The smart sales clerk and his sad client
We met in January and on the 14th April you were, at last, capable of buying just one cheap skirt in a chinese clothing shop. It was actually a great day!... To think the first time you had gone into such a shop, you looked at me furiously and cried, very agitated: If I stay here any longer, I’ll go mad! And, not thinking twice, you run off.
When we met, I was still a young smart sales clerk man at the Vuitton boutique in one of Manhattan’s main shopping streets, despite having received my college degree as a psychologist one year before; whereas you were just a regular client of mine, a middle-aged woman, whom I used to give a customized service, since you used to spend a lot of money every time you came.
You used to be also very chatty, mainly with me. We got on well each other and, little by little, I went deeper and deeper into your life, mind, heart and feelings. The evidence, such as it was, seemed to point to your sad loneliness, compensated for by your contiuous expensive shoppings.
That made me think long at night. I was really shocked at your condition. The matter at issue was I had somehow to help you... And, thank you, I could take the best decision in my life: I would set up a psychoanalysts’ office with an old classmate of mine, after having resigned from the Vuitton boutique.
And it was exactly like that. Obviously, you were my first honourable patient, and on the 14th April you were, at last, capable of bying just one cheap skirt in a chinese clothing shop.
El elegante vendedor y su triste cliente
Nos conocimos en enero, y el 14 de abril fuiste, por fin, capaz de comprar tan solo una falda barata en una tienda de ropa de chinos. ¡Realmente fue un gran día!... Y pensar que la primera vez que habías entrado en una tienda de esas, me miraste con gran furia, gritándome, nerviosa: ¡Si me quedo un instante más, me voy a volver loca! Y, sin pensártelo dos veces, saliste corriendo de allí.
Cuando nos conocimos, yo era todavía un joven y elegante vendedor en la boutique de Vuitton de una de las principales calles comerciales de Manhattan, a pesar de haber obtenido mi titulación universitaria de Psicología un año antes; mientras que tú eras tan solo una de mis clientas habituales, una mujer madura a la que ofrecía un servicio personalizado, pues solías gastarte mucho dinero cada vez que venías.
Solías ser muy habladora, especialmente conmigo. Nos llevábamos bien y, poco a poco, fui ahondando en tu vida, tu mente, tu corazón y tus sentimientos. Resultaba evidente, todo apuntaba a que eras una persona que se encontraba tristemente sola, y que compensaba esa soledad comprando continuamente cosas caras.
Tu situación me hacía pensar mucho por las noches, estaba conmocionado. El asunto era que tenía que ayudarte de alguna manera… Y, gracias a ti, pude tomar la mejor decisión de mi vida: Me montaría una consulta para hacer terapias de psicoanálisis junto con uno de mis viejos compañeros de universidad, una vez que hubiera dimitido de mi puesto como vendedor de Vuitton.
Y así fue con toda exactitud. Obviamente, tú fuiste mi primera y honorable paciente, y el 14 de abril fuiste, por fin, capaz de comprar tan solo una falda barata en una tienda de ropa de chinos.
Mónica Pascual Pueyo. 2º Intermedio de Inglés.
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