- Pastoral americana (II).
- La mancha humana (III).
- La Conjura contra América (IV).
- Humillación (V).
- Némesis (VI).
1. Me casé con un comunista (1998):
La poética, los rasgos constitutivos del escritor, tal como aparecen descritos en cuatro o cinco páginas. El personaje a través del cual se expresan es Leo Glucksman, el profesor que adopta a Zuckerman, el joven protagonista que quiere ser escritor y cuyo guión radiofónico, su ópera prima, considera una porquería. Leo es una especie de contrafigura de Ira, “un fácil blanco para la visión utópica”. Esto es parte de lo que dice Leo:
“¿Quieres una causa perdida por la que luchar? Entonces lucha por la palabra. No la palabra ampulosa, no la palabra inspiradora, no la palabra a favor de esto y en contra de aquello, no la palabra que anuncia al público que eres una persona maravillosa, admirable, compasiva, que está al lado de los oprimidos (…) ¡No, lucha por la palabra que dice a las pocas personas cultas condenadas a vivir en Estados Unidos que estás al lado del mundo! este guión tuyo es basura. Es horrible. Es exasperante. Es basura vulgar, primitiva, ingenua, propagandista. Empaña el mundo con palabras.…¿Por qué escribes estas proclamas? ¿Porque miras a tu alrededor y te escandalizas? ¿Porque miras a tu alrededor y te conmueves? La gente cede con demasiada facilidad y finge sus sentimientos. Quieren tener sentimientos enseguida, y los de escandalizado y conmovido son los más fáciles, así como los más estúpidos…
La política es la gran generalizadora –me dijo Leo-, y la literatura, la gran particularizadora, y no solo están en relación inversa entre ellas, sino en relación antagónica. Para la política, la literatura es decadente, blanda irrelevante aburrida, terca, insípida, algo que no tiene sentido y que realmente no debería existir. ¿Por qué? Debido al impulso particularizador en que consiste la literatura. ¿Cómo puedes ser un artista y renunciar al matiz? Pero ¿cómo puedes ser un político y permitir el matiz? En tanto que artista, el matiz es tu tarea. Tu tarea no consiste en simplificar. Aun cuando decidieras escribir de la manera más sencilla, a lo Hemingway, la tarea sigue siendo la de aportar el matiz, elucidar la complicación, denotar la contradicción. No se trata de eliminar la contradicción, de negarla, sino de ver dónde, dentro de la contradicción, se encuentra el ser humano atormentado. Permitir el caos, dejarlo entrar. Tienes que dejarlo entrar o, de lo contrario, produces propaganda, si no para un partido político (un movimiento político, estúpida propaganda para la vida), sí para la vida como ella preferiría ser divulgada. Durante los primeros cinco o seis años de la Revolución rusa, los revolucionarios gritaban: ‘¡El amor libre, existirá el amor libre!’. Pero, una vez estuvieron en el poder, no pudieron permitirlo, porque ¿qué es el amor libre? Es caos, y ellos no querían el caos. No es para eso para lo que habían hecho su gloriosa revolución. Querían algo disciplinado, organizado, contenido, científicamente predecible, a ser posible. El amor libre inquieta a la organización. La literatura inquieta a la organización. No porque esté flagrantemente a favor o en contra, o incluso lo esté de una manera sutil. Inquieta a la organización porque no es general. La naturaleza intrínseca de la particularidad estriba en no amoldarse…No tienes necesidad de escribir para legitimar el comunismo o el capitalismo; estás al margen de ambos. Si eres escritor, no te alías con uno ni con otro. Ves diferencias, sí, y, por supuesto, ves que esta mierda es un poco mejor que aquella mierda, o que aquella mierda es mejor que ésta. Tal vez mucho mejor. Pero ves la mierda. No eres un empleado del Gobierno. No eres un militante. No eres un creyente. Eres una persona que se enfrenta de una manera muy diferente al mundo y a lo que sucede en el mundo. El militante presenta la fe, una gran creencia que cambiará el mundo, y el artista presenta un producto que no tiene cabida en ese mundo, que es inútil. El artista, el escritor serio, introduce el mundo algo que ni siquiera estaba ahí al comienzo”. (Me casé con un comunista, Philip Roth, Debolsillo, 2011, trad. Jodi Fibla, p.317, 323-24)
Por lo demás, hace vibrar la inútil lucha titánica de Roth por salvar una novela que por momentos hace aguas, con unos personajes insuficientes, la actriz protagonista, su hija. Demasiada época, un momento histórico brutal, la caza de brujas, la guerra fría, el anticomunismo, la fe en el socialismo, para unos caracteres que no veo a la altura del proyecto. Bellow se lo dijo en estos términos, pero en inglés: Il lettore, per rispetto al tuo talento, è più che disposto ad andare avanti con te. Ma non sarebbe capace, come non lo sono stato io, di andare avanti con Ira, probabilmente il meno riuscito dei tuoi personaggi. Suppongo che tu non riesca a sopportare Ira più del lettore. E tuttavia rimani fedele a questo testone di ferro – questo idiota grande e grosso, che ti attrae per motivi a me del tutto sconosciuti.
Author Philip Roth sitting at typewriter seen through panes of window, at Yaddo artist's retreat. Photograph: Bob Peterson/Time Life Pictures/Getty Images
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