jueves, 20 de noviembre de 2014
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Proustianas. Recuperación de entradas a los a los 92 años de la muerte del escritor (10 de julio de 1871 - París, 18 de noviembre de 1922)
El úlltimo dormitorio de Proust (Musée Carnavalet):
1. La línea Fogwill-Proust. Idilios de amor.
Leyendo con bastante gusto Un guión para Artkino (Fogwill, Periférica, 2009, p. 47)), entre veras y bromas, de repente, me encuentro con el siguiente párrafo:
“Ocurre algo semejante con el lector de una novela: él ignora la cantidad de relatos que fueron escritos antes de optar por el párrafo que los sintetiza, y sin embargo, al leer ese párrafo, si ha surgido de una pluma educada y tocada por los dones del arte, recibe todo aquello que el autor descartó en un supremo esfuerzo de síntesis y sus posteriores comentarios lo sorprenden, porque detalles omitidos por economía y periodos del tiempo que el relato obvia para mejor manejo de la tensión dramática son imaginados por el lector tal como los describió y narró el autor en esas páginas que jamás fueron impresas”.
Y pienso que este párrafo de sabor proustiano habla en realidad de dos cosas. Por un lado, de la grandeza del relato, más del de ficción que del histórico, aunque haya zonas de cruce entre los dos. Coetzee, al hablar de La Conjura contra América, de Philip Roth, otra fábula distópica, resumía la cuestión “…La Conjura contra América es un manual de historia, pero de tipo fantástico, con su propia verdad, esa clase de verdad en la que pensaba Aristóteles cuando decía que la poesía es más verdadera que la historia; más verdadera debido a su poder para condensar lo múltiple en lo típico.” (Mecanismos internos, 2007. DeBolsillo, 2010, Trad. de Eduardo Hojman, p.249). En ese sentido, si Conjura… es “una concreción, una puesta en escena con fines poéticos, de un determinado potencial en la vida política estadounidense” (p. 251), Un guión… es la puesta en escena de un determinado potencial del comunismo global.
Por otro lado, Fogwill, en su párrafo proustiano, está describiendo el idilio entre el lector y el escritor en términos de ese tipo de enamoramiento que da por supuesta la coincidencia en el modo de ser del amado y uno mismo. Son esos indicios de los que hablaba Deleuze en Proust et les signes (P.U.F., 1971). La obra de Proust trata en buena medida de cómo las señales son equívocas:
“Il y a donc une contradiction de l’amour. Nous ne pouvons pas interpréter les signes d’un être aimé sans déboucher dans ces mondes qui ne nous ont pas attendu pour se former, qui se formèrent avec d’autres personnes, et où nous ne sommes d’abord qu’un objet parmi les autres. L’amant souhaite que l’aimé lui consacre ses préférences, ses gestes et ses caresses. Mais les gestes de l’aimé, au moment même où ils s’adressent à nous et nous sont dédiés, expriment encore ce monde inconnu qui nous exclut. L’aimé nous donne des signes de préférence ; mais comme ces signes sont les mêmes que ceux qui expriment des mondes dont nous ne faisons pas partie, chaque préférence dont nous profitons dessine l’image du monde possible où d’autres seraient ou sont préférés”.
Entre el idilio amoroso y aquel que describe Fogwill hay pocas diferencias. ¿No será un libro que nos encanta una especie de trasunto del amor humano, aunque cosificado y por lo tanto más manejable?
2. Adivinanzas (I). Por el humo se sabe dónde está el fuego, y además no te quemas. Las bromas Carambar/Proust y los signos.
Las adivinanzas nos tranquilizan, dan paz a nuestras mentes desaforadas, porque acertar restaura el orden, la lógica según la cual por el humo se sabe dónde está el fuego. Además, en las adivinanzas fonéticas o que responden a una lógica infantil, en la medida en la que los indicios que se nos proporcionan para encontrar la solución pertenecen al ámbito del juego, de lo inesperado, de la lengua loca, nuestro ingenio improductivo (Marina) se ve puesto en causa . Pero, cómo va uno a saber que el plátano está escondido en oro no es, plata no es, o que la lengua está detrás de Una señorita muy señoreada, siempre va en coche y siempre va mojada . Quien acierta es porque está un poco pirado, desde luego, pero quien no lo hace es que solo sabe de cosas prosaicas. Las adivinanzas nos ofrecen una imagen distorsionada del mundo, una vía de escape de la insoportable realidad, al tiempo que nos hacer llevadero su despropósito. Tienen algo de un amable coqueteo con la locura.
Que los indicios lleven a una verdad tranqulizadora es cosa bien dudosa. La obra magna de Proust (À la recherche…), según Deleuze (Proust et les signes,PUF, 1971), trata precisamente de eso, de demostrar mediante la vérité romanesque (R. Girard), que a partir del humo no se sabe dónde está el fuego, o por lo menos que es fácil toparnos con fuegos que no esperábamos, sobre todo en el amor:
“Il y a donc une contradiction de l’amour. Nous ne pouvons pas interpréter les signes d’un être aimé sans déboucher dans ces mondes qui ne nous ont pas attendu pour se former, qui se formèrent avec d’autres personnes, et où nous ne sommes d’abord qu’un objet parmi les autres. L’amant souhaite que l’aimé lui consacre ses préférences, ses gestes et ses caresses. Mais les gestes de l’aimé, au moment même où ils s’adressent à nous et nous sont dédiés, expriment encore ce monde inconnu qui nous exclut. L’aimé nous donne des signes de préférence ; mais comme ces signes sont les mêmes que ceux qui expriment des mondes dont nous ne faisons pas partie, chaque préférence dont nous profitons dessine l’image du monde possible où d’autres seraient ou sont préférés. (...) La contradiction de l’amour consiste en ceci : les moyens sur lesquels nous comptons pour nous préserver de la jalousie sont les moyens mêmes qui développent cette jalousie, lui donnant une espèce d’autonomie, d’indépendance à l’égard de notre amour”.
Ibid, p. 13
Pero la adivinanza lingüística, mero juego, es un simulacro placentero del lado feliz que esconde el hallazgo debido a un esfuerzo, tanto más si es futo del ingenio, si no deja a la vista los pasos seguidos para conseguirlo. En su intrascendencia, resolver una adivinanza nos recuerda el fuego que no quema, las música que no ensordece, el amor que que es solo un bálsamo. Los caramelos Carambar (Caram’bar, en su origen)franceses, a diferencia de las más o menos cursis citas de los Baci Perugina italianos, llevan en la parte de atrás del envoltorio todo un arsenal de juegos lingüísticos que no acierto a comprender cómo pueden los propietarios del negocio pensar que va a gustar a los niños de la Nintendo, más saboreadores de imágenes que de palabras. Si acaso, podrían hacer gracia a algún compañero del Petit Nicolas, al pequeño Perec (Je me souviens des Carambar et des Malabar), a Queneau o a algunos profesores de francés para extranjeros.
He aquí algunos ejemplos de las adivinanzas Carambar y su humor anti consola dor:
Nivel B2 (MCERL) (Fuentes: 1, 2)
- Quel est le comble d'un juge gourmand? Manger des avocats.
- Quel est le comble pour un avion? D'avoir un anti-vol.
- Qu'est-ce qui tombe sans faire de bruit? La nuit!
- Comment appelle-t-on un squelette bavard? Un os-parleur!
- Que fait un dessinateur dans une baignoire? Des bulles!
- Quelle est la ville la plus longue? C'est Toulon!
- Qu'est ce qui est jaune et qui court très vite? Un citron pressé.
- Comment fait-on pour ranger des pains au chocolat dans une pâtisserie? Dans l'ordre décroissant!
Pourquoi les femmes de ménage préfèrent-elles faire le ménage chez les musiciens? Parce qu'elles ont un do mi si la sol fa si la si ré!
Comment se nomme le mari d'une voyelle? Un voyou!
Quels fruits trouve-t-on dans toutes les maisons ? Les mûres et les coings.
Y he aquí algunos ejemplos de otros juegos, más o menos finos, más o menos rebuscados, a veces deliciosos, a veces de gusto algo retrógrado:
- Deux anges font la causette : - Quel temps fera-t-il demain ? - Nuageux. - Ah ! Tant mieux, on pourra s'asseoir.
- C'est une jolie petite antenne de T.V. qui est tombée amoureuse d'un
paratonnerre. Elle murmure : "Dis, tu y crois toi, au coup de foudre ?"
- Quelle est la ressemblance entre un facteur et un jongleur ?
Il leur faut tous les deux beaucoup d'adresse.
- Quelle est la ressemblance entre un parachute et l'humour ?
Quand on n'en a pas, on s'écrase !
