De nuevo, gorrioncito Messi está de actualidad, esta vez porque ha ganado un premio importantísimo que no sé exactamente cómo se llama. Tiene algo este chaval del David que luchó contra el central Goliat, un individuo fortachón y aguerrido como ningún otro defensa, nada torpón de movimientos para el volumen equivalente de agua que desalojaba cuando se bañaba en el Mar muerto ni tampoco nada lerdo, por más que se asocien fácilmente los jayanes a la escasa inteligencia. Pero es que este gorrioncito lucha a menudo contra tres o cuatro gigantones y al fondo siempre aparece un extraño individuo que utiliza las manos para coger la piedra que Messi dispara con su honda pedestre, mientras que los demás, como él mismo, la tocan y retocan con todo menos con las zarpas. Messi, como el David de Miguel Ángel para la república florentina, representa el ingenio, la destreza, la fineza, la capacidad para ingeniárselas con poca cosa frente al poderío, al trapío, a la embestida, cuando no frente al hachazo que, como héroes malvados de cómic, sueltan algunos zagueros. Además, como el David florentino tiene un cuerpo algo desmañado, de adolescente que no ha cogido aún el volumen necesario, como los los cachorros antes de ahombrarse, que tienen ya su altura máxima, pero les faltan los andares apesadumbrados del quien lleva toda la responsabilidad del mundo sobre sus hombros y no puede permitirse perder el balón. Ojalá no pierda nunca ese aire de pasar silbando solitario por allí, con las manos en los bolsillos, para de repente convertirse en una bala que bracea como un molinillo, entre uno, dos, tres, cuatro, del equipo contrario que saben que Messi es un problema irresoluble, una ecuación inalcanzable para sus conocimientos.
En la foto Messi aparece con sus compañeros Xavi e Iniesta. Las piernas son de jugadores sin identificar.
(…)No olvida. No se aleja
este granuja astuto
de nuestra vida. Siempre
de prestado, sin rumbo,
como cualquiera, aquí anda,
se lava aquí, tozudo,
entre nuestros zapatos.(…)
Claudio Rodríguez, "Gorrión"
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