Como a quien le sirven un café en un bar al verle aparecer por la puerta, el cierzo tumbó este nido de cotorras del Actur a pocos pasos de mí. Quise usarlo como sombrero, pero estaba demasiado deshecho por el golpe.
La delgada capa de hielo que se había formado en el estanque del Parque del Tío Jorge surcada por indescifrables trazos provocados por el cierzo.
La alambrada de los solares donde se celebra el mercadillo al aire libre, en las proximidades de una de las estaciones ferroviarias más desmesuradas que conozco, Delicias.
Tres versiones de la canción (Segnali di vita) que Pseudobattiato no dedicó al cierzo. Lo hizo a una edad crítica, que en el fondo puede ser cualquiera. Me refiero a ese momento en el que uno siente hasta la médula que debe cambiar, pero en serio, subirse a la columna, como el estilita, o al árbol, como el barón rampante, para ya no bajar más, o irse a la India, o dar las clases de otra manera. A Santo Tomás le pasó muy joven y de ahí nació el género literario de la confesión, pero en Tolstoi la gran renuncia se estuvo larvando casi toda su vida. La llevó a la práctica demasiado tarde y casi no tuvo tiempo de disfrutar de su segunda oportunidad. Buen modelo ese, seguramente el más digno, en el que no se permite el acomodo a la vida nueva:
Il cierzo cambia molte cose nella vita
il senso le amicizie le opinioni
che voglia di cambiare che c'è in me
si sente il bisogno di una propria evoluzione sganciata dalle regole comuni da questa falsa personalità.
Segnali di vita nei cortili e nelle case
all'imbrunire. Le luci fanno ricordare le meccaniche celesti. Rumori che fanno sottofondo per le stelle lo spazio cosmico si sta ingrandendo e le galassie si allontanano
se non riesco a stare adesso qui.
Segnali di vita di vita nei cortili e nelle case all'imbrunire le luci fanno ricordare
le meccaniche celesti.
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