Pasarse el dedo por los labios, levantar la ceja, mover las orejas, cojear cuando llueve, estirar el dedo meñique, poner voz aflautada cuando la cosa se pone difícil, jurar por todos los dioses, fumar de ciertas maneras, y, en el caso de Tarzán, pegar un grito de llamada cuando se encuentra en dificultad, cuando viene el lobo, por así decirlo, pero no en vano, como el pastor del cuento. Un grito inarticulado y bastante largo que hace que el resto de los animales acuda en su ayuda y que fue su marca distintiva durante muchos años, hasta que el personaje murió por razones que no alcanzo a entender, quizá porque los remakes del héroe no han sido demasiado afortunados, o quizá por alguna razón que se me escapa y que hace que su personaje no esté a la altura o bajura de los tiempos. Se dice que Weismüller murió en una residencia para ancianos en la que no paraba de gritar sin ton ni son, pero se dice también que murió con poca voz, entre otras cosas por una traqueotomía a la que había sido sometido
Sergio Tedesco, el actor y tenor que doblaba en italiano a J. Weissmüller, el Tarzán más popular de todos, ha muerto recientemente. Van quedando pocos de aquellos dobladores del cine clásico. Vaya en su recuerdo el grito:
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