Rolando Fava, el autor de una de las fotos más conocidas de la Italia contemporánea, murió hoy en Roma. Fava fotografió el 9 de mayo de 1978 el cadáver de Aldo Moro, abandonado por las Brigadas Rojas a medio camino entre las sedes del P.C.I. (Partido Comunista Italiano) y la D.C. (Democracia Cristiana, el partido que Moro presidía), tras 55 días de cautiverio en lo que fue interpretado como un siniestro mensaje enviado a las dos grandes fuerzas que no habían querido negociar su liberación a cambio de la excarcelación de presos terroristas. El P.C.I. era para los brigadistas una fuerza revisionista que había renunciado a la revolución y había traicionado los grandes ideales socialistas, integrándose como un elemento funcional más del sistema capitalista, el capitalismo de las grandes multinacionales, como se decía entonces. Para la D.C., en el poder desde el final de a Segunda Guerra Mundial hasta su disolución, el golpe fue duro, pues perdió a una de sus figuras con mayor relieve. Luchas internas, facciones, reproches y casi ninguna dimisión, sembraron las bases de un futuro lento declive.
Desde su prisión en Roma, a cuyo timbre llamó la policía sin llegar a entrar en la casa en la que estaba situada, Moro escribió numerosas cartas a diversas autoridades, entre ellas el Papá, pidiendo piedad. Se dijo que había perdido sus facultades mentales, que ya no era el gran estadista de antes, y la línea de la firmeza, la negativa a negociar, se impuso, hasta que fue finalmente ajusticiado por los terroristas.
La bibliografía dedicada al caso es muy abundante. Leonardo Sciascia, el gran escritor siciliano, formó parte de la comisión de investigación parlamentaria creada para investigar lo ocurrido. De aquella experiencia nació un estupendo librito, L´affaire Moro (Sellerio editore, la última reedición es de 2009)
que según he leído muy recientemente va a ser reeditado en español este año. En él, Sciascia cuenta con mano maestra los avatares del secuestro y analiza los numerosos puntos oscuros del mismo, entre otros la posible intervención de los servicios secretos italianos y americanos. Lo encabeza una cita de Canetti que quizá pueda dar una idea de lo que para algunos supuso la muerte de Moro, uno de los valedores del llamado compromiso histórico: La frase più mostruosa di tutte: qualcuno è morto “al momento giusto”. Seguramente el libro de Sciascia ha quedado sobrepasado por las investigaciones posteriores, pero su lectura sigue siendo fascinante, a causa de su concisión, su conocimiento del caso, su capacidad interpretativa y la dimensión humana con la que logra volver a revestir a quien se había convertido en mera moneda de cambio para los terroristas y también para el poder constituido.
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Otra obra interesante sobre el caso Moro, pero esta vez centrada en las disensiones internas del comando que secuestró al político tras matar a los 5 agentes que lo protegían, es la película Buogiorno notte, de Marco Bellocchio. Una de las terroristas se apiada del cautivo y hasta llega a soñar con su liberación. Pero la razón de(l mini)estado terrorista acaba por imponerse:
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