sábado, 4 de febrero de 2012

Reedición de entradas. Añorando el otoño. Las hojas muertas, anhelos sin cumplir en un sieso día de cierzo.

El cuerpo humano produce humores que inequívocamente se asocian con ciertos estados. Las lágrimas son la materialización líquida de la tristeza, el sudor es trasunto del esfuerzo. También el hambre o la excitación producen fluidos. Creo que lo decía Santo Tomás y lo repite Coetzee, no somos dueños de nuestras erecciones.

Somos un cuerpo como es un cuerpo cualquier otro animal, pero, a diferencia de ellos, al tiempo tenemos un cuerpo (1). Entre el cuerpo que es y el que se tiene media la conciencia, la voluntad, todo aquello que nos hace seres excéntricos, desdoblados, observadores de sí mismos, reflexivos.

La condición humana es fronteriza, en desequilibrio equilibrado permanente, en el mejor de los casos y no constituye tanto una categoría en sí misma como una negociación entre categorías. Si no existes más que en tu inmediatez, si sólo vives y experimentas, tu cuerpo es en demasía y corres el riesgo, por ejemplo, de tirarte pedos donde no debes, como un pequeño salvaje; si te distancias de tu experiencia inmediata, si tu cuerpo es demasiado tenido por ti a distancia tiendes, dicho vulgarmente, a mear colonia. Hay que bailar una danza imposible entre ser primario y/o secundario a cada instante. La naturaleza es y basta, no conoce la piedad, quizá por eso el sufriente R. Darío envidiaba a la piedra dura, “…porque esa ya no siente/pues no hay dolor más grande que el dolor de estar vivo/ ni mayor pesadumbre que la vida consciente”.

Pero Natura también tiene sus fluidos y las hojas que caen, las hojas de otoño, son la materialización del tiempo que se va sigilosamente, un año más. Ella nos ignora, pero nos sirve para conocernos, para sentirnos. Mi parte pensante no puede dejar de ver en la hoja un anhelo incumplido, un momento feliz que se fue o no llegó a ser, hasta cubrir el suelo de hojarasca cada cierto tiempo. Cuando sopla viento, empiezan los remolinos de la inquietud, el amasijo de la desazón. Soy cierzomaniaco, siesomanío. Pero me recupero un poco y en seguida llamo a mi servicio de limpieza, que he externalizado y diversificado. Lo llevan empresas que funcionan bien pero con las que soy ingrato y mal pagador, amigos, lecturas, terapeutas, que me dan buenos barridos. No dejo que usen lejía, porque quiero quedarme con el regusto de lo que perdí, si no, en qué voy a pensar al ver caer las hojas de otoño, las mismas que me ahogan cuando se acumulan .

(1) Vid. Critchley, Simon, Sobre el humor, quálea editorial, 2010.

Parece que Prévert compuso la primera versión de la canción para la película Les Portes de la nuit (Marcel Carné), donde es interpretada por Yves Montand. Pero también leo que la primera grabación la hizo Cora Vaucaire.

LES FEUILLES MORTES  (paroles: Jacques Prévert, musique: Joseph Kosma):

Oh! je voudrais tant que tu te souviennes
Des jours heureux où nous étions amis
En ce temps-là la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle
Yves Montand

Tu vois, je n'ai pas oublié...
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle,
Les souvenirs et les regrets aussi
Et le vent du nord les emporte
Dans la nuit froide de l'oubli.
Tu vois, je n'ai pas oublié
La chanson que tu me chantais.
Cora Vaucaire       

REFRAIN:
C'est une chanson qui nous ressemble
Toi, tu m'aimais et je t'aimais
Nous vivions tous les deux ensemble
Toi qui m'aimais, moi qui t'aimais

Mais la vie sépare ceux qui s'aiment
Tout doucement, sans faire de bruit
Et la mer efface sur le sable
Les pas des amants désunis (bis).

A partir de 1949 se convierte en un éxito en inglés, cantada con una letra mucho menos feliz que la original, y también como standard instrumental de jazz. Hasta que K. Veneno no acabó con tanto echar de menos (Lo mismo te echo de menos que antes te echaba de más) el volcán del almíbar no se secó. Las versiones en inglés se cuentan por lo menos por decenas. He aquí algunas (Clica para leer UNA PEQUEÑA HISTORIA DE LA CANCIÓN, en inglés):

Eva Cassidy
Lyrics by Johnny Mercer and Music by Joseph Kosma

The falling leaves drift by my window
The falling leaves of red and gold
I see your lips, the summer kisses
The sunburned hands I used to hold

Since you went away the days grow long
And soon I'll hear old winter's song 

But I miss you most of all, my darling
When autumn leaves start to fall
Since you went away the days grow long  And soon I'll hear old winter's song                                                     Versión intrumental de J. Coltrane      But I miss you most of all, my darling
When autumn leaves start to fall
I miss you most of all, my darling
When autumn leaves start to fall

Y la de K. Jarret:

Hasta el tigre de Gales se sintió tentado por ella.

Y, hace poco, también Clapton:

Pero puestos a cantar al otoño, quizá sea Colchiques dans le près la canción más hermosa. Lo que pasa es que es difícil encontrar una interpretación a la altura del texto:

Colchiques dans les près
Fleurissent, fleurissent
Colchiques dans les près
C'est la fin de l'été
La feuille d'automne
Emportée par le vent
En rondes monotones
Tombe en tourbillonnant
Châtaignes dans les bois
Se fendent, se fendent
Châtaignes dans les bois
Se fendent sous nos pas.

La feuille d'automne/ Emportée par le vent /En rondes monotones/ Tombe en tourbillonnant

Nuage dans le ciel
S'étire, s'étire
Nuage dans le ciel
S'étire comme une aile
La feuille d'automne
Emportée par le vent
En rondes monotones
Tombe en tourbillonnant

Et ce chant dans mon cœur
Murmure, murmure
Et ce chant dans mon cœur
Appelle le bonheur (bis)

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