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jueves, 16 de abril de 2015
miércoles, 15 de abril de 2015
León come gamba y después se va a la puta calle. Sargento, sin embargo, no come cagarro ni “delibera eso”. Master chef, entre Kubrick y C. Eastwood
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Me encanta Masterchef, hasta el punto de que según escribo el nombre del programa resuena placenteramente en mi interior la frase que repiten los concursantes cuando acatan el parecer de sus superiores, Sí chef, como un eco del cuartel sentimentaloide en que se convierte el plató donde se rueda el juego a cocinitas profesionales en que consiste el concurso.
En un momento dado del desarrollo de la humanidad, la belleza dejó de ser una cuestión de equilibrio y proporción entre las partes cumplidas de un todo, para pasar a depender de la presencia de condimentos como lo terrible, situándose a un paso de la tragedia, la depresión, la desintegración, el vacío. Como decía Rilke, lo bello es el comienzo de lo terrible que aun podemos soportar. Los románticos, atraídos por los bordes del abismo, desde Friedrich hasta Turner, retrataron las desgracias, los naufragios, por ejemplo, como cronistas de una actualidad que coincidía con sus inquietudes más profundas .
La televisión es una heredera degradada de esos cánones estéticos, pasados por el turmix de la peor cultura popular. El episodio de ayer de Masterchef en buen ejemplo de ellos.
Un jurado que pasa del tono paternaloide al del sargento de Chaqueta metálica, pero con frases trufadas de cursiladas (“¡Deliberar! ¿Voy a deliberar eso?”; “has enfocado mal tu creatividad”) ante un tardo adolescente al que le faltaba por lo menos un hervor y que, para compensar la pusilanimidad que se le atribuía, había querido sacar pecho con un plato llamado “León come gamba”, constituye uno de los momentos cumbre en mi vida de espectador de la pequeña pantalla. Ni quiero ni pensar que quizá había un pacto previo, un guión que preveía la posibilidad de un final así. No, prefiero creer que por fin hemos asistido a un momento rosselliniano, a un milagro, al desvelamiento fugaz de la verdad.
Reproduzco a continuación un menú de frases que pienso estar comiendo noche y día durante la próxima semana. Hasta cuando me levante por la noche a hacer pis, pienso dar un mordisco a estos exquisitos manjares para quedarme dormido con una sonrisa de beatitud en la cara.
- ¿Tú crees que el carácter lo vas a demostrar con una patata cruda? (Frase dicha imitando el deje del exministro Bono).
- Los ojos con dos pimientas (sic) y un bigote de azafrán…crudo.
- ¿Tú te comerías una patata cruda con un supuesto gazpacho de fresa y tomate?
- ¡Tú no has entendido nada!
Menos mal que de postre una de las excelsas comensales tuvo algo de gracejo al comentar ante una parrilla que empezaba a estar demasiado caliente:
- ¡Esto va a ser un cagarro, chicos!
martes, 14 de abril de 2015
Reedición anual de entradas: 14 de abril de 1931, ¡jo, qué día! Horas de júbilo. Florilegio de testimonios.
María de los Ángeles Zuloaga, alumna del Instituto Escuela (Institución Libre de Enseñanza), mi querida suegra, cuando tenía once años:
“Yo no sé si se hablaba de política, yo me imagino que no o que era que dábamos por hecho que lo que más te podía ayudar en la vida era el ser progresista, porque cuando dijeron, la república, la república, bajamos todas a cortar periódicos y a pintarlos de rojo, amarillo y morao, y coserlos y tal, y los subimos a la terraza. Teníamos una terraza espléndida y pusimos toda la terraza tapizada de la bandera republicana. Bueno, nos quedó precioso. Pues todo eso yo supongo que sí, que nos ha quedado para siempre”. (Min. 28’45’'):
Josep Pla:
La bandera que sube por el mástil es la bandera republicana. La noticia corre como una exhalación y una riada de gente sale de los cafés y los establecimientos colindantes a ver la bandera…En el cruce hay mucha gente. El volumen aumenta a cada instante. Nadie sabe qué hacer. ¿Dónde estamos? Hasta las cuatro de la tarde, la gente permanece perpleja y flotando. En ésas, como un reguero de pólvora en el hormiguero humano, circula la noticia de que la bandera de Correos representa lo que pretende simbolizar; a saber,que el poder ha caído en manos del Gobierno provisional. De la perplejidad inicial se pasa rápidamente al entusiasmo. Ha bastado un segundo. Una vez constatado el hecho,veo que el enorme gentío tiene tendencia a subir por la calle de Alcalá, hacia la Puerta del Sol. La cosa está consumada…El entusiasmo, pese a la relativa discreción producida por la sorpresa del acontecimiento, no cesa de crecer, sube por momentos. Se empiezan a oír las primeras notas de La Marsellesa. Después, constato que un grupo de ciudadanos comienza a entonar el Himno de Riego. El pueblo ignora ambas canciones. Desafinan. El conocimiento de la letra es escaso. Cantan mal. Da igual. Ya lo harán mejor más adelante. Entre los obreros de la construcción el himno más conocido es la Internacional, aprendida en la Casa del Pueblo…Todo coge un aire de verbena triunfante, un aire de alborozo franco y desenfrenado sólo que es una verbena política. La gente se abraza, grita, suda, canta. Un ciudadano cualquiera, pacífico y retirado, su señora o su hija, pueden echarse a los brazos de otra persona completamente desconocida y extraña.Como en todos los espectáculos de masas, las posaderas del sexo femenino pueden ser más o menos tactilizadas por personas que nada tienen de republicanas. Pasan sobre la multitud ráfagas de entusiasmo cívico que determinan movimientos de enternecimiento humano.