sábado, 14 de mayo de 2016

Sin hacer ruido


...
otra vez más sans faire du bruit tus músicas
suenan en la memoria, como una despedida:
parece que fue ayer y algo ha cambiado.
Hoy no esperamos la revolución.
(Elegía y recuerdo de la canción francesa, J.G. de Biedma)


miércoles, 11 de mayo de 2016

Citas, islotes cotidianos a la deriva: "No hay literartura sin una moral de la forma" (R. Barthes)

"En mi trabajo las citas son salteadores de caminos que irrumpen armados para arrebatar la convicción que alberga el ocioso paseante". (W. Benjamin, Calle de dirección única, Trad. Jorge Navarro Pérez,  Obras, IV, 1, p. 78, Madrid, Abada, 2010)



Recoger citas para entender el mundo, establecer sensatas relaciones sintácticas entre caprichosos recuerdos tiranizados por mis obsesiones, entre los fragmentos de realidad que hallo en feisbuq, entre esquizoides capítulos de vida cotidiana: la mañana tiene poco que ver con la tarde y mucho menos con la noche, por más que me empeñe en colocar entre esos fragmentos sensatos y a continuación, y después, por tanto, de manera que parezca que no hay citas amontonadas por el destino o el instinto, sino una voluntad rectora, frases consecutivas, alguna adversativa, periodos compactos y un suave tránsito entre ocio y negocio. Mis días no son hijos de mi sacrosanta libertad, no son el fruto de mi plan vital, que diría el prepostmoderno psiquiatra cordobés.  Soy sólo incapaz de ser libre, y eso lleva mucho esfuerzo consigo, mucha angustia. Renace el volcán de vez en cuando, me puede el ánimo destructivo, el afán por hundir el suelo para ver qué hay debajo. Pero resisto gracias a un régimen de citas dietéticas, navego entre ellas saltando de islote a islote y me quedo en algunas a pasar momentos deliciosos, recordar circunstancias que supongo haber vivido. Así, a base de curruscos, sobrevivo. 
Y pensar que Benjamin quería escribir un libro de citas que despertara la conciencia revolucionaria, un libro a través del cual se pudiera descubrir la trama oculta que duerme bajo la superficie, los cimientos de los nichos de mercado, del sistema. No, definitivamente, mis citas se acaban en si mismas y cualquier hilo que las una hay que cortarlo, porque entre ellas crece el alambre de espino y podría resultar que todo tuviera un sentido, que juntándolas se pudiera descubrir el polo, inventar la pólvora.

I need a fix 'cause I'm going down y la/lo encuentro hoy en las palabras de JRJ:


Un fino pajarillo canta débilmente en la ventana. Desde el lecho de los dos, aún encortinado, su voz dice que hace sol afuera.

Menos mal que para la loca melancolía que despierta el pajarillo, tengo una pastilla de Montale:


lunes, 9 de mayo de 2016

Concierto de final de curso en la EOI1 (Coral Santa Rafaela María y Coro de la Escuela Oficial de Idiomas Nº 1 de Zaragoza


Martes 24 de mayo a las 19'30 en el salón de actos de la EOI1. Entrada gratuita

Sentar cabeza (variantes)


- Find a girl, settle down
If you want you can marry
Look at me, I am old, but I'm happy

- All the times that I've cried
Keeping all the things I knew inside
It's hard, but it's harder to ignore it
If they were right I'd agree
But it's them they know, not me
Now there's a way
And I know that I have to go away
I know I have to go (Father And Son,  YUSUFISLAM, CAT STEVENS)




domingo, 8 de mayo de 2016

Renglones densos e ingrávidos, como paracaidistas de plástico


"La obra debe crear la necesidad y satisfacerla. Y, además, hacer sentir que ni esa necesidad ni su satisfacción estaban a nuestro alcance. De ahí el infinito recomenzar del deseo" P. Valéry, Cuadernos, 1894‑1915

Los paracaidistas de plástico duro con un paracaídas de plástico blando se vendían en tiendas como la Quiteria, de Zaragoza, o la de frutos secos que había a la vuelta de mi cole. Hoy, seguramente, se pueden encontrar en las tiendas de los chinos, que han heredado el muestrario del juguete barato. 

Cuando por razones aerodinámicas que desconozco, uno de aquellos soldados bajaba por el aire balanceando suavemente las caderas con los brazos en jarra era la viva encarnación de la ingravidez. Pero la ligereza, madre de la ingravidez, solo tiene mérito cuando se consigue a partir de lo pesado, cuando lanzado el peso al aire, se hace que caiga lentamente, dejándonos el tiempo suficiente para que  admiremos los detalles. Una pluma que es llevada por un soplo no encarna la ligereza a la que me refiero. 

Lo que yo sentía al ver al paracaidista tardar en caer es lo mismo que siento cuando leo una novela lograda, un poema feliz, por más dura que sea la realidad que describe. Para abajo tira la necesidad de decir, los trabajos y los días, pero el pulso, el control de la voz, contienen la caída. Arriba y abajo se armonizan en un idilio de ritmos contrapuestos, que poco tiene que ver con el contenido. El buen escritor insufla aire en la materia densa y, dándole forma, descubre  transcendencia en lo sencillo, verdad en lo anecdótico, "esa clase de verdad en la que pensaba Aristóteles cuando decía que la poesía es más verdadera que la historia, más verdadera debido a su poder para condensar lo múltiple en lo típico"(1). 

Ligero y denso es, por ejemplo, el paseo de arrabal que lleva al pelirrojo de la Pastoral americana en pos de su única hija, convertida en una una jainita bulímica, porque Roth sabe transformar el trávelin del triunfador en el desfile de quien desciende a la verdad, descubriendo el desolador reflejo que oculta la apariencia; grave e ingrávido es Edmund en Alemania, año cero, de Rossellini, en su camino de vuelta en la medida en que sigue siendo un niño que juega con las sombras de la calle, unas sombras que en su interior se van haciendo de piedra hasta llegar a casa por última vez; densa pompa de jabón es el poeta que convierte la osamenta en polvo enamorado.

El placer del lector, contra el que no hay efecto turifel(2) lector que valga, consiste en participar de esa ceremonia -inteligencia, experiencia y pericia- que consiste en ver cómo avanza un discurso balanceando suavemente los renglones hasta posarse.
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(1) J.M.Coetzee, Mecanismos internos, 2007. DeBolsillo, 2010, Trad. de Eduardo Hojman, p.249
(2) R. Sánchez Ferlosio describe el efecto turifel  en Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, Destino, 1993. En palabras suyas, “consiste en una especie de descrédito que va minando irremediablemente la autoridad de la presencia física de determinados monumentos mundialmente famosos cuando esa presencia es, por así decirlo, desgastada por el precedente de una indiscretamente inmoderada anticipación de representaciones iconográficas”. Otro tanto se podría decir de obras escritas.