domingo, 14 de marzo de 2010

Rincón de los reportajes. El volante de Alonso. Primera carrera de la enésima temporada que este año va a ser distinta…

Es asturiano, pero tiene un apellido mesetario y una especie de prudencia retranquera que debe contrapesar aerodinámicamente sus prisas al volante. Cara de niño y mirada de viejo resabiado, trucos de magia con las cartas Fournier y una cuenta corriente de quitar el hipo (huracanado). Un tipo extraño, diríamos. Además, se viste con esos monos que hacen pensar en un artista de las vanguardias de los años treinta, de aquellos movimientos que querían cambiar todos los aspectos de la vida. Y, así debe ser la suya, de vanguardista, una especie de monacato contradictorio, en el que para saber si se puede adelantar a 300 km en un circuito va y se pega tres vueltas en bicicleta (¿será de alquiler? ¿habrá un servicio tipo bicizaragoza para los pilotos de formula uno con dos o tres estaciones de aparcado en cada circuito?), pero antes el tío ha llegado al circuito en helicóptero. Dicen que esúnico en añadir mejoras al coche, que tiene una sensibilidad extraordinaria para oír el motor, para transustanciarse con el vehículo. Tantos años después de Marinetti -que entraba en éxtasis con el ruum, ruum , como si creyera que el fenómeno mecánico llamado aceleración fuera el equivalente moderno de un milagro, un poltergeist de la industria- era justo que Alonso acabara en Ferrari, una marca siempre en ese difícil equilibrio entre lo hortera y lo exquisito, el comprador noble y el macarra, la artesanía y el último grito tecnológico, la ingle y el cerebro, el amplio acelerador y los potentes frenos, el niño y el adulto.

Lástima que la F1 sea un deporte tan aburrido, en el que, aparte de la salida, los accidentes y los escasos adelantamientos, por mucho que los comentaristas se repartan la información técnica, el cotilleo y las gracietas, haya poco que ver. El mejor momento es cuando vuelves a mirar tras las interrupciones publicitarias o la visita al váter, porque piensas que, aleluya, puede haber pasado algo, o sea, un trompo a lo coche peonza, un garbeo por el cuidado césped, que Martínez de la Rosa por fin haya volado , o que un jefe de escudería haya emitido uno de esos mensajes en clave en los que “lo estás haciendo muy bien, muy bien…” quieren decir “lánzate al cuello del de adelante, pégate a su culo y aguanta el rebufo, a ver si se avergüenza de sus emisiones y patina”

He aquí el volante en italiano de Alonso, la pieza que como la piedra filosofal de los alquimistas que convertía en oro los otros metales, le permitirá, junto con lo pedales, transformar su sabiduría de piloto en millas por hora, sus logos publicitarios en millones de euros y sus sudores en fama, títulos, orgullo. Pero no es cualquier cosa, tiene teclas para afrontar cualquier imprevisto, tantas que como te equivoques de imprevisto y te creas que cuatro gotas son lluvia o que el alerón va cantando demasiado y decidas cerrarlo de medio grado en medio grado, de manera secuencial, como si te diera vergüenza haberlo dejado abierto, pues la cagas y en cosa de cinco segundos te han adelantado todos los otros coches, como en los videojuegos. Pero eso no le puede pasar a Alonso, solo a los demás.

http://static.repubblica.it/interattivi/sport/volante/volante.html

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