«¡Un día es un día! Después, Dios dirá...», oigo decir a algunas mamás. En ésas, personas desconocidas y de vaga procedencia asaltan los taxis y camiones que han tenido la desgracia de hallarse en el centro de Madrid en estas horas de amontonamiento humano, y emprenden un carrusel endiablado por las calles que durará hasta mañana ala misma hora. El ruido producido por los motores de explosión de esta procesión altera un poco la sangre de los caballos de las parejas de la Guardia Civil situadas en las bocacalles. Los caballos se impacientan y se agitan. Se produce un momento de expectación. Un momento, tan solo. Los guardias dominan a sus caballos y siguen indiferentes en las esquinas,mano sobre mano. (enlace al texto)
Luis Buñuel:
Llegué a Madrid en abril de 1931, dos días antes de la marcha del rey y de la alborozada proclamación de la República española…La proclamación de la República española, en la que no se derramó ni una gota de sangre, fue acogida con gran entusiasmo. El rey se marchó sin más. Pero, la alegría, que en un principio parecía general… (Mi último suspiro,
Buñuel, Luis. Zaragoza. Heraldo de Aragón, 2010. p. 149-151).
La bandera que sube por el mástil es la bandera republicana. La noticia corre como una exhalación y una riada de gente sale de los cafés y los establecimientos colindantes a ver la bandera…En el cruce hay mucha gente. El volumen aumenta a cada instante. Nadie sabe qué hacer. ¿Dónde estamos? Hasta las cuatro de la tarde, la gente permanece perpleja y flotando. En ésas, como un reguero de pólvora en el hormiguero humano, circula la noticia de que la bandera de Correos representa lo que pretende simbolizar; a saber,que el poder ha caído en manos del Gobierno provisional. De la perplejidad inicial se pasa rápidamente al entusiasmo. Ha bastado un segundo. Una vez constatado el hecho,veo que el enorme gentío tiene tendencia a subir por la calle de Alcalá, hacia la Puerta del Sol. La cosa está consumada…El entusiasmo, pese a la relativa discreción producida por la sorpresa del acontecimiento, no cesa de crecer, sube por momentos. Se empiezan a oír las primeras notas de La Marsellesa. Después, constato que un grupo de ciudadanos comienza a entonar el Himno de Riego. El pueblo ignora ambas canciones. Desafinan. El conocimiento de la letra es escaso. Cantan mal. Da igual. Ya lo harán mejor más adelante. Entre los obreros de la construcción el himno más conocido es la Internacional, aprendida en la Casa del Pueblo…Todo coge un aire de verbena triunfante, un aire de alborozo franco y desenfrenado sólo que es una verbena política. La gente se abraza, grita, suda, canta. Un ciudadano cualquiera, pacífico y retirado, su señora o su hija, pueden echarse a los brazos de otra persona completamente desconocida y extraña.Como en todos los espectáculos de masas, las posaderas del sexo femenino pueden ser más o menos tactilizadas por personas que nada tienen de republicanas. Pasan sobre la multitud ráfagas de entusiasmo cívico que determinan movimientos de enternecimiento humano.«¡Un día es un día! Después, Dios dirá...», oigo decir a algunas mamás. En ésas, personas desconocidas y de vaga procedencia asaltan los taxis y camiones que han tenido la desgracia de hallarse en el centro de Madrid en estas horas de amontonamiento humano, y emprenden un carrusel endiablado por las calles que durará hasta mañana ala misma hora. El ruido producido por los motores de explosión de esta procesión altera un poco la sangre de los caballos de las parejas de la Guardia Civil situadas en las bocacalles. Los caballos se impacientan y se agitan. Se produce un momento de expectación. Un momento, tan solo. Los guardias dominan a sus caballos y siguen indiferentes en las esquinas,mano sobre mano. (enlace al texto)
Luis Buñuel:
Llegué a Madrid en abril de 1931, dos días antes de la marcha del rey y de la alborozada proclamación de la República española…La proclamación de la República española, en la que no se derramó ni una gota de sangre, fue acogida con gran entusiasmo. El rey se marchó sin más. Pero, la alegría, que en un principio parecía general… (Mi último suspiro,
Buñuel, Luis. Zaragoza. Heraldo de Aragón, 2010. p. 149-151).
