jueves, 7 de enero de 2016

Azzurro, demasiado azzurro para mí. Un Rodríguez existencialista. P. Conte cumple 79 años

¡Qué lejos estoy contigo,
qué cerca cuando te vas! (F.G.L.) 

Je fis un feu, l'azur m'ayant abandonné (P. Eluard)


Esta canción tiene algo que hace que guste a todos, al morrofino (morroputa, dijo alguien en clase un día. No soy aragonés y estas cosas me hacen gracia)  y al tragaldabas, a la niñas en despedida de fin de curso y a los osos moteros, por lo menos en España.  Cantada por Celentano, surte el mismo efecto que alguna gran película clásica, sobre la que alguien, sorprendido después de verla, comenta  pues la verdad es que está bien, sin saber que detrás se esconde Hammett, Chandler, L. Hellman o D. Trumbo. Muchos creen que el texto es, en efecto, de Celentano. Hasta E. González, el estupendo ex periodista de El País que fue corresponsal en Roma,  se la atribuyó en una columna. Pero este prodigio de delicadeza, con tanta intensidad lírica y tan alusiva pero elaborada trama narrativa,  un dechado de equilibrio entre fuerzas centrípetas y centrífugas, no podía ser suyo. Celentano es buen compositor, pero juega en una división inferior.
La canción trata de la desidia, la acidia (véase Tomás de Aquino, uno de sus grandes tratadistas), la abulia, la profunda y la que produce el verano,  el calor, las tardes sin nubes y senza fine, sin casi distraccioneso pura distracción,  la gente que da la lata. Se me cruzan dos cosas en la cabeza, pero prefiero dejarlas cruzadas, el asesinato por calor de El extranjero y los microrrelatos de los Crímenes ejemplares, de M. Aub, y se me ocurre un la mató porque hacía calor. Pero ni eso, en Azzurro no hay un gramo de pasión, de sudor compartido. El protagonista apenas observa la realidad, solo recuerda, añora su juventud en la parroquia, tiene tibias ganas de compañía, evoca a la ausente a través de lo que a ella le gusta, las plantas. Si, es verdad, se siente desinflado sin ella, pero cuanto más quiere verla más se da cuenta de que sus deseos y su propia forma de ser son dos vagones que hacen el mismo recorrido en sentido contrario. Es una enfermedad moral la suya. Un avión le hace caer en la cuenta de que existen los medios de transporte, que puede estar con ella, tal vez de veraneo, en unas horas. Pero se marcha al parque, África, como cuando era niño, otra patria imposible. Y la recuerda de nuevo, tibiamente feliz en la distancia, agobiado por la gente, como un frío trovador que prefiere el amor de lejos, de lonh al de cerca: El gozo me vendrá cuando le pida,/por amor de Dios, el amor de lejos.
La vieja versión de Celentano, que parece un mafioso de la familia Monster más que de los Soprano, es magnífica. El videoclip,  un modelo  de realización de bajo coste. Se ve el sol, los tejados, el local de la parroquia, las adelfas, el baobab, la regadera. Menos es más:


Letra:

Cerco l'estate tutto l'anno  e all'improvviso eccola qua. 
Lei è partita per le spiagge  e sono solo quassù in città, 
sento fischiare sopra i tetti
  un aeroplano che se ne va. 
Azzurro, il pomeriggio è troppo azzurro e lungo per me.



Mi accorgo di non avere più risorse, senza di te,
 
e allora io quasi quasi prendo il treno e vengo, vengo da te,
 
ma il treno dei desideri nei miei pensieri all'incontrario va.
 
Sembra quand'ero all'oratorio, con tanto sole, tanti anni fa.
 
Quelle domeniche da solo in un cortile, a passeggiar...
 
ora mi annoio più di allora,neanche un prete per chiacchierar...
 
Azzurro, il pomeriggio è troppo azzurro e lungo per me.
 
Mi accorgo di non avere più risorse, senza di te,
 
e allora io quasi quasi prendo il treno e vengo, vengo da te,
 
ma il treno dei desideri nei miei pensieri all'incontrario va.
 
Cerco un pò d'Africa in giardino, tra l'oleandro e il baobab,
 
come facevo da bambino, ma qui c'è gente, non si può più,
 
stanno innaffiando le tue rose, non c'è il leone, chissà dov'è...
 
Azzurro, il pomeriggio è troppo azzurro e lungo per me.
 
Mi accorgo di non avere più risorse, senza di te, e allora
 
io quasi quasi prendo il treno e vengo, vengo da te,
 

ma il treno dei desideri nei miei pensieri all'incontrario va.

Versión:

Busco el verano por todos sitios y de repente ya está aquí. Ella se ha ido a la playa y yo estoy sólo en la ciudad. Por encima de los tejados oigo  el ruido de un avión que se aleja. Azul, la tarde es demasiado larga y azul para mí. Me doy cuenta de que sin ti estoy vacio y entonces me entran ganas de ir a buscarte, pero el tren de los deseos y yo vamos en dirección contraria. Es como cuando iba a la parroquia, con tanto sol, hace muchos años. Aquellos domingos, sólo, paseando por el patio. Ahora me aburro más que entonces, ni siquiera hay un cura para hablar de algo. Me doy cuenta de que sin ti estoy vacío y entonces me entran  ganas de ir a buscarte, pero el tren de los deseos y yo vamos en dirección contraria. Busco un trozo de África en el parque, entre la adelfa y el baobab, como hacía de niño, pero  hay gente, aquí no hay quien aguante. Están regando tus rosas, se han llevado el león, quién sabe dónde. Azul, la tarde es demasiado larga y azul para mí. Me doy cuenta de que sin ti estoy vacío y entonces me entran ganas de ir a buscarte, pero el tren de los deseos y yo vamos en dirección contraria.
Azul, la tarde es demasiado larga y clara para mí.

