Inventario de voces (resumen de una vida inconclusa):
1. Cuando preguntas, contenida, a través de la puerta, si estoy ahí;
2. La de los arrieros que al atardecer oyó Gil-Albert;
3. Aquella vez que dijo algo, no sé qué, invisible ella en medio de un grupo, supe que había venido, dejé de leer el periódico y fui feliz;
4. Cuando, yo con anginas, tú me tarareabas “A la luz del cigarro voy al molino”;
5. Mi hija, ronca, de vuelta a casa tras una larga noche de fiesta, que dice, ¡hola papá!;
6. Rapunzel, encerrada en su torre sin puerta ni ventana, enamorada de un príncipe que oye cantar a lo lejos;
7. Desde la cama, a oscuras, la confusa discusión de mis padres. Un portazo al final;
8. Nina Simone, dulcemente áspera, Love me, love me, say you do!;
9. Bette Midler, dibujando en volutas mi deseo adolescente, en Do you wanna dance?;
10. El descubrimiento, ¡oh, sorpresa!, a los 30, de mi odioso retintín de cura reprochón, gracias a una película que grabamos de Alicia, sin caer en la cuenta de que no solo se estaban grabando las imágenes;
11. Marcia, la protagonista de Némesis, la novela de Ph. Roth, al teléfono, cantando una nana a su novio, enfermo de polio, todavía latente. Una voz, por tanto, que nunca he oído;
12. Mis nombres, latiguillos, latigazos, ¡Javier, papá, hijo, señor, profesor, oiga Vd., no escuchas, no chilles, no hables de una habitación a otra, si quieres decirme algo ven aquí!;
13. Roco, el perro que una vez cantó una canción de Enya, allá por el 2001, imitándote;
14. Alicia, en plena noche, con un pijama manta amarillo, junto a nuestra cama, de viaje desde su cuna, ¡(A)quí (es)toy!;
15. Yo, que grito, ¡mía!, porque quiero dar un buena volea y quedarme a gusto, bien a gusto;
16. La voz imaginada de Clelia, en La cartuja de Parma;
17. La envidia de la voz de Miguel, ligeramente nasal, tan mal amigo después;
18. Dos actores doblados por el mismo doblador, uno, una gran estrella y el otro, un buen secundario. Darme cuenta de que son el mismo;
19. Ricardo Vázquez Prada, pocos meses antes de morir, en una canción dedicada a su nieta, con la voz más joven que nunca le había oído;
20. Melanie, hombre y mujer, en Beautiful people.
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Cuando cantó B. Holiday
“One day we were so hungry we could barely breathe. I started out the door. It was cold as all hell, and I walked from 145th to 133rd … going in every joint trying to find work … I stopped in the Log Cabin Club, run by Jerry Preston … told him I was a dancer. He said to dance. I tried it. He said I stunk. I told him I could sing. He said sing. Over in the corner was an old guy playing the piano. He struck “Trav’lin,” and I sang. The customers stopped drinking. They turned around and watched. The pianist … swung into “Body and Soul.” Jeez, you should have seen those people—all of them started crying. Preston came over, shook his head, and said, “Kid, you win.” —Billie Holiday, Downbeat Magazine, Via)
“Una vez que empieza el balanceo de los acordes de Summertime, estos pasan a convertirse en un entorno en estado estacionario en el que una interprete de talento puede moverse a su gusto. Puede introducir inflexiones en las notas, añadir ornamentos, desplazar la línea hacia arriba y hacia abajo. Billie Holiday y Sidney Bachel hicieron de Summertime una creación propia” (Ross, Axel, El ruido eterno, Seix Barral, 2009, p. 194).
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