- El día después de la jornada de reflexión, me he desdicho de todo lo dicho y me he atado una de las dos papeletas zamoranas a la cabeza. Jornada de votación y de pintura de las paredes de mi cuarto (II)
- He votado en todas las elecciones desde 1975 y solo dos veces mi voto ha ido a parar al caballo ganador. Incluso esas dos veces, mi actitud era más negativa que positiva, que diría el otro. Estaba plenamente convencido de quién era el que quería que no ganara, pero no estaba seguro de quién quería que ganara. Es más, tiendo a no votar a quien se presume va a ganar. Así sigo. Mañana votaré con dudas y esas dudas seguirán vivas después de haber votado. Cuando pasen los meses, habrá motivos que me harán pensar que he hecho bien y otros que me convencerán de lo contrario. La duda es proporcional a lo que pasa en la democracia, un jardín que puede degradarse si no se cuida constantemente. Si no se cuida nada, deja de ser jardín.
- Votar a los nuevos no me convence. Tiene algo de capricho. Comprar por comprar, deslealtad, sin saber en qué va a dar. Para eso, voto a los mismos que he votado otras veces. Además, son como era yo hace treinta años, , lo veo, lo noto cuando se les escapan ciertos comentarios, ciertas frases de la jerga. Toma democrática del poder. La tele es como el tren que los alemanes pusieron a Lenin para ir a Finlandia, así con inexactitudes y todo, porque Finlandia era el nombre de la estación ferroviaria peterburguesa a la que llegó Lenin antes de lanzar sus Tesis de Abril. Asaltar los cielos, también. Además, estamos en lo de siempre, ellos no son los damnificados de la crisis, son solo los que se solidarizan con los excluidos. Despotismo ilustrado, que lucha denodadamente por empoderarse popularmente. Voluntarismo de creyentes, al cabo. Por último, hay motivos ligados a mis alergias. No me gusta el del pellejo corto, el general mediocre, se embala cuando habla, cree saberlo todo, tener que saberlo todo, ser el más listo, capaz de descifrar el mundo con sus torpes herramientas.
- Llevo toda la semana pintando mi cuarto de trabajo de ocre. El color anterior, un azul desleído, no fue tampoco una verdadera opción, sino una manera de facilitar las cosas al pintor y una renuncia añadir más decisiones a las muchas que implicaba hacer importantes reformas antes de entrar a vivir en un nuevo piso. Dejé que el color de mi cuarto fuera el mismo de la cocina y que el de un pequeño cuarto de plancha que está al lado. Tampoco quise eliminar el estucado, por ahorrar dinero. Ahora, cuando el curso estaba a punto de acabar, me ha entrado un ataque pintor y llevo tres días mareado por los efluvios de esa masa viscosa que prometen que no salpica y que solo se debe aplicar una vez. Mentira muy parcial, como las de los políticos, que han acabado por ser tele vendedores. La lógica de la campaña no es en nada distinta de la del comercio en el que, sin embargo, por lo menos hay asociaciones de usuarios, de consumidores. Entre los votantes desengañados, no cabe recurso a mediadores, a oficinas municipales. Si no quedas satisfecho, te jodes y votas a otros en las próximas elecciones.
- Ayer oí a un niño en el autobús una frase que me encantó, porque denotaba que estaba a punto de aprender el orden de los pronombres personales, una cosa complicada. Dijo: Ya no me se me cae. Se refería a una pistolita de agua amarilla con la que estaba jugando. Se lo decía a su madre. Mientras tanto, su hermana repetía las frases.
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