La versión del autor:



Luis Aguilé, o no entendió nada o lo entendió todo y decidió cambiarlo. Versión eternal flame, en lugar de eterna desgana:


J. Urrutia se cortó un pelo al cantar la canción, pero tampoco me parece que encontrara el tono justo. Me gusta, sin embargo, la versión, porque los arreglos me recuerdan a mi grupo favorito zaragozano, ese trío ambulante de órgano, pandereta y cabra que, aunque no se prodigaba, a veces me endulzaba las mañanas cuando vivía en Alfonso. Un día memorable de lluvia y arco iris vinieron a Kassan. Tocaron solo para mí y mi perro que, algo inquieto, quería saltar el cordón de seguridad para besar a la cabra.



Algún enlace:

Versión jazz, con el motivo tan diluido que cuando vuelve te llevas un susto:http://www.youtube.com/watch?v=ikfUtIdh0gs


Increíble versión de Celentano para karaoke, en italiano aljamiado con buena voluntad y escaso conocimiento. Como transcripción fonética, todo son desperdicios:


martes, 5 de enero de 2016

Maneras tontas de amargarse el día: la garrampa, quizá origen lejano de la jota, y la enésima costalada

 
La tentación de Polifemo

Entre los machos alfa domesticados está muy extendida la afición al bricolaje. La actividad salva, decía un filósofo, y nada mejor que el mantenimiento del hogar para alejar la modorra vital. Pero el bricolaje, como el deporte, son actividades peligrosas. Los pequeños accidentes son frecuentes, tanto que me pregunto si a veces no serán buscados. Cuando yo aún quería arreglar algo, mi percance más frecuente eran los calambres, las garrampas. Recuerdo una agridulce velada en la que, electrocutado, levanté los brazos no menos de cuatro veces, con las manos semiabiertas, como si quisieran tocar las castañuelas, y. una pierna centrípetamente alzada, en actitud jotera. Fue el origen de mi relación de amor y odio, más de lo segundo que de lo primero, con ese baile aragonés. Hasta tal punto me resultó connatural la descarga eléctrica y el ademán bailarín que pensé si no sería ese el origen de la danza, ese o un imprevisto garrotazo, que al fin y al cabo son cosas semejantes.

Pero la garrampa no es exclusiva de los machos alfa domesticados, cualquier miembro del núcleo familiar puede ser su víctima. Ya en 1931 las posibilidades de electrocución fueron objeto de un exhaustivo listado. Las siguientes ilustraciones, que provienen de un libro alemán de ese año (Elektroschutz in 132 Bildern), componen una curiosa muestra de lo que le puede pasar a uno en casa, dulce casa, mi casa... (Fuente de las ilustraciones): 
















Pero el watio asesino no solo amenaza en el patio de mi casa, sino que extiende su maldad a otros ámbitos. La garrampa es poco amiga del ordeño a la luz de una lámpara y mucho menos, quién lo diría, de las meadas sobre el tren, una de las cosas sobre las que Proust no habla cuando rememora su petit train, pero sobre la que los niños que veíamos pasar el FEVE en verano tendríamos algo que decir:




Mi afición por los percances domésticos no se limita, sin embargo, a la garrampa. El viernes por la tarde oí el móvil mientras estaba saliendo de la ducha. Cuando llegué a cogerlo  la cama ya había dejado de sonar. Volví entonces al cuarto de baño para aprovechar los restos de ambiente vaporoso. Apenas tenia puesta encima una exigua toalla de Primark. Entonces, sonó el fijo e intuí que era la misma persona que había llamado al móvil, probablemente alguien de la familia. Salí pitando hacia el cuarto de estar, al final del pasillo. Algo en mí me hizo pensar que no hacía bien en correr desnudo. También mi perro me miró con  cara de sorpresa, pero prefirió no adelantarse a los acontecimientos.  Llegué a toda leche a la puerta del cuarto de estar, decidido a coger el teléfono. Cualquiera sabe por qué tenía tanto empeño. Hubiera podido devolver la llamada una vez seco... No llegué a entrar en el cuarto, antes de girar, me pasé de frenada y me dí una costalada tremenda. Quedé tumbado, solo y sin respiración, junto a la pared. Vencido, con la conciencia obnubilada, tuve tiempo de decidir que definitivamente no cogía el teléfono. No recuerdo si seguía sonando, pero ya no le quería como antes. 
La casa es un lugar lleno de amables aparatos, rincones deliciosos, mullidos asientos, que se pueden volver trampas en un instante. Los accidentes domésticos a menudo preceden el final de la vida. Pero si reconstruimos los instantes anteriores, suelen contener un momento de indecisión en el que hemos previsto que algo malo podía suceder, pero no nos hemos comportado en consecuencia.
Este vídeo, de la Metro Melbourne (Australia), recuerda con gracia, entre veras y bromas, la cantidad de accidentes a los que estamos expuestos en la vida cotidiana, la mayor parte de ellos evitables si hiciéramos caso a nuestros perros o al pitufo bueno que, como en la foto que abre esta entrada susura advertencias al oído. La música es de Olliie McGill y Emily Lubitz que firman la canción  como Tangerine Kitty.