Clica aquí para ver la Primera serie: Deterioradas o ausentes.
Clica aquí para ver la Segunda serie. Animales (I): Leones, elefantes y caballos.
Clica aquí para ver la Segunda serie. Animales (II): Peces y ánades.
Clica aquí para ver la Tercera serie: Manos (I).
Clica aquí para ver la Tercera serie: Manos (II).
Clica aquí para ver la Cuarta serie (I): Formas casi sin motivo (I).
Clica aquí para ver la Cuarta serie (I): Formas casi sin motivo (II).
Clica aquí para ver la Cuarta serie (I): Formas casi sin motivo (IV).
Cuando todavía a veces creo reconocer la voz viva de una palabra (hace no mucho a la salida de Cádiz, tras solicitar una dirección, el gesto de ambos brazos alzándose en paralelo y la expresión: “¡to tieso!”) trato de no inmortalizarla ni siquiera de pensamiento. (Azúa, Félix de, Autobiografía sin vida, Mondadori, 2010, p. 160)
En el ideal de vuelta a una suerte de inocencia no inocente, esforzada, que propone Azúa en el libro citado ("una inocencia digna de respeto es una inocencia sin inocencia", Coetzee, Contra la censura) después de una larga vida que la perdió quizá por délicatesse con el sesgo de los tiempos, se añora a la palabra palpitante: "En el ascenso de la continuada abstracción, el artista adolescente abandona el territorio viviente de las palabras y entra en la escuela de la técnica compositiva y la filosofía del arte" (ibid, p. 159). El territorio viviente es justo lo contrario del ámbito en el que se inscriben las fotos de objetos en desuso, síntoma de renuncia a sentir plenamente la melancolía que producen. Es mejor no atrapar la belleza que aparece en nuestro campo visual, al alcance de nuestro oído, no querer congelarla, evitar demorarse en ella más de lo oportuno. Justo lo contrario de lo que implica una foto.
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