En pocos ámbitos, salvo quizá en el caso de contadas películas y documentales, la televisión ofrece materiales de primerísima calidad. Antes había menos oferta, pero no eran raras las grandes entrevistas, por ejemplo, o los debates de altura. Hoy en día, todo ha sido copado por las distintas cuadras de tertulianos, desde las que se ocupan de fichar a personajes ramplones o vulgares hasta las que tienen en plantel a los más refinados. En medio, quedan los llamados en italiano tuttologos, que son capaces de improvisar discursos sobre cualquier tema hasta con la boca llena. Lo que proporcionan al espectador son calorías vacías, como las de las chips, opiniones llenas de tópicos que apenas dejan traslucir un conocimiento hondo del tema. Me pregunto de dónde sacan tiempo esos personajes que aparecen en cuatro o cinco tertulias al día para mantener un nivel de lectura, de elaboración de sus planteamientos, de metabolización de la información, que no les produzca cargo de conciencia. Sí, pero hoy en la tele hay auténticos especialistas en lo suyo. Es mejor que no hablen mucho, ni ellos ni sus entrenadores, porque se enredan a la menor, es mejor que hagan lo que hoy van a hacer, una mezcla de baile y pelea de lo más entretenido. Y hasta unas chips se puede permitir uno mientras los ve.
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