra y paz, Alianza Editorial, 2008, p. 925.
Critchley, Simon, Sobre el humor, quálea editorial, 2010, p., 93-95. Trad. Antonio Lastra.
El sábado discutí con un medio amigo porque se puso a decir que si los moros eran tal y que si eran cual. Todo porque unos argelinos le habían hecho una jugarreta con el pago de un alquiler. Le dije que no podía generalizar a partir de un caso, por más que le tocara los bolsillos. Pero entonces la situación empeoró, porque otros de los presentes empezaron a traer a colación -a cena, en realidad- más y más ejemplos. A mí todo lo que contaban me sonaba a cosas ya oídas de maños, madrileños, asturianos y gentes de otras regiones. El ambiente se calentó tanto que al final le dije que lo que pasaba es que a mí no me interesan ese tipo de generalizaciones, esa manera de enfrentarse a la realidad, y que me parecía que sus afirmaciones decían más de él mismo que de las personas que pretendía retratar. Además, añadí que en ciertos ambientes sería considerado, por sus conocimientos y por su forma de producirse, como un auténtico patán. Hasta quizá esos mismos moros podrían considerarle un zafio. Ah, y también le dije que seguramente a la misma hora en que nosotros estábamos reunidos, en la misma ciudad, podía haber un grupo de personas de las que él malhablaba contando fechorías, pongamos por caso, de patrones españolísimos. En fin, que no sé cómo acabamos la velada siendo todavía medio amigos.
¿Serán los chistes sobre extranjeros lo que produce corrientes de pensamiento que a mí me resultan tan falsas y pobretonas de contenido; será la realidad, vista parcialmente, la que produce los chistes; o será que para relativizar tendencias suavemente racistas que están a menudo muy enraizadas en nuestro pensamiento debemos estar bien despiertos ante lo que nuestras propias cabezas tienden a pensar?
Yo creo que solo siendo conscientes de la falsedad de los tópicos, de cuánto son racistas algunos chistes étnicos, podemos disfrutarlos, eso sí, como un juego lingüístico, como metachistes que al hacernos reír deben hacer también que nos riamos de nosotros mismos, que se nos hiele un poco la sonrisa ante ciertas cosas que se nos ocurren. Si el chiste sublima sentimientos reprimidos que en él hallan vía de escape, un análisis crítico (crítico-humorístico, a poder ser) puede devolvernos una imagen de nosotros mismos que nos ayude a mejorar, siempre que estemos dispuestos a aceptar nuestras debilidades, a reconocer como tópicos nuestros propios tópicos.