"Pero al final, ocurre la situación tan temida. Sinclair, Böhlendorff y el resto de sus nuevos amigos deciden participar activamente en los tumultos estudiantiles que están preparando en la clandestinidad de las sociedades secretas desde principios de mayo junto con el cabecilla Georg Bauer. Su insistencia para que también él les acompañe es enorme. Él se siente presionado y dividido entre dos tendencias: por un lado, el deseo de vivir esos momentos históricos y contribuir con sus amigos al cambio de la sociedad represiva en la que viven, y por otro la repugnancia las muchedumbres y a las torpes consignas coreadas, la repugnancia a la violencia desatada en la que siempre degeneran ese tipo de manifestaciones, unido al temor casi obsesivo a ser denunciado... Y, sin embargo sin embargo, él también quiere compartir la gloria de los héroes y desenfundar con su Sinclair el reluciente acero.
"Puede que a tí por alguna de sus ardientes sendas bajo abetos
o en la oscuridad del robledal, envuelto
en acero, oh mi Sianclair, dios se e aparezca,
o que en las nubes se muestre, pues tú lo conoces..." (El Rin. A Isaak von Sinclair)
Cortés Gabaudán, Helena, Biografía poética de Friedrich Hölderlin, Hiperión, 2014, p. 241-242
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"La hilera de escudos se abre y de ella sale un hombre que dispara una bomba lacrimógena en dirección a ellos y uno de los jóvenes la coge y la arroja detrás de la línea de escudos: parece una señal, porque entonces la policía carga. T. los ve aproximarse y ve que, absurdamente los jóvenes de las capuchas corren a su encuentro y después ve a uno de esos jóvenes en el suelo, sangrando: un policía estampa la suela de su calzado contra la cabeza del joven y ésta rebota una y otra vez contra el suelo, dejando una mancha de sangre que se agranda y se agranda sin que nadie haga nada por detener al policía. En ese momento, T. se siente responsable de lo que está viendo y también de no haberlo evitado; y se siente, por primera vez, el joven caído y el policía, ambos al mismo tiempo. T. piensa que lo que va a hacer se volverá contra sí mismo y que el daño que inflija, si consigue provocar alguno, será en primer lugar contra sí mismo, no precisamente contra aquello en lo que cree, que es poco y nunca será mucho -sólo un puñado de ideas generales acerca de la dignidad de las personas y una noción vaga de lo que, a falta de un nombre mejor, y lamentándose todas las veces por ello, y por los ecos de su padre que creerá reconocer en ello mucho tiempo después de que su padre haya muerto, llamará "justicia"...-, sino contra la idea misma de creer en algo, que se opone, pensará siempre, a la de hacer: su padre y su abuelo, pensará en el futuro, habrán quedado atrapados por las contradicciones inherentes a hacer y creer, en buena medida e debido a que creer equivale en todos los casos a hacer...
Pron, Patricio, No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, Random House, 2016, p. 302.
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La parte giusta/la parte sbagliata
Min. 1:31:33-1:41:41
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You say you want a revolution
Well, you know
We all want to change the world
You tell me that it's evolution
Well, you know
We all want to change the world
But when you talk about destruction
Don't you know that you can count me out (Beatles)
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Fresán, Rodrigo, Vidas de santos, Barcelona,
Debolsillo, 2007, p. 99.