- Quel est le sport le plus fruité ?
La boxe, parce que quand on te met une pêche dans la poire, tu tombes dans les pommes, t'as pas intérêt à ramener ta fraise et tout ça pour des prunes.
- 2 icebergs discutent : - Alors il paraît que ta femme à accouché ?
- Oui, on a eu un beau petit glaçon !
- Chéri, dis-moi ce que tu préfères, une femme jolie, ou une femme intelligente ? - Ni l'un, ni l'autre, chérie, tu sais bien que je n'aime que toi.
3. Rincón último. Muere Augusto Algueró
Muere Augusto Algueró, autor de tantas canciones de goma arábiga, pegamento Imedio, Supergen y hasta Loctite. Recuerdo que alguna vez me pillé, quizá bajando unas escaleras o al salir del metro, cantando canciones suyas. Inmediatamente me reprimía y callaba, pero no podía evitar acabar la frase, y hasta repetirla al cabo de unos minutos. Cuántas otras veces, sin embargo, no me habré dado cuenta, ensimismado en la melodía, de que estaba tarareando algo suyo, cuántas veces otras alegrías, otros anhelos, no se habrán disfrazado con retales de sus notas.
En cierto sentido, se puede decir que la música pop, la canción ligera, es la heredera del folclore en el capitalismo. Hubo un tiempo en el que entre la música culta y la popular había buena comunicación y no solo durante el romanticismo. “La gran música en la tradición europea, afirmaba el joven Bernstein, había crecido orgánicamente a partir de fuentes nacionales, tanto en un sentido material (melodías folclóricas que sirven como fuente para la composición) como en un sentido espiritual (música folclorizante que expresaba el espíritu de un lugar).
La concepción en dos niveles de Bernstein, que reconoce en igual medida la autonomía de la música y su función social, constituye un buen ejemplo para explicar por qué la música negra conquistó aquellos espacios con menos prejuicios de la Norteamérica blanca” (El ruido eterno, Ross, Alex, Seix Barral, 2009, p., 160). Hoy la gran industria discográfica parece haber apostado por otras opciones y, salvo marcadas individualidades, casi todo resulta fruto de recetas industriales, producto precocinado intercambiable, chunda chunda, grititos, ridículas exhibiciones vocales o sobreactuaciones a lo Bumbury. Quizá sean los cantantes hispanoamericanos los que mejor han conservado el vínculo con los ritmos folclóricos, de los que las grandes figuras internacionales beben sin parar.
La muerte de Algueró me ha traído a la cabeza, no sé si justamente o no, el famoso Elogio de la mala música, de Proust, un elogio de cierto tipo la música popular, que, por cierto, a Proust siempre le supo levantar. Digo que la asociación entre Algueró y la mala música no sé si es justa y si ante sus composiciones hay que “taire un moment" los “dédains esthétiques”. Desde luego, Algueró, por lo que se refiere a “l´importance du rôle social de la musique”, ocupará un lugar relevante en la memoria de varias generaciones:
Proust, Marcel, Les plaisirs et les jours, Gallimard, 1924 (Folio, 1973), p., 229-231.
Encuentro esta traducción en una página web:
ELOGIO DE LA MALA MÚSICA
DETESTAD la mala música, no la despreciéis. Se toca y se canta mucho más, mucho más apasionadamente que la buena, mucho más que la buena se ha llenado poco a poco del ensueño y de las lágrimas de los hombres. Sea por eso venerable. Su lugar, nulo en la historia del Arte, es inmenso en la historia sentimental de las sociedades. El respeto, no digo el amor, a la mala música es no sólo una forma de lo que pudiéramos llamarla caridad del buen gusto o su escepticismo, es también la conciencia de la importancia del papel social de la música. Cuántas melodías que no valen nada para un artista figuran entre los confidentes elegidos por la muchedumbre de jóvenes romancescos y de las enamoradas. Cuántas"sortijas de oro", cuántos "Ah sigue dormida mucho tiempo", cuyas hojas son pasadas cada noche temblando por unas manos justamente célebres,mojadas por las lágrimas de los ojos más bellos del mundo, melancólico y voluptuoso tributo que envidiaría el maestro más puro —confidentes ingeniosas e inspiradas que ennoblecen el dolor y exaltan el ensueño y que, a cambio del ardiente secreto que se les confía, ofrecen la embragadora ilusión de la belleza. El pueblo, la burguesía, el ejército, la nobleza, así como tienen los mismos factores, portadores del luto que los hiere o de la alegría que los colma, tienen también los mismos invisibles.
