Aldabas de Tenerife (I).
Città ideale, Galleria Nazionale delle Marche, Urbino (Fuente)
Cuando uno pasea por el casco antiguo de La Laguna es fácil que le venga a la cabeza el cuadro La ciudad ideal, de dudosa atribución a Piero della Francesca, y también a Leon Battista Alberti, quizá no tanto por la imagen pintada como por el título, por la idea de honda raigambre renacentista que subyace en ella. La ciudad, una de las más nobles y complejas encarnaciones del ideal humano, debía reflejar altas cotas de racionalidad. En su diseño se mezclan los vectores de la cosmovisión renacentista, centralidad del hombre (“El cuerpo humano es, por antonomasia, la unidad simbólica del Renacimiento”, R. Argullol), perspectiva, teoría de la proporción, revitalización del arte grecoromano y de la arquitectura clásica.
Plano de La Laguna de Torriani, realizado en 1588 (Fuente). El trazado urbano coincide con el actual.
Todo ese cúmulo de pretensiones tiene uno la sensación de estar viendo dramatizado mientras pasea por las calles rectilíneas de este pequeño Nueva York canario. Da la impresión de que nada fue dejado al azar, de que todo debía ajustarse a un plano previo. No hay casi curvas y se imponen los pasajes modernos cubiertos cuando entre una vía trasversal y otra la distancia es excesiva. La imagen de corrección, de orden, de urbanidad, contrasta con la de las ciudades embutidas, irregulares, fruto de la acumulación y de los mini planes urbanísticos, públicos o privados. Si en algunas urbes el orden está reservado al extrarradio, a los barrios de protección oficial, aquí todo es moderación, sensación de unidad entre el cuerpo, la casa, la ciudad, el mundo, sin colapsos entre uno y otros.
Pero, cuando llega la noche y el turista no sabe bien dónde ha dejado aparcado el coche de alquiler, del sueño de la razón nace una desorientada caminata en la que los puntos de referencia se confunden y el ideal, una vez más, se vuelve insignificante y opresor. Por suerte, las aldabas, casi ninguna de época, pero casi todas con algo de gracia en el badajo, pueden servir, como las miguitas del cuento, para reencontrar el camino hacia el Ayuntamiento.
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