Un manuscrito proustiano de À la recherche
La lectura de À la recherche… queda en el recuerdo como una de esas pocas cosas singulares que suceden en la vida. No me refiero a lo común, crecer, estudiar, trabajar, tener hijos, sino al exceso que a veces se produce, encuentros imprevistos, tener un perro, visitar Venecia, algunos regalos, el mar, Pompeya, la poesía. Proust se encuentra entre esas cosas maravillosas. Leí À la recherche mientras hacía la mili. Arrancaba hojas de la edición Folio para llevármelas a la garita donde de vez en cuando me tocaba hacer guardia. Siempre tuve poco respeto y a la vez veneración por los libros, atracción y cierta necesidad de rechazo, algo parecido al episodio del escupitajo sobre la foto paterna que él cuenta en un momento dado de la novela. Leía con esfuerzo el francés de À la recherche , a veces como si estuviera traduciendo del latín, y descubría nuevas formas de ser, de ver las cosas, a menudo envueltas en alas de insecto, esos ejemplos de la vida animal que tanto le gustaban a Proust. Otras veces, eran metáforas inesperadas, salidas, vías de fuga o de profundización en lo narrado que no me esperaba, que me hacían querer más, buscar hasta dónde me podía llevar, buscar esa dichosa diversidad y cercanía que nos procuran los grandes escritores.
El recuerdo de aquella experiencia es una de las cosas que con más alegría, con un mejor regusto me llevaré a la tumba.
0. Anatomía de un dormitorio, el santuario acolchado. Proust en el Museo Carnavalet.
1. La línea Fogwill-Proust. Idilios de amor.
Leyendo con bastante gusto Un guión para Artkino (Fogwill, Periférica, 2009, p. 47)), entre veras y bromas, de repente, me encuentro con el siguiente párrafo:
“Ocurre algo semejante con el lector de una novela: él ignora la cantidad de relatos que fueron escritos antes de optar por el párrafo que los sintetiza, y sin embargo, al leer ese párrafo, si ha surgido de una pluma educada y tocada por los dones del arte, recibe todo aquello que el autor descartó en un supremo esfuerzo de síntesis y sus posteriores comentarios lo sorprenden, porque detalles omitidos por economía y periodos del tiempo que el relato obvia para mejor manejo de la tensión dramática son imaginados por el lector tal como los describió y narró el autor en esas páginas que jamás fueron impresas”.
Y pienso que este párrafo de sabor proustiano habla en realidad de dos cosas. Por un lado, de la grandeza del relato, más del de ficción que del histórico, aunque haya zonas de cruce entre los dos. Coetzee, al hablar de La Conjura contra América, de Philip Roth, otra fábula distópica, resumía la cuestión “…La Conjura contra América es un manual de historia, pero de tipo fantástico, con su propia verdad, esa clase de verdad en la que pensaba Aristóteles cuando decía que la poesía es más verdadera que la historia; más verdadera debido a su poder para condensar lo múltiple en lo típico.” (Mecanismos internos, 2007. DeBolsillo, 2010, Trad. de Eduardo Hojman, p.249). En ese sentido, si Conjura… es “una concreción, una puesta en escena con fines poéticos, de un determinado potencial en la vida política estadounidense” (p. 251), Un guión… es la puesta en escena de un determinado potencial del comunismo global.
Por otro lado, Fogwill, en su párrafo proustiano, está describiendo el idilio entre el lector y el escritor en términos de ese tipo de enamoramiento que da por supuesta la coincidencia en el modo de ser del amado y uno mismo. Son esos indicios de los que hablaba Deleuze en Proust et les signes (P.U.F., 1971). La obra de Proust trata en buena medida de cómo las señales son equívocas:
“Il y a donc une contradiction de l’amour. Nous ne pouvons pas interpréter les signes d’un être aimé sans déboucher dans ces mondes qui ne nous ont pas attendu pour se former, qui se formèrent avec d’autres personnes, et où nous ne sommes d’abord qu’un objet parmi les autres. L’amant souhaite que l’aimé lui consacre ses préférences, ses gestes et ses caresses. Mais les gestes de l’aimé, au moment même où ils s’adressent à nous et nous sont dédiés, expriment encore ce monde inconnu qui nous exclut. L’aimé nous donne des signes de préférence ; mais comme ces signes sont les mêmes que ceux qui expriment des mondes dont nous ne faisons pas partie, chaque préférence dont nous profitons dessine l’image du monde possible où d’autres seraient ou sont préférés”.
Entre el idilio amoroso y aquel que describe Fogwill hay pocas diferencias. ¿No será un libro que nos encanta una especie de trasunto del amor humano, aunque cosificado y por lo tanto más manejable?
2. Adivinanzas (I). Por el humo se sabe dónde está el fuego, y además no te quemas. Las bromas Carambar/Proust y los signos.
Las adivinanzas nos tranquilizan, dan paz a nuestras mentes desaforadas, porque acertar restaura el orden, la lógica según la cual por el humo se sabe dónde está el fuego. Además, en las adivinanzas fonéticas o que responden a una lógica infantil, en la medida en la que los indicios que se nos proporcionan para encontrar la solución pertenecen al ámbito del juego, de lo inesperado, de la lengua loca, nuestro ingenio improductivo (Marina) se ve puesto en causa . Pero, cómo va uno a saber que el plátano está escondido en oro no es, plata no es, o que la lengua está detrás de Una señorita muy señoreada, siempre va en coche y siempre va mojada . Quien acierta es porque está un poco pirado, desde luego, pero quien no lo hace es que solo sabe de cosas prosaicas. Las adivinanzas nos ofrecen una imagen distorsionada del mundo, una vía de escape de la insoportable realidad, al tiempo que nos hacer llevadero su despropósito. Tienen algo de un amable coqueteo con la locura.
Que los indicios lleven a una verdad tranqulizadora es cosa bien dudosa. La obra magna de Proust (À la recherche…), según Deleuze (Proust et les signes,PUF, 1971), trata precisamente de eso, de demostrar mediante la vérité romanesque (R. Girard), que a partir del humo no se sabe dónde está el fuego, o por lo menos que es fácil toparnos con fuegos que no esperábamos, sobre todo en el amor:
“Il y a donc une contradiction de l’amour. Nous ne pouvons pas interpréter les signes d’un être aimé sans déboucher dans ces mondes qui ne nous ont pas attendu pour se former, qui se formèrent avec d’autres personnes, et où nous ne sommes d’abord qu’un objet parmi les autres. L’amant souhaite que l’aimé lui consacre ses préférences, ses gestes et ses caresses. Mais les gestes de l’aimé, au moment même où ils s’adressent à nous et nous sont dédiés, expriment encore ce monde inconnu qui nous exclut. L’aimé nous donne des signes de préférence ; mais comme ces signes sont les mêmes que ceux qui expriment des mondes dont nous ne faisons pas partie, chaque préférence dont nous profitons dessine l’image du monde possible où d’autres seraient ou sont préférés. (...) La contradiction de l’amour consiste en ceci : les moyens sur lesquels nous comptons pour nous préserver de la jalousie sont les moyens mêmes qui développent cette jalousie, lui donnant une espèce d’autonomie, d’indépendance à l’égard de notre amour”.
Ibid, p. 13
Pero la adivinanza lingüística, mero juego, es un simulacro placentero del lado feliz que esconde el hallazgo debido a un esfuerzo, tanto más si es futo del ingenio, si no deja a la vista los pasos seguidos para conseguirlo. En su intrascendencia, resolver una adivinanza nos recuerda el fuego que no quema, las música que no ensordece, el amor que que es solo un bálsamo. Los caramelos Carambar(Caram’bar, en su origen)franceses, a diferencia de las más o menos cursis citas de los Baci Perugina italianos, llevan en la parte de atrás del envoltorio todo un arsenal de juegos lingüísticos que no acierto a comprender cómo pueden los propietarios del negocio pensar que va a gustar a los niños de la Nintendo, más saboreadores de imágenes que de palabras. Si acaso, podrían hacer gracia a algún compañero del Petit Nicolas, al pequeño Perec (Je me souviens des Carambar et des Malabar), a Queneau o a algunos profesores de francés para extranjeros.
He aquí algunos ejemplos de las adivinanzas Carambar y su humor anti consola dor:
Nivel B2 (MCERL) (Fuentes: 1, 2)
- Quel est le comble d'un juge gourmand? Manger des avocats.
- Quel est le comble pour un avion? D'avoir un anti-vol.
- Qu'est-ce qui tombe sans faire de bruit? La nuit!
- Comment appelle-t-on un squelette bavard? Un os-parleur!
- Que fait un dessinateur dans une baignoire? Des bulles!
- Quelle est la ville la plus longue? C'est Toulon!
- Qu'est ce qui est jaune et qui court très vite? Un citron pressé.
- Comment fait-on pour ranger des pains au chocolat dans une pâtisserie? Dans l'ordre décroissant!
Pourquoi les femmes de ménage préfèrent-elles faire le ménage chez les musiciens? Parce qu'elles ont un do mi si la sol fa si la si ré!
Comment se nomme le mari d'une voyelle? Un voyou!
Quels fruits trouve-t-on dans toutes les maisons ? Les mûres et les coings.
Y he aquí algunos ejemplos de otros juegos, más o menos finos, más o menos rebuscados, a veces deliciosos, a veces de gusto algo retrógrado:
- Deux anges font la causette : - Quel temps fera-t-il demain ? - Nuageux. - Ah ! Tant mieux, on pourra s'asseoir.
- C'est une jolie petite antenne de T.V. qui est tombée amoureuse d'un
paratonnerre. Elle murmure : "Dis, tu y crois toi, au coup de foudre ?"
- Quelle est la ressemblance entre un facteur et un jongleur ?
Il leur faut tous les deux beaucoup d'adresse.
- Quelle est la ressemblance entre un parachute et l'humour ?
Quand on n'en a pas, on s'écrase !
- Quel est le sport le plus fruité ?
La boxe, parce que quand on te met une pêche dans la poire, tu tombes dans les pommes, t'as pas intérêt à ramener ta fraise et tout ça pour des prunes.
- 2 icebergs discutent : - Alors il paraît que ta femme à accouché ?
- Oui, on a eu un beau petit glaçon !
- Chéri, dis-moi ce que tu préfères, une femme jolie, ou une femme intelligente ? - Ni l'un, ni l'autre, chérie, tu sais bien que je n'aime que toi.
3. ¿La mala música? Rincón último. Muere Augusto Algueró
Muere Augusto Algueró, autor de tantas canciones de goma arábiga, pegamento Imedio, Supergen y hasta Loctite. Recuerdo que alguna vez me pillé, quizá bajando unas escaleras o al salir del metro, cantando canciones suyas. Inmediatamente me reprimía y callaba, pero no podía evitar acabar la frase, y hasta repetirla al cabo de unos minutos. Cuántas otras veces, sin embargo, no me habré dado cuenta, ensimismado en la melodía, de que estaba tarareando algo suyo, cuántas veces otras alegrías, otros anhelos, no se habrán disfrazado con retales de sus notas.
En cierto sentido, se puede decir que la música pop, la canción ligera, es la heredera del folclore en el capitalismo. Hubo un tiempo en el que entre la música culta y la popular había buena comunicación y no solo durante el romanticismo. “La gran música en la tradición europea, afirmaba el joven Bernstein, había crecido orgánicamente a partir de fuentes nacionales, tanto en un sentido material (melodías folclóricas que sirven como fuente para la composición) como en un sentido espiritual (música folclorizante que expresaba el espíritu de un lugar).
La concepción en dos niveles de Bernstein, que reconoce en igual medida la autonomía de la música y su función social, constituye un buen ejemplo para explicar por qué la música negra conquistó aquellos espacios con menos prejuicios de la Norteamérica blanca” (El ruido eterno, Ross, Alex, Seix Barral, 2009, p., 160). Hoy la gran industria discográfica parece haber apostado por otras opciones y, salvo marcadas individualidades, casi todo resulta fruto de recetas industriales, producto precocinado intercambiable, chunda chunda, grititos, ridículas exhibiciones vocales o sobreactuaciones a lo Bumbury. Quizá sean los cantantes hispanoamericanos los que mejor han conservado el vínculo con los ritmos folclóricos, de los que las grandes figuras internacionales beben sin parar.
La muerte de Algueró me ha traído a la cabeza, no sé si justamente o no, el famoso Elogio de la mala música, de Proust, un elogio de cierto tipo la música popular, que, por cierto, a Proust siempre le supo levantar. Digo que la asociación entre Algueró y la mala música no sé si es justa y si ante sus composiciones hay que “taire un moment" los “dédains esthétiques”. Desde luego, Algueró, por lo que se refiere a “l´importance du rôle social de la musique”, ocupará un lugar relevante en la memoria de varias generaciones:
Proust, Marcel, Les plaisirs et les jours, Gallimard, 1924 (Folio, 1973), p., 229-231.
