jueves, 15 de agosto de 2013

John Lennon grabador. “Mi dedo en tu gatillo”

Porno LennonAnnie Leibovitz, Yoko Ono e John Lennon, 1980, Raccolta di Fotografia Galleria civica di Modena

Happiness is a warm gun
Happiness is a warm gun, momma
When I hold you in my arms
And I feel my finger on your trigger (Happiness is a warm gun, J. Lennon, quizá Lennon/Mcartney)

Siempre me han interesado los artistas que, además de la actividad a la que se dedican profesionalmente, hacen pinitos en otros campos de expresión. Los escritos de A. Saura o Arroyo, los dibujos de V. Hugo, de Michaux,  la actividad poética de W. Blake. La lista puede ser muy larga. Lo que más me interesa en esos casos es descubrir por donde se cuela el ingenio que demuestran en su actividad principal cuando utilizan un código en el que son menos expertos. Cuando en su segunda actividad estos artistas  no se dejan llevar por pretenciosos amaneramientos o inútiles imitaciones y aceptan que la base de su producción en el campo que mejor dominan y en la actividad secundaria es semejante, pero los instrumentos muy distintos, entonces a veces tiene una gracia y un desparpajo inigualables.

En el campo de la música pop hay dos compositores que me gustan mucho  y que se han acercado a la pintura. Son J. Lennon y Bob Dylan. El caso de Dylan es quizá más conocido, porque ha expuesto varias veces y la pintura es en él una afición con hondas raíces. La portada de Self Portrait (1970), por ejemplo, es suya.

Leo ahora que J. Lennon dedicó a Yoko Ono Bag one, una serie de catorce litografías como regalo de boda. Leo también que fueron secuestradas por ultraje a la moral. Algunas son, desde luego, de alto contenido erótico, como corresponde a una pareja en pleno idilio amoroso en momentos –finales de los años 60-  en los que la liberación sexual provocaba huracanes, pero son sobre el diario en imágenes de un recién casado. De un recién casado que, con frescura y quizá la punta de ingenuidad que caracteriza a quien ha descubierto un paraíso inesperado,  se dibuja a sí mismo y a Yoko ante un grupo de periodistas con una proclama detrás que reza dos palabras, CAMA PAZ, un ideal de vida que, dependiendo de lo que se haga en la piltra, puede durar toda la vida.

(A partir del 13 de septiembre y hasta el 20 de octubre se podrán ver las litografías en la exposición ALL YOU NEED IS LOVE. JOHN LENNON ARTISTA, ATTORE, PERFORMER Galleria civica di Modena, Palazzo Santa Margherita, corso Canalgrande 103. Fuente de as imágenes que reproduzco).

 

 

 

 

 

Cierro con una cita de autoridad de F. de Azúa: “La poesía actual se encuentra en igualdad jerárquica con las letras de las canciones, como ha demostrado elocuentemente Jesús Pardo (Esto no es música, 2008). la tan odiada industria cultural es el último refugio de algunos de los mejores poemas del S. XX. Para los escépticos, cito dos ejemplos del gusto de Pardo. Happiness is a warn gun de John Lennon y Subterranean Homesick Blues de Bob Dylan” (F. de Azúa, Autobiografía de papel, Mondadori, 2013, p. 65)

miércoles, 14 de agosto de 2013

Váteres, ¡qué lugares tan gratos para conversar con uno mismo! y un ejemplo de cómo no se debe “miccionar fuera del tiesto”

 

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El váter es una nave que permite darse de vez en cuando un garbeo  por el espacio exterior a la familia. Incluso si se vive solo, donde mejor te ensimismas es sentado en la taza de Roca. El retrete es, además, uno de los pocos escenarios en los que es difícil engañarse. Los ojos, las sensaciones, la desnudez mandan señales inequívocas del estado de las cosas y de cómo ha pasado el tiempo, indicios que reduplican los espejos.

Pero si uno vive en compañía, ese punto de fuga adquiere un lenguaje propio. El tiempo que se pasa en él, los ruidos que salen de allí, la luz apagada o encendida, y sobre todo el silencio prolongado, todo admite interpretaciones que agrietan la intimidad. La radio ayuda a llorar o a lo que proceda, pero está imposible. Hace años que no consigo oír entera una canción.

Me pongo a pensar en escenas de novelas que he leído en estos últimos tiempos y en muchas de ellas ocurren cosas importantes en el baño. En Las leyes de la frontera, de Cercas, el primer encuentro entre el gafitas y Tere, su inolvidable choni, a medio camino entre la tragedia griega y el arrabal, se produce en los servicios de un billar. En Libertad, de Franzen, el hijo del protagonista tiene que buscar el anillo de boda que se ha tragado allí donde no hace falta que les diga. Por supuesto, lo hace en el váter. La escena resume es un trasunto neoyorquino de lo que en algunas tribus es un rito de paso, la despedida de la adolescencia camino de la madurez que el chaval alcanza al final del relato. En Los detectives salvajes, una novela fragmentada donde la haya, uno de los episodios más largos, aquel en el que se narra la toma de la universidad de la ciudad de Méjico por parte del ejercito, también ocurre en el baño. Una asustada secretaria-poeta pasa quince días medio encerrada allí. La escena en la que ella levanta las piernas para no ser vista por debajo de la puerta, mientras el soldado que ha ido a controlar si queda alguien en el edificio se mira al espejo, tiene algo que hace que tarde en borrarse de la memoria. Bueno y no sigo haciendo esfuerzos de memoria, porque seguro que la lista de escenas de váteres literarios es interminable. Para ver váteres televisivos, remito a Flavowire, que hace unos días hizo una selección  de las mejores escenas de series  que se desarrollan en el baño.

