El pasado día uno, sin presencia de autoridad alguna, y con la exclusiva asistencia de la autora, su marido, Vittorio el alto, y yo mismo, Me(l)mo(th) el pasmao, quedó inaugurada esta magnífica exposición de fotos.
El texto de presentación definitivo y el texto de Belinda y Victor:
UN VIAJE DE NOVIOS
“Sácame bien”, es una frase habitual en quien va a ser retratado. La foto nos ofrece una imagen de nosotros mismos que a menudo intentamos controlar, quizá en exceso. Una sonrisa patatera, nuestro mejor ademán, una exhibición de fuerza o una gracia cualquiera, son los recursos más frecuentes para evitar que la foto se nos vaya de las manos y ofrezca un retrato nuestro que no nos gusta, pero que, en cualquier caso, corresponde a una de las muchas imágenes que proyectamos a diario entre los demás y que a veces entrevemos en los espejos. Por si acaso, además, está el Photoshop, que embalsama en vida, algo que muchos aprueban, quizá porque prefieren el refugio que ofrece la máscara antes que la verdad, una actitud muy humana, por otra parte, pero que entraña ciertos riesgos en las distancias cortas.
Muchos fotógrafos buscan, por el contrario, que el retratado no interfiera conscientemente en el proceso, porque intentan mostrarlo no tal y como es la imagen tópica que él desea dar de sí mismo, sino según lo ven ellos, sin mojigatería, sin maquillaje, casi como en el poema de P. Salinas: “Perdóname por ir así buscándote/ tan torpemente, dentro de ti…/Es que quiero sacar de ti/ tu mejor tú/ Ese que no te viste y que yo veo,/ nadador por tu fondo…” Cuando un modelo se abandona, no teme perder su alma ni tiene apenas nada que vender o que ocultar y, por otro lado, un buen fotógrafo sabe captarlo, se produce esa chispa que poseen algunas fotos. Su impostación inversa, que reside en eso que podríamos llamar naturalidad, frescura, verdad, aunque sea en el dolor, o a través de la fealdad, hasta de la exageración, les confiere otro tipo de intensidad. Son las fotos que sustituyen a la vida o la replican, con un grado mayor de intensidad.
Al ver esta exposición dos o tres veces seguidas en mi ordenador me ha parecido que Belinda en la India no buscaba exotismo, revelaciones espirituales o maravillosos monumentos, como tantos otros viajeros europeos, por más que algunas de esas cosas estén presentes. Antes que nada, estas fotos me han hecho pensar en la mirada de una persona que procura reconocer en un mundo lejano lo que ya ha encontrado en su tierra, aquello que ya ha sabido ver en ella, en su casa, entre sus amigos, en su barrio, con sus vecinos: miradas limpias, tristes, ensimismadas o juguetonas, emociones puras o rostros carentes de emoción alguna, la compañía de los compadres reunidos para jugar sobre una mesa de piedra, los turistas cansados que se sientan un momento a reposar (ante el Taj Mahal como ante la Aljafería), una pareja de turistas autóctonos que se hace una foto en un templo (como si fuera el Pilar), las vecinas que charlan a la luz del día. Belind(i)a llevaba dentro de sí esos sentimientos, esas emociones y esos ambientes. Con su cámara los reencontró en Calcuta o Nepal, como podría haberlo hecho en Teruel o Trasmoz. Únicamente vemos fuera de nosotros lo que llevamos dentro, bondad el bondadoso y mezquindad el mezquino, aunque siempre todo esté mezclado. Si fuera fisognomista de fotos diría que los rasgos del carácter de Belinda que delatan sus retratos son los de una persona atenta, observadora, con cierta tendencia a la ensoñación, pero también meticulosa. Y, sobre todo, alguien que ve lindo, más interesado por las personas que por las cosas -ninguna imagen de meros objetos está presente en la exposición.
Solo cuando se miran estas fotos en detalle, ampliando la imagen, como en la película de Antonioni, aparece de verdad lo distinto, lo sorprendente por inesperado, cosas nunca vistas u otras olvidadas por estos pagos nuestros: pies deshechos por doquier, viejísimas orejas llenas de piercings, una cisterna de agua corriente para abastecer a un pueblo, pequeñas ofrendas en llamas que se lleva el río sagrado, banderines del partido comunista ondeando por la calle, meros detalles de un mundo habitado por quienes tienen por encima de todo cosas en común con nosotros y algunos colores y olores distintos.
Javier Brox
INDIA: COLORES Y OLORES INFINITOS
Dicen que un viaje se comprende realmente al regresar a casa.
Dejando un poco de lado los innumerables e inevitables tópicos acerca de India, entendimos que durante el viaje el país nos ofreció un montón de imágenes de lugares comunes y de sentimientos universales de la condición humana.
Estas imágenes reflejan nuestra visión de India: de una cultura y de una manera de entender la vida mucho más cercana de lo que en un principio podríamos haber imaginado.
víctor y belinda.
Tres de las fotos de Belinda:
El cartel que anuncia la expo:
Fotos de la expo:
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