mensajeros de amor, los mismos confesores queridos. Son los músicos malos. Este irritante estribillo, que cualquier oído bien nacido y bien educado rechaza nada más oírlo, ha recibido el tesoro de millares de almas, ha guardado el secreto de millares de vidas, de las que fue inspiración viviente, consuelo siempre a punto, siempre entreabierto en el atril del piano, la gracia soñadora y el ideal. Esos arpegios, esa "entrada"han hecho resonar en el alma de más de un enamorado o de un soñador las armonías del paraíso o la voz misma de la mujer amada. Un cuaderno de malas romanzas, resobado porque se ha tocado mucho, debe emocionarnos como un cementerio o como un pueblo. Qué importa que lascaras no tengan estilo, que las tumbas desaparezcan bajo las inscripciones y los ornamentos de mal gusto. De ese polvo puede elevarse, ante una imaginación lo bastante afín y respetuosa para acallar un momento sus desdenes estéticos, la bandada de las almas llevando en el pico el sueño todavía verde que las hacía presentir el otro mundo y gozar o llorar en éste.
Una canción compuesta por Algueró: 1
Y el corazón contento, con un Palito Ortega que recuerda al ángel lleno de gracia nonchalante de Teorema (Pasolini).
domingo, 16 de noviembre de 2014
La pequeña Pépée, el amado chimpancé tirano de Léo Ferré.
- Il-y-a un abîme entre Pépée et les animaux, comme il-y-a un abîme antre nous et les animaux, quoi, l’abîme du raisonnement, quoi.
- Vous placez Pépée donc pratiquement comme un être qui raisonne, pense.
- Oui, mais c'est pas moi qui la place, c'est qu'elle raisonne, elle pense. On dit malin, n'est-ce pas?
- On dit malin, oui.
- Moi, je dis que d'abitude on dit malin comme un singe, moi je dis qu'elle est malin, maline comme un homme...
(Léo Ferré)
(Fuente de la imagen)
Leo en Libération una suerte de reseña de las memorias que Anne Butor, la hijastra de Léo Ferré, publicó con prólogo de Benoîte Groult. Recuerda en ellas los años vividos con el cantautor francés.
Hacia 1960 Ferré vivía en el castillo de Pechrigal (Lot, Midi-Pyrénées) con Madeleine, su mujer de entonces, Baba, Charlotte, Titine (una vaca), Arthur (un toro), amén de unos cuantos sanbernardos, numerosos corderos, ovejas, cabras, un póney, un búho y algunos chimpancés. Además, como invitados a cenar acudían todas las noches los perros de los alrededores en busca de comida de mejor calidad que la que les ofrecían sus amos. Como en la canción infantil, no faltaba ninguno. No era, sin embargo, nada excepcional, dado el terreno disponible y el amor franciscano de la pareja Ferré-Madelaine por los animales. En el vídeo al que pertenece la cita que figura al principio de la entrada se pueden ver algunos de estos animales y a sus dueños junto a ellos.
Pero en esas, llegó un cachorro hembra de chimpancé, Pépée, y pronto mandó a parar. Férré la había conocido en 1961, cuando se la compró a un señor cuya advertencia resultó profética: "si ce n'est pas vous le patron, c'est elle".
En seguida Léo habló abiertamente de ella como de su hija, y Madelaine en sus diálogos con la mona se refería a él como papá. Nada excepcional, de nuevo. Comportamientos semejantes son relativamente frecuentes entre los propietarios de animales domésticos. La mona compartía mantel y mesa con la familia, con bastantes buenos modales, por cierto. También compartía con sus amos el vicio del tabaco y hasta daba fuego a los huéspedes, como se aprecia en el vídeo citado. Además, le gustaba echar la siesta, y de noche, después de la tisana de rigor, se ponía el pijama para dormir en su cuarto. Ah, y no hacía ascos a la tele, aunque prefería la inmediatez de la relación directa con las personas. Nada excepcional, quizá, de nuevo.
