Un coche de carreras, una diligencia, un autobús, el coche de bomberos, el de Batman o el de El Santo, el de papá o el del tío, una astronave, un platillo volante, una tabla de surf o de body surf, un tren sin frenos, una cuadriga, un carro neo medieval intergaláctico, uno con bueyes, el coche de la poli, el de los ladrones, el taxi que lleva a mi hermano al cole, todo ello en unos restos de chatarra que no se mueven del sitio:
A partir de ayer, día 22, y hasta el próximo 17 de noviembre se puede visitar en la Fondazione Forma per la fotografia (Milán) una exposición más de las fotos de Doisneau. A sus conocidas fotos en blanco y negro se añade una serie en color, Palm Springs (1960), menos fácil de ver:
El año pasado en la sala de exposiciones de Cajamadrid pudimos disfrutar de otra exposición de las fotos de Doisneau. También allí estaban presentes sus niños. A veces parecen inventados, soñados, imposibles de encontrar en la vigilia; otras, tan reales que resulta difícil soportar la emoción que producen, los recuerdos que evocan, las experiencias que, desde nuestra propia prehistoria infantil, vulcanizan hacia el presente. Son los niños de Roma città aperta que vuelven a la ciudad después de haber visto el fusilamiento de su cura. Un solo reproche que no sé bien a qué se debe. A veces, estas fotos, según el día o la hora, o quizá lo que haya comido o bebido, me resultan un pelín relamidas (Diccionario Seco, Andrés, Ramos. Relamido: Afectadamente pulido).
Fotograma de Roma città aperta: