Vete, amourinho mío, adiós,/ que asaz aquí has estado:/ maitines han tocado/ siento el día llegar…
Fuente de la imagen. Photograph: Jasper Juinen/Getty Images
Fuentes bien informadas aseguran haber visto al renombrado actor, conocido como J. Amourinho en la sede del hipermercado del mueble Ikea situada en Alcorcûn (sic). Según esas mismas fuentes,
de las que la prensa española se ha hecho eco, Amourinho habría gastado 200 euros en cajas y cinta de embalar. Quizá, de embalar las cajas no sean, pues, que yo sepa, no existen en Ikea, pero lo que parece cierto es que se embala el desenlace de la historia de amor reñido entre este señor y un conocido club de fútbol madrileño.
Amourinho, de notable parecido con el actor Jack Nicholso en la película
The shining, llegó a España con una Misión, la de que le sirvieran a su club otra copa, pero, tanta sed tenía, que poco a poco fue presa de la idea de que la copa tenía que estar hecha más a su medida que a la del equipo. Tan intenso ha sido el efecto del espejismo de la dichosa copa sobre su personalidad que ha llegado a fallarle la memoria sobre acontecimientos no muy distantes y de notable relevancia. Se dice que últimamente los síntomas de desorientación espacio temporal le han llevado a olvidar que, antes de la abortada décima, hubo una novena e incluso una octava. Por lo demás, durante su estancia en la capital, se ha limitado a repartir entre sus subordinados dardos en la mirada y a presentarse sobreexcitado en las salas de prensa para recitar papeles que, a menudo, tenía que leer, porque no se los había aprendido de memoria. Si parecía Haneke
en una de esas películas en las que tanta solemnidad acaba por banalizar los hechos.
Se cuenta que de noche ha seguido un master en semifinales, en que habría conseguido una buena nota gracias a las prácticas realizadas con su equipo. Además, los jugadores que se encontraban bajo su vara le han ofrecido una copichuela sin alcohol y una jarretera de talla cien, con la que se pasea muy ufano.
Entre sus mejores actuaciones se encuentra no tanto su certera introducción de un dedo en el ojo de un tal Tito como su solvente interpretación en la posterior rueda de prensa, en la que consiguió convencer a su ayudante Kalinka y a algún otro fiel servidor del club de que no conocía al receptor del mensaje digital.
Si, como todo parece indicar, Amourinho termina por abandonar la capital del reino, sin duda, muchos dirán, qué alegría nos dan los huéspedes…cuando se van.
Mi más sentido adiós, Amourihno, si es que la visita a Ikea va en serio y no es una
trovata más. Si te hubiese tenido de vecino, estoy seguro de que habría dicho lo típico, que parecías un buen chico, que saludabas siempre cuando te cruzabas con alguien en el portal y que incluso, un día, acariciaste al perro de la décima planta.
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