Fotos de animales que parecen querer negarse a si mismos para protegerse, o quizá para asaltar a sus enemigos, porque en ese reino sin monarquía (non c'è il leone, chissà dov'è…) que llamamos naturaleza sus habitantes no se andan con distinciones entre adversarios y enemigos y cuando alguien manda a callar es porque puede. En la fauna política si que se hacen diferencias entre adversarios, contrincantes y hasta enemigos, hay políticos que repiten y se recrean en recordar los matices que diferencian el significado de cada uno de los términos, como queriendo demostrar finura conceptual , para después desmentir con los hechos su retórica pretendidamente fina. Pasan de los abrazos a lanzarse los peores calificativos. Recuerdan ese chiste sacrílego que contaba que Cristo iba dando saltitos con su cruz a cuestas, hasta que, de repente, alguien le dice, “los de la tele”, y él se pone a andar abrumado por el peso que lleva a cuestas, real y simbólico. Así parecen hacer los políticos de los partidos mayoritarios, apreciarse hasta que les enchufa la cámara, como si la profesión les exigiera un esfuerzo antagónico sobreactuado, una especie de mala leche de foto, lo contrario de la patata de las instantáneas familiares. Es verdad que también hacen lo contrario los días que la cámara exige la ceremonia de la comprensión, pero últimamente la concordia casi no tiene fiestas que guardar. Los pasados fueron años en los que el partido en el poder se pareció más de lo aconsejable a otros partidos cuyo ideario era en principio distinto; el grueso de la oposición, por su parte, parecía querer dar la impresión de que sostenía el ideario original del partido en el poder. Y es que desde hace ya tiempo nadie es quien esperarías, casi todos se camuflan, juegan a querer parecer distintos para comportarse después de manera demasiado semejante. Y, además, hablan como si la gente común (vid. García Calvo) fuera un ente abstracto y medio tonto, y no una suma de orejas bien diferenciadas a las que les agradaría oír argumentos elaborados, verdades sentidas y propuestas atractivas, diferentes en más de un 10 o un 15% de las del contrincante. Como, para más inri, en la tele los listos prefieren parecer tontos, los que tienen menos luces no tiene ni necesidad de esforzarse en mimetizarse, porque casi todo es medianía. Claro que, visto lo visto, es casi mejor que nuestros dirigentes se dejen arrastrar por los acontecimientos, a veces si aparentar si quiera que los controlan, porque cuanto intentan adelantarse o tomar las riendas del carro a menudo el resultado es peor que la correcta gestión del desastre.
Es algo que el PSOE ha pagado bien caro. Si a uno le gusta el café y puede tomarlo no se le ocurre comprar un sucedáneo que se parece demasiado a otra cosa. Para eso, votas a la derecha de marca, la que financia el gran capital, aunque a esta también le den ataques de mimetización. Quien vota a la izquierda, por ejemplo, lo debe hacer convencido de que sus medidas políticas no van a andar de puntillas con los impuestos, los servicios públicos o la justicia. O es que se les ha olvidado que decir socialdemocracia equivale a referirse a un sistema impositivo trasparente, ecuánime y seguramente exigente, destinadoa sufragar el llamado estado de bienestar, expresión que poco a poco va abandonando el léxico político para quizá emigrar a la jerga médico anestésica. Seguramente, a algunos no se les ha olvidado lo que implica la socialdemocracia, sino que han creído que podían hacer milagros. Eso en el mejor de los casos, porque en el peor hay que pensar que solo buscaban perpetuarse en sus puestos, hacer el trabajo sucio a los otros favoreciendo a los de siempre (vid. las clásicas tesis leninistas y, si no recuerdo, mal la fábula de Gramsci sobre el castor), en suma, cambiar algo para que todo siga igual. La historia del PSOE post constitucional ha tendido a reproducir miniciclos semejantes. Ataquines de socialdemocracia seguidos de significativas renuncias, demoras o ambigüedades que acercaban su actuación a las políticas de centro derecha. Al descrédito que ello ha producido, hay que añadir los casos de corrupción y la deriva nacionalista. Alguna de estas cosas se digiere mejor en los partidos de derechas, pero el público de izquierdas las lleva muy mal. hasta tal punto el perfil socialista se ha ido desdibujando que la mimetización ha llevado a situaciones como la de la última foto, en la que el animal debe estar por alguna parte, pero no hay quien lo vea.Fuente de las fotos