Encuentro esta traducción en una página web:
ELOGIO DE LA MALA MÚSICA
DETESTAD la mala música, no la despreciéis. Se toca y se canta mucho más, mucho más apasionadamente que la buena, mucho más que la buena se ha llenado poco a poco del ensueño y de las lágrimas de los hombres. Sea por eso venerable. Su lugar, nulo en la historia del Arte, es inmenso en la historia sentimental de las sociedades. El respeto, no digo el amor, a la mala música es no sólo una forma de lo que pudiéramos llamarla caridad del buen gusto o su escepticismo, es también la conciencia de la importancia del papel social de la música. Cuántas melodías que no valen nada para un artista figuran entre los confidentes elegidos por la muchedumbre de jóvenes romancescos y de las enamoradas. Cuántas"sortijas de oro", cuántos "Ah sigue dormida mucho tiempo", cuyas hojas son pasadas cada noche temblando por unas manos justamente célebres,mojadas por las lágrimas de los ojos más bellos del mundo, melancólico y voluptuoso tributo que envidiaría el maestro más puro —confidentes ingeniosas e inspiradas que ennoblecen el dolor y exaltan el ensueño y que, a cambio del ardiente secreto que se les confía, ofrecen la embragadora ilusión de la belleza. El pueblo, la burguesía, el ejército, la nobleza, así como tienen los mismos factores, portadores del luto que los hiere o de la alegría que los colma, tienen también los mismos invisibles.
mensajeros de amor, los mismos confesores queridos. Son los músicos malos. Este irritante estribillo, que cualquier oído bien nacido y bien educado rechaza nada más oírlo, ha recibido el tesoro de millares de almas, ha guardado el secreto de millares de vidas, de las que fue inspiración viviente, consuelo siempre a punto, siempre entreabierto en el atril del piano, la gracia soñadora y el ideal. Esos arpegios, esa "entrada"han hecho resonar en el alma de más de un enamorado o de un soñador las armonías del paraíso o la voz misma de la mujer amada. Un cuaderno de malas romanzas, resobado porque se ha tocado mucho, debe emocionarnos como un cementerio o como un pueblo. Qué importa que lascaras no tengan estilo, que las tumbas desaparezcan bajo las inscripciones y los ornamentos de mal gusto. De ese polvo puede elevarse, ante una imaginación lo bastante afín y respetuosa para acallar un momento sus desdenes estéticos, la bandada de las almas llevando en el pico el sueño todavía verde que las hacía presentir el otro mundo y gozar o llorar en éste.
Un par de canciones compuestas por Algueró:
4. Pena, penita Proust. Je hais quelques dimanches
1.
Quizá no hubo días en nuestra infancia más plenamente vividos que aquellos que creímos dejar sin vivirlos, aquellos que pasamos con un libro favorito. Todo lo que, al parecer, los llenaba para los demás, y que rechazábamos como si fuera un vulgar obstáculo ante un placer divino: el juego al que un amigo venía a invitarnos en el pasaje más interesante, la abeja o el rayo de sol molestos que nos forzaban a levantar los ojos de la página o a cambiar de sitio, la merienda que nos habían obligado a llevar y que dejábamos a nuestro lado sobre el banco, sin tocarla siquiera, mientras que, por encima de nuestracabeza, el sol iba perdiendo fuerza en el cielo azul, la cena a la que teníamos que llegar a tiempo y durante la cual no pensábamos más que en subir a terminar, sin perder un minuto, el capítulo interrumpido; todo esto, de lo que la lectura hubiera debido impedirnos percibir otra cosa que su importunidad, dejaba por el contrario en nosotros un recuerdo tan agradable (mucho más precioso para nosotros, que aquello que leíamos entonces con tanta devoción), que, si llegáramos ahora a hojear aquellos libros de antaño, serían para nosotros como los únicos almanaques que hubiéramos conservado de un tiempo pasado, con la esperanza de ver reflejados en sus páginas lugares y estanques que han dejado de existir hace tiempo (M. Proust - Sobre la lectura)