Rafael Alberti:
Era un mediodía, rutilante de sol. Sobre la página del mar, una fecha de primavera: 14 de abril. Sorprendidos y emocionados, nos arrojamos a la calle, viendo con asombro que ya en la torrecilla del ayuntamiento de Rota una vieja bandera de la República del 73 ondeaba sus tres colores contra el cielo andaluz. Grupos de campesinos y otras gentes pacíficas la comentaban desde las esquinas, atronados por una rayada «Marsellesa» que algún republicano impaciente hacía sonar en su gramófono. Mientras sabíamos que Madrid se desbordaba callejeante y verbenero, satirizando en figuras y coplas la dinastía que se alejaba en automóvil hacia Cartagena, un pobre guardia civil roteño, apoyado contra la tapia de sol y moscas de su cuartelillo, repetía, abatido, meneando la cabeza:
—¡Nada, nada! ¡Que no me acostumbro! ¡Que no me acostumbro!
—¿A qué no te acostumbras, hombre? —quiso saber el otro que le acompañaba y formaba con él pareja.
—¿A qué va a ser? ¡A estar sin rey! Parece que me falta algo. (enlace al texto). Alberti, Rafael, La Arboleda Perdida. Memorias, Barcelona, Seix Barral, 1975, 336p, p.311.
Era un mediodía, rutilante de sol. Sobre la página del mar, una fecha de primavera: 14 de abril. Sorprendidos y emocionados, nos arrojamos a la calle, viendo con asombro que ya en la torrecilla del ayuntamiento de Rota una vieja bandera de la República del 73 ondeaba sus tres colores contra el cielo andaluz. Grupos de campesinos y otras gentes pacíficas la comentaban desde las esquinas, atronados por una rayada «Marsellesa» que algún republicano impaciente hacía sonar en su gramófono. Mientras sabíamos que Madrid se desbordaba callejeante y verbenero, satirizando en figuras y coplas la dinastía que se alejaba en automóvil hacia Cartagena, un pobre guardia civil roteño, apoyado contra la tapia de sol y moscas de su cuartelillo, repetía, abatido, meneando la cabeza:
—¡Nada, nada! ¡Que no me acostumbro! ¡Que no me acostumbro!
—¿A qué no te acostumbras, hombre? —quiso saber el otro que le acompañaba y formaba con él pareja.
—¿A qué va a ser? ¡A estar sin rey! Parece que me falta algo. (enlace al texto). Alberti, Rafael, La Arboleda Perdida. Memorias, Barcelona, Seix Barral, 1975, 336p, p.311.
C. de la Mora recuerda cómo se enteró de que la República empezaba a ser proclamada:
De la Mora, Constancia, Doble esplendor, Madrid, Gadir, 2004. Prólogo de J. Semprún, p., 169
De la Mora, Constancia, Doble esplendor, Madrid, Gadir, 2004. Prólogo de J. Semprún, p., 169
Gila era un niño cuando llegó la Segunda República:
Gila, Miguel, Y entonces nací yo. Memorias para desmemoriados,Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1995, p. 130.
La impresión de Morla Lynch, después de su visita al Ministerio de Estado para reconocer, como representante consular chileno, al Gobierno Republicano:
Morla Lynch, Carlos, En España con Federico García Lorca, Renacimiento, 2008, p., 90.
Gila, Miguel, Y entonces nací yo. Memorias para desmemoriados,Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1995, p. 130.
La impresión de Morla Lynch, después de su visita al Ministerio de Estado para reconocer, como representante consular chileno, al Gobierno Republicano:
Morla Lynch, Carlos, En España con Federico García Lorca, Renacimiento, 2008, p., 90.
El eco de un recuerdo ausente, Carlos Blanco Aguinaga:
Blanco Aguinaga, Carlos, Por el mundo. Infancia, guerra y principio de un exilio afortunado, Alga, Alberdania, S.L., 2007 (1ª edición), p. 20.
El testimonio autobiográfico sobre la política menuda republicana de la mano de Moreno Villa, poeta, pintor e importante personaje de la Residencia de Estudiantes:
Moreno Villa, José, Vida en claro, autobiografía, Madrid, FCE, 1976, p., 187. La primera edición es de 1944.
Dos resumenes:
Antes, entonces y después: Juan Gil-Albert:
Gil Albert, Juan, Obra completa en prosa, 4, Crónica General, Primera parte, Diputación Provincial de Valencia, 1983, p. 179-180.
Por último, Rodrigo Fresán, sobre el idilio entre la experiencia personal y la historia con mayúsculas:
Fresán, Rodrigo, Vidas de santos, Barcelona, Debolsillo, 2007, p. 99.
Adenda: Lapsus
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