Una vez muerta, Ferré le dedicó una canción que da idea del fuerte vinculó que debió de crearse entre él y el animal. Al comparar las orejas de soplillo de Pépée con las del cantante Gainsbourg, Ferré alaba la falta de vergüenza de Pépée, que no necesitaba de scotch (ni celofán ni güisqui) para mantenerlas a raya de noche (T'avais les oreilles de Gainsbourg/Mais toi t'avais pas besoin de scotch / pour les replier la nuit). Es quizá una manera de evocar la ingenuidad del chimpancé, frente a la malicia del humano. Con el añadido, además, de que Pépée poseía ese estatuto fronterizo entre el animal, el niño y el humano adulto que hace posible que el dueño proyecte en su mascota las virtudes del buen salvaje: el candor y la espontaneidad, la fogosidad y la inconsciente delicadeza de quien, en el fondo, seguramente no está plenamente dotado para esas cosas. O sí... No es difícil, por ejemplo, ver en un perro el brillo de una inteligencia que, sin embargo, al cabo, se deja eclipsar por el vil instinto. Aunque también hay que decir que todo eso le pasa también a muchos seres humanos. En cualquier caso, contemplar el combate entre la razón y la pasión es un espectáculo del que algunas personas quedan prendadas, hasta el punto de que en los actos de desobediencia del animal ven aquello que no fueron capaces de hacer a causa de su propia cobardía o de una pacata valoración de riesgos. El animal se deja ir, presta oído a esa llamada de la selva que nosotros intentamos ignorar a menudo. Por cierto, me incluyo entre los cobardes.
Pépée, entre tanto mimo, como había profetizado su anterior dueño, se había convertido en la dueña del corral, también llamado casa. Fastidiaba a quien no le permitiera hacer lo que quería, mordía con saña al servicio y no dejaba a la hija de Madelaine hacer los deberes escolares. A veces, como un ángel terrible de los de las películas de Pasolini, descubría la falsedad de la vida burguesa, poniendo al desnudo su vacuidad. Un día, durante la visita de un prefecto y su señora, hizo acto de presencia y tras servirse un buen pedazo de carne, quitó las pulseras a la invitada, la pajarita y el reloj al marido, y las pieles y el sostén a la misma a la que había dejado sin joyas poco antes. Acto seguido se puso a a salvo de ira de tan distinguida pareja, una ira que quizá les hubiese costado la enemistad de los Ferré, porque cualquiera que osase poner coto a su permisividad con el animal se arriesgaba a caer en desgracia. Pequeñita (1'20 cm de altura aproximadamente), pero fuerte (como cinco o seis hombres), Pépée definitivamente había creado una monarquía absoluta en la casa de un anarquista. Ella era la princesa y el bufón. Sus enormes caninos, además, aumentaban su poder de convicción. Gare au gorille!
Anne Butor, la hijastra, en un momento dado, dejó el hogar para volver con su padre. Y hasta el mismísimo Léo, de veleidades jainitas en su pasión animalista, no pudo más. Abandonó entonces el castillo de Lot para volver a París, poco después de un accidente sufrido por Pépée. No he acabado de saber si se trató de una separación que su dueño presumía terapéutica y temporal, de un huida en toda regla para comprar tabaco en la esquina o de que tenía que atender a sus negocios. En cualquier caso, Ferré no volvería a verla viva y, además, terminaría por separarse de Madelaine. Su último adiós a Pepée sería una hermosa y sentida canción de amor que recuerda sus manazas como raquetas, su gran corazón, sus ojazos y su corta vida, que se apagó el día 7 de abril de 1968, el más cruel de los abriles. Mayo de ese mismo año no cambio el mundo, tal vez porque se trató solo de un brote agudo del conflicto generacional, pero hizo entrever unos ideales de vida que sin duda Pépée hubiera podido compartir: por ejemplo, aquello de "Prohibido prohibir" o "A follar a follar, que el mundo se va a acabar". Aunque nunca se sabe. Quizá tenía nostalgia del orden y hubiera deseado la presencia de un encantador de monos que la llevara a una escuela de reeducación animal. En una entrevista en la que Ferré hablaba de las cosas de Pépée en el tono maravillado que solemos usar los dueños de animales para contar esas portentosas anécdotas, la entrevistadora le pregunta a bocajarro si había querido a algún ser humano tanto como a Pépée. Él, emocionado, contesta: "Me deja sorprendido...No lo sé" -Aviez vous aimé un être humain autant que vous avez aimé Pépée? - Ah, là, vous me surprenez! Je ne sais pas (Min: 2:44)-. De nuevo, nada extraordinario.
La canción en francés cantada por Ferré Enlace a la canción de Ferré en la versión italiana.