Venne il giorno della morte
e della libertà, il mondo martoriato
si riconobbe nuovo nella luce...
Quella luce era speranza di giustizia:
non sapevo quale: la Giustizia. (Pier Paolo Pasolini, La Resistenza e la sua luce, La religione del mio tempo, 1961)
La Liberación en Venecia (Fuente de la imagen)
La única obra literaria del gran director de cine italiano E. Olmi es Ragazzo della Bovisa, traducido en español como Chico de Barrio:
Título: Chico de barrio | Autor: Ermanno Olmi |Traducción: Carlos Manzano | Editorial: Libros del Asteriode Precio: 14.95 € | Páginas: 184
Olmi tenía el proyecto de hacer una película sobre sus recuerdos infantiles de la Segunda Guerra Mundial. Una enfermedad se lo impidió y el guión se transformó en esta novela durante la convalecencia. Se podría esperar, pues, cierta impericia en el tratamiento literario de la materia por parte de quien, como narrador, solo se había dedicado al cine. Pero Olmi sabe moverse estupendamente en el terreno de la escritura, en el que se muestra ducho en la descripción de ambientes vistos con los ojos de sus personajes. La naturalidad, esa especie de silenciosa elegancia, con la que presenta las situaciones a través de las que un niño va creciendo hasta asumir activamente sus emociones y su sexualidad, se recrea como en sus películas, sin salidas de tono ni sensiblería, pero sin perder de vista la transcendencia que en la vida de cada uno tienen experiencias tan comunes como insustituibles e intransferibles: la amistad, el amor infantil, la importancia de las figuras paterna y materna, las relaciones con el hermano. Todo ello sucede en el contexto de lo que, en el prólogo a la edición italiana, Goffredo Fofi define como una Italia popular, desaparecida en los años cincuenta con el desarrollo económico, la Italia previa a la homologación, anterior a la llegada de la tele. Y es que, cronológicamente, la novela empieza poco antes de la entrada en guerra de Italia en el año 1940 y acaba con el principio, en 1945, de la Italia republicana democrática. Espacialmente, se desarrolla en el extrarradio de Milán, en el pueblecito de Treviglio y en un campamento para jóvenes en el Lago Mayor, donde el protagonista es enviado para protegerlo de los bombardeos aliados sobre Milán.
En la novela se reproducen detalles que aparecen en las pelis de Olmi. Estoy pensando por ejemplo, en Il posto (1961) y la importancia de la bici como objeto que resume un ritmo de vida, una esforzada forma de relacionarse con el mundo o en ese plato con el que la madre cubre la comida para evitar que se enfríe, en el periódico a través del que el padre se relaciona con el mundo… Otra de las virtudes del cine de Olmi, que también está presente en esta obra, es el fluido engarce de la historia individual con la vida social a través de los acontecimientos históricos de relieve.
Pero el motivo por el que traigo a colación la novela de Olmi es por la repetida presencia del baile en la obra como una especie de espacio en el que se cruza lo privado con lo público, en el que lo íntimo se socializa, se da a conocer, pues solo al ser socializado cobra verdadera carta de naturaleza para el individuo. En el baile es donde se consuman y escenifican los deseos, las dudas, los adulterios, la dicha. El libro termina con un baile que para el protagonista y para el país entero es un rito de paso a través del que se abandona una forma vivir y se entra en un nuevo periodo, personal e histórico, el final de la ocupación nazi, de la Repubblica de Saló (el segundo final del fascismo italiano), el final de la guerra civil.
El baile de la Liberación en Venecia (Fuente de la imagen)
Estas son las dos últimas páginas, 169-171, que recuerdan la escena del cotillón de Il Posto, pero en el contexto de la alegría de la Liberación:
Traducción:
Todas las ventanas estaban abiertas de par en par y hasta por la calle habían puesto bombillas provisionales que iluminaban un tramo de acera, justo cerca del chalecito vacio de Gabriella.
Una radio transmitía música de baile a todo volumen y muchas parejas bailaban ya en medio de la calle.
Al día siguiente por la tarde pusieron farolillos de papel y las banderas de los vencedores. Hasta ataron a los palos de los faroles dos grandes altavoces de trompeta.
Empezaron a volver algunos de mis viejos compañeros de la calle Cantoni y nos pusimos juntos a bailar. Una tarde vino incluso una pequeña orquesta y la calle se puso a rebosar de gente. Bailábamos por todos los sitios, hasta en los rincones con menos luz. Y, entonces, yo también, en medio del lío, sentí ganas de intentarlo. Mis amigos eran más valientes y ya estaban bailando. Vi a una chica grande y gorda, que se mantenía apartada, quizá porque nadie la sacaba a bailar. Fue ella la que me dijo: “¿Quieres bailar?”
Bailamos durante todo el verano. Había aprendido muy bien y era ya uno de los mejores, tanto como para que las chicas estuvieran encantadas de que las sacara a bailar, de manera que podía escoger a las que más me gustaban. Y en cuanto me acercaba a la bailarina comprendía lo que podía significar ese abrazo, o sea, si era un simple lance del baile o algo más. Bastaba un paso contenido o un leve roce de los cuerpos para captar las señales cuyo significado había aprendido. Ya sentía entonces que al cabo de poco tiempo, una de aquellas tardes, también yo tendría la ocasión propicia para sentir la emoción más esperada de la vida.
Título: Ragazzo della Bovisa| Autor: Ermanno Olmi | Editorial: Mondadori, piccola biblioteca Oscar|Precio: 9.00 € |Páginas: 171
Hoy, cuando en la red tanta gente común, muchos de ellos jóvenes, cuestionan el papel jugado por la resistencia, en base a algunas barbaridades cometidas por sus miembros, incluyo una cita del excelente Partisanos, de S. Luzzatto, recientemente traducido al español (Debate, 2015, trad. Trad. María Pons Irazazábal). Dos cosas son evidentes, la legitimidad de la lucha partisana en contra del fascismo, sinónimo de barbarie (Diccionario Rae: 2. f. Fiereza, crueldad), en el más extenso uso de la palabra, humana, legal, política, ideológica, y el hecho de que también en el bando de quienes luchaban por la libertad hubo asesinos, asesinatos, barbaridades, mezquindades. Como señala Luzzatto, “a veces, la lucha partisana tiene el encanto simple de los opuestos. A menudo, sin embargo, tiene los matices de la verdad compleja”.
“Sarebbe rassicurante pensare che in una guerra (tanto più in una guerra civile) il nemico sia sempre e comunque quello fuori di noi…Vista da vicino, la guerra civile italiana –dove nessuno dovrebbe faticare, almeno retrospettivamente, a scegliere il proprio campo: l’uno essendo stato il campo dell’umanità e del diritto, l’altro quello della disumanità e dell’abuso- racconta una storia diversa. Insieme con la storia di un bene, l’impagabile bene della lotta contro il nazifascismo, racconta la storia di un male insondabile, il male da cui nessun essere umano… può dirsi affrancato. Così, tra il bianco e il nero, numerose si rivelano le tonalità del grigio. A volte, la storia dei partigia ha il fascino semplice dei contrasti. Più spesso, ha la verità complicata delle sfumature” (Luzzatto, Sergio, Partigia, Bestsellers Mondadori, 2014, p. 19)
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