Y un ejemplo de redicha polémica popular:

1. Alguien escribió “Mear a dentro”.

2. Otro tachó “a”.

3. Un tercero o el mismo de 2. escribió Miccionar o orinar.

3. Quizá 1. o 2. o tal vez 3. en un pentimento corrigió “o” por “u”.

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lunes, 12 de agosto de 2013

Calígula, “el botas”, y el papa Bergoglio, dos ejemplos extremos de la relación entre el individuo que vive y gestiona el poder de una institución (I).

 

- Tengo miedo. ¡Qué rabia, después de haber despreciado a los demás, sentir su misma cobardía en el alma! (Calígula, Camus)

Gaius Caesar Caligula Kopenhagen, Dänemark, DK, Ny Carlsberg Glyptothek. Inv. no. 1453

Encuentro por casualidad en facebook una galería de fotos de bustos de  Calígula, el emperador que ha pasado al imaginario popular como el colmo de la excentricidad y como  figura emblemática del poderoso que se deja llevar por sus caprichos y obsesiones, anteponiéndolos al bien común. Es sabido que su apodo se debe al hecho de cuando era pequeño y una especie de mascota de los ejércitos del Rin llevaba puestas unas botitas parecidas a las cáligas, el calzado de combate de los legionarios. Como ejemplo de su locura narcisista, se suele contar que nombró a su caballo Incitatus (Impetuoso) –recuérdese que uno de los caballos se Jesús Gil se llamaba Imperioso-, pero parece que las fuentes solventes no lo confirman. Suetonio se limita a hacer referencia a la cuestión en estos términos: “se dice que llegó a pensar en  otorgar un consulado a Incitatus”.

Sin embargo, no parece que se desinteresara por la cosa pública completamente. Bajo su mandato, por ejemplo, se empezaron a construir dos acueductos, el Aqua Claudia y el Anio Novus, dado que los siete existentes no bastaban para abastecer a una Roma que crecía a ojos vista. También mandó construir una cárcel para notables, la Mamertina, en la que se supone que San Pablo estuvo encadenado. En el terreno del panen et circenses, su contribución mayor fue el Ager Vaticanus, un gran circo en el que unos años más tarde Nerón daría satisfacción a su afán persecutorio de cristianos. Hoy se encuentra bajo la plaza y la basílica de San Pedro, como ejemplo de sólido cimiento espiritual. parece ser que Calígula, aficionado a las carreras compitió en esas pistas incluso con aurigas profesionales.

Otros de los rasgos de la personalidad de Calígula que han favorecido su transformación en  un personaje literario, teatral  y, sobre todo, cinematográfico bastante frecuentado, están ligados a la mezcla de  enconado esteticismo, crueldad y caprichosa indulgencia que se le atribuye. Parece ser que se complacía en condenar a los delincuentes ad bestias, es decir, a ser devorados por fieras. También se le atribuye el gusto por una condena consistente en introducir al reo en una estrecha jaula en la era serrado  por la mitad, no sé si vertical u horizontalmente, aunque tiendo a pensar que, por cuestiones de economía y simplicidad, debía optarse, salvo indicaciones precisas del emperador, por el segundo procedimiento.

En Calígula, van de la mano los rasgos de personalidad que acabo de citar con  una sexualidad desbocada, hasta completar la figura de lo que, en términos castizos, podríamos definir como un fenómeno o buena pieza. Se dice que violó a Drusila,  y componía con ella y otras dos hermana una especie de cuadrigas sexuales incestuosas en público durante los banquetes. Entre sus aficiones estaba el canto, el baile, el combate, la actuación dramática y se sentía muy orgulloso del nivel alcanzado en cada una de ellas, hasta el punto de llevar mal las objeciones que pudieran plantear sus súbditos. Por lo demás, parece ser que estaba bastante puesto en la actualidad literaria.