«Il n'y a peut-être pas de jours de notre enfance que nous ayons si pleinement vécus que ceux que nous avons cru laisser sans les vivre, ceux que nous avons passés avec un livre préféré. Tout ce qui, semblait-il, les remplissait pour les autres, et que nous écartions comme un obstacle vulgaire à un plaisir divin : le jeu pour lequel un ami venait nous chercher au passage le plus intéressant, l'abeille ou le rayon de soleil gênants qui nous forçaient à lever les yeux de la page ou à changer de place, les provisions de goûter qu'on nous avait fait emporter et que nous laissions à côté de nous sur le banc, sans y toucher, tandis que, au-dessus de notre tête, le soleil diminuait de force dans le ciel bleu, le dîner pour lequel il avait fallu rentrer et pendant lequel nous ne pensions qu'à monter finir, tout de suite après, le chapitre interrompu, tout cela, dont la lecture aurait dû nous empêcher de percevoir autre chose que l'importunité, elle en gravait au contraire en nous un souvenir tellement doux (tellement plus précieux à notre jugement actuel que ce que nous lisions alors avec amour) que, s'il nous arrive encore aujourd'hui de feuilleter ces livres d'autrefois, ce n'est plus que comme les seuls calendriers que nous ayons gardés des jours enfuis, et avec l'espoir de voir reflétés sur leurs pages les demeures et les étangs qui n'existent plus.» (Fuente)
Non vi sono forse giorni della nostra infanzia che abbiamo vissuto così pienamente come quelli che abbiamo creduto di aver trascorso senza viverli, i giorni passati in compagnia di un libro prediletto. Il gioco per il quale un amico veniva a cercarci durante il brano più interessante, l'ape o il raggio di sole fastidiosi, che ci costringevano ad alzare gli occhi dalla pagina o a cambiare di posto, le provviste che ci avevano dato per la merenda e che lasciavamo accanto a noi su una panca, senza toccarle, mentre sul nostro capo la forza del sole andava diminuendo nel cielo azzurro, il pranzo che ci aveva costretti a tornare a casa e durante il quale pensavamo solo a quando, subito dopo, saremmo saliti a terminare il capitolo interrotto, vale a dire tutto ciò che, a quanto sembrava, riempiva quei giorni per gli altri, e che noi respingevamo quale ostacolo volgare a un piacere divino, e di cui la lettura avrebbe dovuto farci percepire soltanto l'inopportunità, tutto ciò ce ne imprimeva invece un ricordo così dolce (tanto più prezioso, a nostro giudizio attuale, di quello che allora leggevamo con amore) che, se ci capita ancor oggi di sfogliare i libri di una volta, altro non vediamo in essi se non gli unici calendari che abbiamo conservato dei giorni fuggiti, e con la speranza di veder riflesse sulle loro pagine le dimore e gli stagni che non esistono più." ( Il piacere della lettura, Milano, Il Saggiatore – NET n. 1, 2002, pagg. 9-10, nella traduzione di Cesare Salmaggi, edizione fuori commercio) (Fuente)
2
"Tant que la lecture est pour nous l'initiatrice dont les clefs magiques nous ouvrent au fond de nous-même la porte des demeures où nous n'aurions pas su pénétrer, son rôle dans notre vie est salutaire. Il devient dangereux au contraire quand, au lieu de nous éveiller à la vie personnelle de l'esprit, la lecture tend à se substituer à elle, quand la vérité ne nous apparaît plus comme un idéal que nous ne pouvons réaliser que par le progrès intime de notre pensée et par l'effort de notre coeur, mais comme une chose matérielle, déposée entre les feuillets des livres comme un miel tout préparé par les autres et que nous n'avons qu'à prendre la peine d'atteindre sur les rayons des bibliothèques et de déguster ensuite passivement dans un parfait repos de corps et d'esprit." (Marcel Proust, Sur la lecture, La République des Lettres)
Mientras la lectura sea para nosotros la iniciadora cuyas llaves mágicas nos abren en nuestro interior la puerta de estancias a las que no hubiéramos sabido llegar solos, su papel en nuestra vida es saludable. Se convierte en peligroso por el contrario cuando, en lugar de despertarnos a la vida personal del espíritu, la lectura tiende a suplantarla, cuando la verdad ya no se nos presenta como un ideal que no esté a nuestro alcance por el progreso íntimo de nuestro pensamiento y el esfuerzo de nuestra voluntad, sino como algo material, abandonado entre las hojas de los libros como un fruto madurado por otros y que no tenemos más que molestarnos en tomarlo de los estantes de las bibliotecas para saborearlo a continuación pasivamente, en una perfecta armonía de cuerpo y mente.