Una de las últimas gracias de Berlusconi se produjo hace unos días, durante la rueda de prensa conjunta que ofreció con Netanyahu, el primer ministro israelí, de visita en Italia. Berlusconi respondió en voz alta a una pregunta que dijo haberle hecho su colega israelí sobre el cuadro que tenían a sus espaldas, frente a los periodista asistentes al acto. Así es como resume lo dicho por el primer ministro un medio digital:
"El cuadro a mi espalda representa el Parnaso, o sea, el bunga-bunga de 1811". Ha dicho el p.m. Silvio Berlusconi durante la rueda de prensa con el p.m. israelì Benyamin Netanyahu cuando este último le ha preguntado quién había pintado el cuadro. "Es un cuadro de Andrea Appiani y representa el Parnaso, o sea el bunga bunga del 1811 y ese de ahí soy yo - ha añadido señalando una figura del cuadro - mientras ese otro de es Mariano Apicella" (conocido amigo de Berlusconi que le acompaña en sus fiestas).
El de ahi es uno de los personajes del cuadro mientras que ese otro es Apolo citaredo uno de los personajes del cuadro, en el que está flanqueado por la Música y el resto de las musas
Que Berlusconi es un tipo al que le gusta divertirse es algo evidente y que tiene cierta gracia, también, aunque a menudo esa gracia resulte bochornosa, por vulgar e inoportuna, en los ambientes políticos
Enric González, que le pone justamente a caer de un burro en sus Historias de Roma (RBA, 2010), un librito que, por otro lado , resulta ser poco más que un buen resumen, medio abiertamente declarado, de I segreti di Roma (Corrado Augias, Mondadori, 2005), le describe, fruto de sus encuentros durante comidas compartidas con otros periodistas, como “un hombre personalmente simpático y deseoso de agradar, en algunos momentos, dotado de una vis cómica casi irresistible” (ibid, p. 58).
RBA Libros, Colección: Narrativas, 17 euros, 144 páginas
Sin embargo, se tiene a menudo la sensación de que su sentido del humor tiende siempre a colocarle por encima de los demás, de que no es reflejo de una rebeldía resignada ante la condición humana. La gracias de Berlusconi carecen de verdadera humildad, le presentan a él como posesor de una verdad indiscutible, cuando no como víctima de algún designio perverso, carecen precisamente de esa ironía de la que quería hacer gala al final de la broma sobre el cuadro de El Parnaso («Ricordate di non prendere mai sul serio chi si prende troppo sul serio. L'autoironia è sempre fondamentale»- dijo Berlusconi en tono doctrinal), les falla el tono de fondo, porque traslucen la falta conciencia de que su visión del mundo está plagada de burdos tópicos, carecen de la clarividencia del humor verdadero, descreído por naturaleza.
Critchley, Simon, Sobre el humor, quálea editorial, 2010, p., 93-95. Trad. Antonio Lastra.
El libro de Critchley es una excelente reflexión sobre el humor y sus implicaciones, sobre el humor entendido como epistemología de la condición humana.
Otra entrada de este blog sobre el humor racista y el libro de Critchley.
Enric González, en el libro citado, cuenta que una vez confecciono un monólogo berlusconiano a base de frases literales del empresario metido a política. Es un buen ejemplo de hasta dónde llega su gracia y de las limitaciones de su sentido del humor, con el que tiende, por un lado, a presentarse como víctima, y, por otro, a darse aires de superioridad.
Historias de Roma, González, Enric, RBA, 2010, p. 62-63.