Pero el episodio más inquietante y, a nuestros ojos, seguramente más poético de los que protagonizó le sitúa frente al Canal de la Mancha. Así es como lo cuenta R. Hughes, el gran crítico de arte y divulgador cultural fallecido hace cerca de un año:

… Suetonio narra cómo, estando en campaña militar en la Galia, frente al canal de la Mancha, Calígula mandó formar a sus hombres en orden de batalla, apoyados por diversas máquinas de guerra –ballistae y similares- apuntadas hacia la lejana costa de Britania. Después, se embarcó en un trirreme y se hizo al mar, navegando una corta distancia. Entonces, su barco de guerra dio la vuelta y lo trajo de nuevo a la costa, donde trepó a su elevada popa y gritó la orden; “¡Recoged conchas de mar!”. Mostrándose perplejos, aunque obedientes a su comandante en jefe, sus soldados así lo hicieron, llenándose los cascos y las guerreras de lo que Calígula definió como “botín de mar que se debe al capitolio y al palacio”. Después, prometió a cada uno de los hombres de su ejercito una paga extraordinaria de cuatro solidi o monedas de oro, aunque no consta en ningún documento que se llegaran a entregar” (Hughes., Robert, Roma. Una historia cultural, Crítica, 2011, p. 120)

Por lo demás, tras el episodio, ya de vuelta a Roma, como informa el mismo Hughes, su afán de reconocimiento le llevó a inventarse una fingida conquista de Britania, con extras melenudos, pelirrojos teñidos, que actuaron como soldados rehenes.

Murió asesinado por su propia guardia a los 29 años, tras cuatro años de poder. Poco antes había mandado construir una estatua de sí mismo, de oro, a tamaño natural. Sus esclavos debían vestirla cada día con ropas provenientes de su rico vestuario.

Dejando a un lado las visiones más groseras del emperador, como la que ofreció Tinto Brass en su película, el fulgor de Calígula seguramente tiene que ver con la la contradicción que los hombres viven como sujetos que deben amoldar sus deseos a los designios de las instituciones en medio de las que viven. Es una contradicción de la que somos víctimas todos, en mayor o menor medida y de cuya resolución depende en buena medida nuestra felicidad. La familia, la escuela, el trabajo, el estado, en ultimo término no son sino grados de los contextos en los que debemos fajarnos para encontrar un cómo equilibrio con nuestros impulsos, tendencia,  anhelos. En ese sentido, Calígula sería un ejemplo máximo, no tanto de alguien que lucha por la desaparición última del estado (una especie de infiltrado emperador anarquista de la estirpe del banquero de Pessoa),  como de alguien que da rienda suelta a su caprichosa individualidad al tiempo que ejerce el máximo poder al que puede aspirar alguien en tanto que cabeza rectora de una comunidad. Quizá, en realidad, no se trate tanto de dar rienda suelta a la individualidad como de extremarla, en la medida en la que la posición de Calígula le permitía aspirar al máximo de la excentricidad de sus caprichos. Decía Hannah Arendt en Eichmann en Jerusalén (Debolsillo, , 2011, p. 219-20) que “el mal, en el Tercer Reich, había perdido aquella característica por la que generalmente se le distingue, es decir, la característica de constituir una tentación. Muchos alemanes y muchos nazis, probablemente, la inmensa mayoría, tuvieron la tentación de no matar, de no robar, de no permitir que sus semejantes fueran enviados al exterminio (que los judíos eran enviados a la muerte lo sabían, aunque quizás muchos ignoraran los detalles más horrendos, de no convertirse en cómplices de estos crímenes al beneficiarse con ellos. pero, bien lo sabe el Señor, los nazis habían aprendido a resistir a la tentación”.

Calígula parece sentir el capricho excéntrico, que puede implicar una gama variable de crueldad, como una tentación positiva que es capaz de concebir con bello artificio y que además, dado su poder, puede ejecutar sin miramientos. Quizá, como dijo Camus, “era un tirano inteligente cuyos móviles parecían a la vez singulares y profundos”. Lo cierto, es que en la imagen que de él nos ha llegado, dejando a un lado los desmanes, se entrevé la voluntad de imponer a la realidad un discurso más que la estrategia de pactar con ella, el deseo o la pulsión de construir una biografía al límite, que acabo por chocar incluso con la institución que había hecho posible la realidad de sus caprichos

Fuente de las imágenes

Portrait of the Emperor Caligula, Yale University

 

Caligula Kopenhagen, Dänemark, DK, Ny Carlsberg Glyptothek. Inv. no. 2687

 

Imperial Portrait of the Emperor Caligula The Houston Museum of Fine Arts

Caligula - Musée du Louvre.

Caigula - Gortyn, Griechenland, GR, Antiquarium

 

Caligula - Sabratha, Libyen, LY, Sabratha Museum. Inv. no. 650

 

Caligula - Paul Getty Museum.

Caligula - Worcester Art Museum. Inv. no. 1914.23

Portrait of Caligula- New York Metropolitan Museum, New York

 

Portrait of Caligula, Trieste Museo Civico di Storia e d’ Arte.

 

Caligula - Museo Nazionale Romano - Museo delle Terme

domingo, 11 de agosto de 2013

Paratextos museísticos (I)

“El término paratexto designa al conjunto de los enunciados que acompañan al texto principal de una obra, como pueden ser el título,subtítulos, prefacio, índice de materias, etc.

El paratexto hace presente el texto, asegurar su presencia en el mundo, su recepción y consumo. El paratexto establece el marco en que se presenta el texto como forma de comunicación” (Fuente de la cita).

Poe analogía con la obra escrita, también existe el paratexto museístico. He, entendido el término en un sentido amplio,   algunos ejemplos:

¡Quién pudiera encontrarse en  el número de los heridos!:

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