Tolstói, Tatiana, Sobre mi padre, Barcelona, Nortesur Primera persona, 2010.Traducción del francés de Julia Escobar.
Formato 14 x 22 cm
Páginas 128
ISBN 978-84-937841-3-3
PVP: 13,00 €
Quizá, como señalaba hace unos meses I. Echevarría, el problema del matrimonio Tolstói consistió en que ninguno de los dos cónyuges supo proporcionar al otro una versión aceptable de sí mismo, una imagen a la que el otro pudiera aferrarse sin acabar naufragando. De las memorias de Tatiana Tolstói se deduce que así fue en parte por la versión narrada de sus vidas que se haya en sus diarios, a los que tan dados eran. La imagen que se proporcionaron recíprocamente en el trato directo se completaba con la que proyectaban de sí mismos en esos diarios, como una especie de correlato en carne viva de sus sentimientos. El planteamiento subyacente sería que si uno no se engaña a si mismo y los diarios son una trasunto lírico narrativo de su corazón la mejor manera de conocer al otro es leerlos y la mejor manera de ser sincero es compartirlos. Un planteamiento semejante encaja bien en esa permanente búsqueda radical de la verdad que según su hija Tatiana guió siempre la vida del escritor (Amo la verdad…mucho…Amo la verdad, fueron sus últimas palabras –ibid., p., 123). Pero el espíritu es débil y tiende a engancharse en su propia inseguridad. Quizá, esa sobrecarga de sinceridad no sea en el fondo otra cosa que un síntoma de incomprensión de lo mucho de trágicamente teatral que tienen las relaciones humanas y de lo importante que es ser consciente de ello para que lleguen a buen puerto. Las notas en las que Sofia Bers, la mujer del escritor, habla de los celos que sintió en relación a los años de vida de su marido en los que aún no se conocían hacen pensar en los celos que atormentaban al narrador de la À la recherche en relación con Albertine. A efectos literarios no, pero a efectos vitales hubiera sido mucho mejor limitarse a vivir el presente. Por otro lado, el mundo creativo de Tolstói, cuanto en él proyectaba, o través de él enmascaraba o aclaraba, estuvo muy presente en Sofía Bers, pues pasó a limpio durante muchos años toda la producción de su marido. Su vida matrimonial duró unos cincuenta años y no empezó a complicarse seriamente hasta la llamada conversión de Tolstói. Con el tiempo, a raíz de las suspicacias de Sofía, se vio condenado a llevar un diario secreto, que ocultaba en una bota o bajo la camisa. La idea recurrente –más de 15 años- de marcharse de la casa familiar para abandonar un tipo de vida que le repugnaba por intranscendente y lujoso chocaba con las consecuencias que se hubieran derivado de ello, con lo mucho construido en el terreno familiar, que actuaba como un muro infranqueable. Su hija Tatiana señala cómo “Un día hizo la siguiente reflexión: ¿Qué ocurriría si dejo a mi familia? Otro hará lo mismo y luego un tercero. Y el resultado será que acabaré ayudando a otra familia cuyo jefe ayudará a la mía, y así sucesivamente?” (ibid., p., 87) o también observa las razones más morales que sentimentales que el escritor se daba para no desaparecer: “Si no tomo ese partido es porque de hacerlo, sería ante todo por mi bien personal, para escapar de una vida envenenada por todas partes. Y pienso que para mí es necesario soportar esa vida” (ibid., p., 85). A partir de un momento dado, después de la muerte de un hijo, Sofía empezó a manifestar anomalías psíquicas, que su hija describe diciendo que “refería todo a sí misma”: ella que antes “siempre estaba dispuesta a entregarse por entero sin pensar jamás en sí misma fue presa de una preocupación enfermiza…” (ibid., p., 93). Al final, como es sabido, Tolstói acabó por marcharse para morir pocos días después en unas condiciones que se parecían más a la austera vida a la que había aspirado durante tanto tiempo. En el lecho de muerte apareció su mujer: “Entramos. Mi padre estaba inconsciente. Los médicos nos dijeron que era el final. Mi madre se acercó, se sentó a su cabecera e, inclinada sobre él , murmuró palabras tiernas diciéndole adiós y pidiéndole que la perdonara por todo aquello de lo que fuera culpable. La única respuesta que obtuvo fueron unos profundos suspiros” (ibid., p., 123-24).
Más allá de la buena selección de fuentes que manejó la hija de Tolstói (diarios, cartas, escritos varios) sobresale la voluntad de imparcialidad y profundidad en la descripción de los hechos. En un tono de explicación psicológica basada en su experiencia filial y en una aguda interpretación existencial de la trayectoria de los protagonistas, la autora consigue, desde el sentido común, en términos que podríamos llamar pre psicoanalíticos, dibujar un cuadro convincente y, por contradictorio que parezca, apasionadamente objetivo, de la peripecia matrimonial de sus padres, dos seres en lucha entre su herencia material, emocional, y sus aspiraciones sobrevenidas, entre su educación y lo que de la vida fueron o no capaces de aprender. Tan solo al final, cuando la postura de su madre se encona hasta hacer que la situación resulte insufrible, se decanta tibiamente por las razones del padre. Algo que, por lo demás, no es óbice para que sus palabras sobre su madre no sigan transmitiendo un profundo respeto, aunque algo menos de cercanía.
Sobre la edición original (http://www.casarusia.com/archives/288-Sobre-mi-padre,-de-Tatiana-Tolstoi.html): «Sur la mort de mon père et les causes lointaines de son évasion» se publicó en julio de 1928 en la revista Europe, habiendo sido redactado directamente en francés por Tatiana Tolstói. En 1960, André Mazon escribió un prólogo para la edición que realizó El Instituto de Estudios Eslavos de la Universidad de París. En 1975 se publicó con otros textos de Tatiana Tolstói dedicados a su padre, Avec Léon Tolstoï (Albin Michel). En 2003, por último, se reeditó en Francia con el título de Sur mon père (Allia, 2003).
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